¡Hija
de puta! ¡Hija de puta! Gritaban los estudiantes. Era un coro ensordecedor exigiendo el regreso de la democracia y que este
personaje abandonara de inmediato su
universidad.
Ante
la bulliciosa protesta, Marta Chávez ni se amilanaba, todo lo contrario, con su conocido fanatismo
y dando la espalda a esos jóvenes se apostó henchida frente a los micrófonos y pronunció unas premonitorias palabras.
No
sabemos si lo hizo para sacar “cachita” a ese numeroso grupo de universitarios de la Católica
de Lima o fue la espontanea expresión de su recalcitrante
pensamiento, lo cierto es que ese día Marta Chávez aseveró que para ver los
resultados del régimen fujimorista, este tendría que estar en el poder cuarenta años, solo así se salvaría al Perú sacándolo del subdesarrollo y el tiempo que necesitaban era de “solo” cuatro décadas.
Aquellas expresiones parecían uno más de aquellos exabruptos a los que nos tenía acostumbrados la mayor defensora
de aquella tiranía, se escuchaban
exageradas y algunos hasta lo vieron como una
broma de mal gusto o casi como un grito desquiciado que no era para tomarlo en serio. 40 años de fujimorismo era una locura, ¿Quién iba
a soportar semejante tortura y cómo un régimen podría durar tanto en el Perú si ni Hitler en Alemania lo consiguió? ¿Cómo podría existir alguien tan pérfido como augurar semejante maldición para los peruanos?
Han
pasado dieciocho años desde la renuncia por fax de Alberto Fujimori y a partir de aquella fecha se han sucedido en
el cargo de mandatario diferentes personajes con el rotulo de gobiernos democráticos; y si somos objetivos, la omnipotencia del fujimorismo en todos estos años ha
demostrado estar intacta como para hostigar a todos los que han llegado a palacio
de gobierno. Nunca dejaron el poder, todo lo contrario, gracias a los medios y el capital han sido los protagonistas de los
principales hechos políticos, buenos y malos, pero siempre moviendo los hilos y
poniendo el tema musical para que dancen
los presidentes de turno en esta denominada etapa democrática. Sus
líderes y candidatos en estas casi dos décadas han mostrado un blindaje
a prueba de múltiples denuncias, que por su gravedad han llevado a prisión hasta al mismo matrimonio Humala. Es evidente la
fuerza que tienen sobre esta comarca de frágiles y permeables instituciones.
En
estos dieciocho años el objetivo de este juego de miradas y peleítas nunca fue cambiar algo, sino continuar con
este guión connivente con los bajos sueldos, el tarjetazo, el subempleo y la evasión
de impuestos de las grandes empresas. Mientras
esto sucedía, se presentaban períodos en donde parecía que la paciencia del pueblo peruano estaba a punto de reventar,
era como una olla a presión. Pero cada cinco años en los sufragios generales el
fujimorismo se presentaba de nuevo amenazando
con regresar al poder y hacer una razia sobre sus opositores. El pueblo desesperado
así elegía al mal menor con Toledo, García,
Humala y el ultimo de este rosario de mal habidos encontramos a PPK.
Con
el final de esta novela nos hemos dado cuenta de que todos jugaron para el
mismo equipo: el fujimorismo, el conservadurismo, la extrema derecha, el
fascismo, la galera romana y el expolio.
Para este
viernes no vacarán a nadie, y si lo hacen buscarán quizás un reemplazo disoluto con Vizcarra o Araoz para que continúe la
fiesta de este aburrido “Versalles” lorcho.
De
ocurrir la vacancia, un respiro para esta democracia sería convocar a nuevas
elecciones, pero esto es pedir mucho porque aquí lo que abundan son “fachas” que
fingen ser demócratas macerados en estos cientos de años de conservadurismo y fanatismo
devoto.
Pedir
a la virgencita de Chapi un gobierno liberal y progresista en este momento es un
imposible porque el “lavado de cerebro” ha sido eficiente haciendo que el elector
en un acto de ingenuidad vote por su verdugo y crucifique a su salvador.
Ya
han pasado cerca de veinte años de aquella profecía.