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sábado, 28 de diciembre de 2013

Gian Marco Zignago y el pinche mexicano

A pesar de que los piromaniacos sociales lo ahuyentaron de las redes sociales,  Gian Marco sigue siendo el referente en la música contemporánea peruana. Profeta  en su tierra que dentro de ella ha recibido  muchos  reconocimientos,  colocándolo  -sin exagerar- entre  los más destacados  cantautores  de América Latina  y  hace buen tiempo  merecedor a  ser el protagonista de uno de esos  conocidos Unplugget de  la cadena MTV.  
Cuando Gian Marco pisa cualquier programa de televisión peruano,  se nota su  seguridad dentro de estos, y hasta se le ve canchero. Así es como generalmente lo habíamos visto,  hasta que el otro día lo encontramos  en un programa mexicano.
Ese día estaba con  un semblante y una actitud muy distinta, despertando en nosotros  en algunos momentos las  ganas de gritarle: ¡Sal de ahí y mándalos a la mierda!
Todo ocurrió así. Era una tarde templada y me encontraba recostado cómodamente buscando algo que ver en ese viejo televisor de 14 pulgadas.  Uno tras otro los canales los  pasaba con sus manoseadas y aburridas películas e insoportables realitys. Hasta que me detuvo  un rostro conocido, era Gian Marco.
Después de dominar mi desconfianza porque  tanto canal como  el programa eran mexicanos, tomé  un  respiro y dije: “qué diablos, será por unos minutos”.   
El  programa llevaba como nombre algo como “Show Show” y  lo conducía un pelmazo mexicano de típico rostro tolteca pero seguramente en el fondo queriendo ser los más albo posible, y más gritón y perturbado que la Marta Chávez en su primera vez…en el Congreso  y,  rivalizaba con el mismo  Carlos Galdós para llevarse  el trofeo al mejor rompe huevos de aquella tarde.
Pero, lo que más nos llamó la atención del conductor fue su notoria  hostilidad en contra del cantautor peruano. A cada instante lo interrumpía, no interesaban sus más de veinte años de   trayectoria  en el Perú, porque para este magante azteca era un  total desconocido al que se le podía humillar, obligándole  a  asentir  todos sus gritos y burlas como si el famoso “cara de dedo” fuera un completo aprendiz, un triste simplón sin amor propio implorando una dadiva de atención. Era un gran pelmazo el conductor hijo de puta.
Gian  Marco, estaba inseguro, incomodo, como obligado soportando estoicamente el programa entero y sobre todo ese notorio  maltrato de ese insufrible anfitrión. 
Mientras asimilaba toda esa escena,  me preguntaba: ¿Qué distinto hubiera sido ver otra actitud? Quizás esperar aquella  reacción es que algunas veces vemos en  artistas con  otro tipo de autoestima y que mandan  todo  la mierda y les llega al píloro el contrato y la plata. Quizás una actitud que te ayude a meditar y exigir ¡Carajo! ¿Qué coño hago aquí? ¿Quién coño se cree este payaso extraído de la vecindad del chavo para  bromearme irrespetuosamente haciéndome ver como un verdadero cojudo? ¿Tanto cuesta entrar a este enorme mercado del mal gusto?  ¡Qué puta hago acá! ¡Soy  el que llena estadios en el Perú y se divierte en sus programas de televisión! ¡Y me llega al píloro que sean cien millones de posibles compradores de mis discos y que soporten  la voz de Thalia!. ¡Soy Gian Marco y merezco un  mejor trato, y si no es así, por mí,  se pueden ir todos a la misma mierda!
Nunca sabremos que ideas pasaron por su cabeza durante su estadía en aquel programa. Pero lo cierto es que durante su presentación  se lo vio cabizbajo y disminuido,  con ese conocido  semblante que llevan las empleadas del hogar cuando pisan esas exclusivas playas de Asia repletas de miradas despectivas de unos racistas hijos de puta.
Es que lo que escribo es lo que siento. Cuando se trata de defender mi valía y dignidad  no dejo que me pisen el poncho. De eso puedo jactarme.   
¿Por qué tenemos que sentirnos menos que el resto? ¡Carajo!. He nacido en un territorio que fue cuna de la civilización, los incas dominaron Sudamérica, construimos una maravilla moderna. Todo esto son razones indiscutibles para  no sentirnos menos que nadie  y nos hace tener  los huevos necesarios para  exigir un mejor trato a  cualquiera. La realidad es que afuera y como en cualquier otro lugar, te tratan como quieres que te traten. 


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