En la actualidad, si en algo se perecen las
republicas que liberó Bolívar, es que poseen una inconfundible clase política, en su gran
mayoría: corrupta, caudillista, autoritarios y antidemocráticos, fervientes
supersticiosos, y obviamente poco racionales que recaen permanentemente en sus
viciados instintos. Son los comerciantes más barateros, cuando de regalar los recursos
naturales de sus distintas patrias se trata. Y salvo por sus diferentes acentos,
toda esta numerosa masa de políticos deberían de tener el mismo pasaporte porque
dan la impresión de descender de un mismo tronco genealógico. Todas estas corrompidas peculiaridades de estas pirañas hambrientas son
las únicas culpables de que sus poblaciones les tengan inquina y les hayan perdido la fe, porque han exagerado en su papel de aves de
rapiña. Los partidos políticos que
fundan en su gran mayoría carecen de bases democráticas socavando de este modo las
mínimas condiciones para que en un futuro cercano hagan posible la consolidación no solamente
de estas organizaciones si no también del sistema democrático en sus
respectivos países. Pero sus tiránicas maneras al final harán que estos remedos de partidos políticos terminan
reduciéndose a una chacra más o el feudo
de la familia que puso la primera piedra.
Sus poblaciones mayormente devotas y
desesperadas ante semejantes representantes, pierden la brújula y el sentido de
la realidad, llevándolos en sus devaneos a elegir la mejor toxina para acabar con esa enfermedad de subdesarrollo.
Ponen así en el poder y con todas las expectativas que viene al caso, líderes que supuestamente acabaran con sus problemas. Grave
error, porque, solo harán que estos se multipliquen y terminen peor que cuando los eligieron. Al
final esta improvisada cura terminará
siendo peor que la enfermedad.
Así, aparecieron como setas en estas republicas
bolivarianas: los Fujimori, los Morales, los Correa, los Belaunde, los Chávez y los Velasco.
Todos estos mandatarios llegaron al poder en sus determinados países, casi siempre, utilizando las mismas rutas. Y
sus poblaciones los cargaron en sus hombros porque se soplaron ese
discurso que atacaba a esa abyecta clase política, pero, al final, ven el verdadero rostro que estaba
detrás de esa máscara reformista y se dan
con la ingrata sorpresa que son igual a
los que tanto criticaban, finalizando este culebrón en una situación peor que cuando la iniciaron.
Venezuela se encuentra en un periodo muy
crítico de su historia y lo peor que le
pudo ocurrir a su democracia fue la muerte de Hugo Chávez, porque hoy su imagen
sigue presente, sobre todo, ayudado por
el carácter mítico que le han dado a su recuerdo sus herederos y también en gran medida por la excesiva religiosidad y
poca instrucción de su pueblo
Cuando uno ve y escucha en sus distintos
discursos a Capriles y sobre todo cuando observamos sus gestos y movimientos, notamos
que es el típico representante de esa clase política que habíamos descrito
anteriormente. Su interés por mejorar a su país es el mismo que tenía el impresentable
compadre de Alan García: Carlos Andrés Pérez.
Capriles y los que están detrás de él no
traerán nunca las soluciones para un país con tantos problemas como Venezuela.
El chavismo tiene un gran reto para
sobrevivir con Maduro, pero, también el retorno y subsistencia de la
democracia venezolana están muy lejanos, si
en este momento, se cuenta como único rostro que la represente a ese tal Capriles
y las pirañas hambrientas que hoy están detrás
de él.