Hace algunas semanas leí en los dos diarios más
importantes de esta ciudad y dignos
representantes de esa prensa aburrida por lo tercermundista y conservadora,
que la denominada Marcha por la vida
había convocado a más de doscientas mil personas, cuando desde mi posición de
víctima de aquellas congestiones provocadas por ese desorden, pude observar con mis propios ojos que esa cifra era mucho menor.
Pero, al margen de todo eso, si uno se pone a
analizar sobre aquella manifestación, sus organizadores y lo qué reclamaban, nos
encontramos con tremendas incoherencias.
Muchos apoyaron esa marcha, incluso había alguno que
otro congresista, uno en particular
–según los vecinos de la Antiquilla- conocido ex malandro pero ahora
redimido defensor de la moral y las buenas costumbres y con altas aspiraciones
políticas.
¡Salvemos a los dos! Decían sus carteles, y mientras
transitaban obstinados oponiéndose a todo y a todos, celebraban irracionalmente
un conformismo de seguir manteniendo las cosas como están.
Hipocresía, egoísmo o simple ignorancia salvaje. No sé cómo llamarlo.
Se oponen a hablar de sexo y de sexualidad, dejando que los adolescentes
tengan un conocimiento superficial de estos temas, condenando a toda una generación de jóvenes a confundir la sana sexualidad con una sesión de película porno y aderezada
con mitos y tabúes, desembocando más tarde en una sociedad con un creciente número de
casos de embarazos tempranos y no deseados, como aquel anónimo cojudín, ex alumno de ese colegio católico. Revoltoso
y malhablado, un bruto en todo el sentido de la palabra, en casa no hablaban de sexo ni sexualidad, en el
colegio menos aún, porque para los curas y monjas sigue siendo incomodo ver un
pene y una vagina, juntos sería una completa blasfemia. Justamente a ese mierdecilla
imberbe me lo encontré el otro día
jodido porque había embarazado a su enamoradita, ambos de 18 años y sin visos de
formar una familia estable, al final, la única víctima de toda esta barbarie, será
la creación de este par de imbéciles del siglo XXI.
Mientras que toda esa mancha de –supuestamente- defensores de la vida ocupaban las calles,
ese día en todo el país se habían realizado más de mil abortos -todos
clandestinos-, sumarán al final del año más de 400,000.
Dentro de esas impresionantes cifras, encontrarás miles de mujeres interrumpiendo un embarazo no deseado, pero con la diferencia de que aquellas que cuentan con los recursos suficientes recurrirán a profesionales y lugares apropiados, mientras tanto, las más pobres se conformarán con un cuarto oscuro y escondido, y en condiciones insalubres terminarán con alguna infección, engrosando así, esas miles de muertes provocadas por esas malas prácticas.
“Salvemos a los dos, marchemos por la vida”, decían
los que participaron en esa manifestación, sin saber o sabiendo – y es lo más
terrible- que oponiéndose a reformas que intentan tratar este problema, están apoyando irracionalmente la muerte de miles de mujeres pobres, además de seguir conservando esos 400,000 abortos clandestinos.
Dentro de esas impresionantes cifras, encontrarás miles de mujeres interrumpiendo un embarazo no deseado, pero con la diferencia de que aquellas que cuentan con los recursos suficientes recurrirán a profesionales y lugares apropiados, mientras tanto, las más pobres se conformarán con un cuarto oscuro y escondido, y en condiciones insalubres terminarán con alguna infección, engrosando así, esas miles de muertes provocadas por esas malas prácticas.