Si algo está cubierto con una sutil censura por los medios, cumpliendo con los mismos objetivos siniestros que tienen otras similares en China, Myanmar o Corea del norte, es la condena que pesa sobre el Informe Final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación.
Este documento está totalmente proscrito para el peruano de a pie. No sé si esto se debe a esa cuestión orquestada y bien dirigida por aquellos grupos interesados o quizás es la secuela por ser uno de los pueblos más iletrados del mundo que prefiere ignorar a este documento por el simple hecho de que consta de varios tomos. Pedir entonces a ese habitual televidente de Al fondo hay sitio y ese asiduo lector de diarios conservadores y amarillistas que se sople todos los volúmenes que contiene este documento, por esa razón, sería algo imposible.
Muchos se han aprovechado de esta poca afición que tiene el peruano común para informarse bien, porque, después de escuchar hablar sobre el tema a tanto conservador obtuso, egoístas de toda calaña, racistas de los más hipócritas, ágrafos de todos los niveles, le queda al pobre desinformado ver a ese Informe Final con los prejuicios y estereotipos que acostumbra emplear cuando se enfrenta con temas que desconoce o teme.
Lo cierto es que en una guerra la primera víctima es la verdad, por estas razones se conformó la CVR y su informe final buscaba llegar con imparcialidad a los factores que originaron la etapa más violenta del Perú republicano. Pero es una lástima que por culpa de los mismos de siempre, las mayorías nunca se enteraran de sus principales causas, porque esto, estará siempre censurado y muy bien disimulados y trocados por la boca de sus mejores intérpretes que en su gran mayoría son mercachifles, vende patrias, extremistas religiosos, halcones fascistas, terrucos arrepentidos , cobardes de todos los tipos, que brindaran su insolente punto de vista y alejados totalmente de la objetividad y sobre todo de la verdad de los hechos.
Detrás de esta repulsa que se le tiene a este documento está en que este informe final denuncia que el racismo y las enormes desigualdades que existían y existen fueron las principales causas que desencadenaron esos años oscuros. Claro que ese tema está proscrito en todos los medios permanentemente, porque el tema racial es nuestro talón de Aquiles.
El peruano se niega a cambiar porque no se atreve a desafiar sus infiernos. Prefiere convivir con lo peor que tiene, cubriéndolo con su acostumbrado velo hipócrita y creyendo ingenuamente que nadie se dará cuenta, pero como el cadáver mal enterrado, rebelará con su hedor toda lo descompuesto en el momento que menos se lo esperaba, vulnerándolo de por vida.
No aprendemos de nuestros errores, y el racismo es uno de ellos. Somos tan ignorantes que nos dejamos llevar por nuestros propios miedos y somos tan cobardes que nos conformarnos con convivir con ellos. No inferimos y desconocemos mucho. En esa confusión podemos colgar a los más lúcidos o mandar a la hoguera al país entero.
Los equilibrados, cuando se muestran democráticos e imparciales defendiendo a este documento, son tildados por los mismos fachas de siempre como pro terrorista o algo parecido. Es que definitivamente somos atrasados.
El Perú está condenado a repetir sus errores y a tropezar con sus mismas trampas. Es esa conocida paramnesia peruana, solo porque se empeña a negarlo todo, perdiendo esa histórica oportunidad de aceptar sus culpas para comenzar a cambiar y mejorar.
miércoles, 29 de agosto de 2012
miércoles, 22 de agosto de 2012
Jorge del Castillo Gálvez y los que huelen guisos
La
política es un mundo roñoso, punible y sobre todo tiene la
particularidad de ser tan adictiva como el más eficaz
estupefaciente. Un día eres el todopoderoso y sin darte cuenta al
rato te vuelves el más insignificante de los mortales. Algunos, al
verse que ya no están dentro de ella como protagonistas, creen que
sus vidas se vuelven inútiles, y la muerte coquetea con ellos
oronda apoyada por la postergación y el hastío, como lo hace
muchas veces con el recientemente jubilado.
Un
día a este personaje se le ocurrió marcharse a Seúl. Eso no tenía
nada de malo, el detalle estaba en que lo hizo desempeñándose como
alcalde de una Lima llena de basurales, comercio ambulatorio,
apagones y jaqueada por los coches bombas del terrorismo. Todo el
mundo por esos días se preguntaba: ¿Dónde está el alcalde? Y
nadie daba razón de su paradero. Después de unos días, regresó
Del Castillo, no solo más relajado sino con la escusa de que su
viaje a Corea del sur no fue por motivos de las olimpiadas, sino,
para adquirir algunos buses y aliviar en algo el caótico transporte
de la ciudad de Lima. Su acelerada respuesta no cesaron las
críticas de la opinión pública, más bien, sirvieron para que los
programas cómicos lo eligieran como el preferido para sus
imitaciones.
Un
par de décadas después, lo vimos esa mañana en aquella entrevista.
Ya no excusándose de algún viaje hecho, sino que ahora intentaba
evadir la imagen que lo había venido acompañando hace ya mucho
tiempo. Él, sin querer, resumía lo que había sido su vida política
con un “ya no quiero ser el huele guisos”.
Palabras
cortas pero muy reveladoras si conocemos lo que significa ser un
“huele guisos”, que si utilizamos la expresión correcta,
tendríamos que decir en realidad “huele pedos” o lo que en
España le llaman “lame culos”. Al final todos estos términos
hablan de lo mismo. Son aquellas personas que se caracterizan por
asumir cargos importantes o de alguna confianza del jefe, pero con la
pequeña salvedad de que esa notoriedad no es consecuencia de haber
superado al resto por poseer un enorme cúmulo de ejemplares
atributos. Esos no serán nunca los motivos de su ascenso, más
bien, dentro de sus malas artes destaca haber sido el mejor de los
huele guisos, el más capaz de los huele pedos, el campeón de los
lame culos.
La
lista de estos es muy larga, y están por todos lados y en todo
tipo de organización desde aquel taller de mecánica hasta la más
importante empresa o agrupación política peruana. Estos como ruines
y cobardes tramposos no hay quien les gane, porque para sobresalir
del resto, perpetraron eficientemente su principal maniobra que
consistía en buscar al más lúcido y capaz del grupo y acabar con
él, utilizando cualquier medio para que el tuerto siga siendo el
rey. Al final este tipo de seres se mantienen pero con la desgracia
de que junto con ellos se quedan también la mediocridad y el
estancamiento.
A
través de la historia han existido tantos que faltaría papel para
enumerarlos, la mayoría anónimos por lo intrascendentes. Por
ejemplo, durante la Guerra del Pacifico, el mejor barco peruano
“Independencia” no lo conducía Grau, sino un desconocido que
seguramente formaba parte de ese grupo al cual hoy le dedicamos
estas notas.
Cuantos
personajes tienen estas conductas. En el trabajo, cuantas veces nos
hemos chocado con gentes tan mediocres y obtusas pero intocables,
porque, ostentan ciertos beneficios por ser el mejor huele pedos del
jefe. Cuantos huele guisos existen hoy en la política peruana,
intrascendentes, pero eso sí, sirvieron de mucho a su amo, porque
al final de cuentas ese fue el papel que siempre representó el huele
guisos con su actitud, ser un simple siervo.
Del
Castillo en esa entrevista, después de tranquilizarse por no
encontrar quispes y mamanis en el primer gabinete de Humala, dijo que
se encargaría de mantener la institucionalidad de su partido.
Irónico, con un partido que ha sido purgado de líderes y sometido a
los gustos e intereses de su eterno caudillo. Porque es fácil hacer
a un lado a los huele guisos, ya que por las pocas virtudes de estos,
nunca serán competencia para el más holgazán de los aprovechados.
Jorge
del Castillo, pertenece a una generación de políticos que no
sirven para una sociedad joven y con grandes deseos de superación.
Esos métodos que en realidad significa utilizar la pendejada
acriollada como forma de hacer política, servirá quizás para
llegar a liderar una agrupación política en el Perú, pero, nunca,
para fortalecer las instituciones democráticas de un país y hacer
de una sociedad más fuerte y competitiva.
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