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jueves, 23 de mayo de 2013

Johanna San Miguel y la gran perra



Estos enfermos que pueblan la televisión peruana nos dieron y nos darán  interminables momentos de inspiración. Los  hemos descrito tantas veces: inválidos mentales de todos los tipos. Los más repulsivos  son los racistas (En el Perú, el término apropiado seria prejuicioso)  sobre todo,  aquellos que intentan  encubrirse con un fingido careto amable y de apertura.  A estos,  algunas veces, esta ventana lucida   los ha desenmascarado,  porque dejaron escapar un pequeño rastro,  suficiente  para que  nuestro olfato descubra y muestre al lector sensato  toda la podredumbre  del que están  hechos.  
Es que esta televisión  se ha vuelto muy agresiva con la mayoría de los peruanos, y no lo digo solo por la sangre y los puñetes y patadas, si no,  porque todos los días insulta a ese poblador,   exponiendo en sus pantallas rostros tan distintos étnicamente de los que se ven mayormente en las calles de cualquier ciudad peruana.                                                                                    
Los pálidos rostros de esta homogenizada televisión  que  representa solo a cuatro millones,  diariamente desprecia  al resto de veintiséis  millones de peruanos que poseemos los rasgos  distintos y la piel más oscura.  Como en la peor época del apartheid sudafricano, nuestros semblantes están prohibidos de hacerse públicos,  a menos que sea vistiendo esos trajes folclóricos desde un arenal y entre alguna que otra  chabola. Nunca con saco y corbata conduciendo un programa de televisión serio ni mostrándonos en el papel de gerente de una empresa.  Y si aparece alguna cholita rica en la pantalla le quitan la identidad llamándole con nombres tan falsos  como Schwarz o Pillman.
Muchos de los blondos personajes que ahora abundan en la televisión  peruana tienen orígenes de alcantarilla y lo manifiestan  cuando nos muestran con decoro su vileza. Y esto sucede frecuentemente, porque, encontrar dentro de esa  minoría étnica, individuos que se atrevan  a salir del anonimato para hacer el ridículo,  ese  número se  reduce aun más. Quedando para los productores  escogerlos de entre los  blancos  pobres,  generalmente con instrucción  básica, es decir, iletrados  o  en su defecto los captan de  aquellas “familias bien” pero con ascendencia viciosa  (mafiosos, drogadictos, políticos , delincuentes, etc.) Además  de  los recientes  mestiblancos,  atareados en dejar lo más pronto  posible su callejón  y sus raíces oscas.   Cuando escasean estos  rostros pálidos nacionales, los realizadores se ven en la necesidad de importarlos del extranjero. No interesa  de donde sean: vagos o asesinos en serie argentinos, traficantes y sicarios colombianos  o balseros cubanos,  porque  el objetivo es cubrir rápidamente  con rostros blancos esta televisión racista peruana. 
Entre juego y juego en esa orgia de culos y músculos  sobresalía un podenco muy  especial, y no era porque su dueña sea  Johanna San Miguel, si no,  porque  el otro día me enteré que esta petisa  le había puesto un nombre muy particular a su mascota.   
Hurgar dentro del encéfalo de los individuos que vemos en la tele es muy complicado,  sobre todo, -como en este caso-, para poder entender qué motivó a esta conductora el bautizarle con el nombre de “quechua”  a su querido  animalito.
Quizás,  sea la muestra más clara de la ignorancia  - creo que es  lo más certero- ,  o será  la manifestación de una simple hija de puta que no se atreve a gritar frente a  cámaras a la mayoría  de peruanos ¡indios de mierda!  Pero, como buena alumna de las monjitas del Santa María,  astutamente lo disimula,  eligiendo  sutilmente  el insulto adecuado y lo vocifera a nivel nacional, llamando a su chucho con el nombre científico de la etnia que mayoritariamente puebla estos territorios. Etnia cuyos  antepasados construyeron  Machu Picchu. Como   son también   de origen Quechua  los apellidos Pachacutec, Quispe,  Humala,  Mamani y tantos otros.
Pero, qué divago, si  está claro que la intención de esta vacía, era deshonrar  a la etnia Quechua.  Siempre fue este el objetivo dentro de la mente  prejuiciosa,  estereotipada  de esta  ingenua conductora, valiéndose –como no- de que su grupo étnico tuvo y tiene bajo su poder la  televisión peruana. Por estas razones se permite la  licencia  de insultar a un pueblo que sigue vivo, -algo desorientado-  pero vigente.
Inútil resultaría  ilustrarle  a esta graciosa  bufona  que  Quechua es sinónimo de Inca.  Y  que  esta etnia construyó  maravillas modernas  e hicieron  del Tahuantinsuyo el imperio más grande del hemisferio  occidental,  y además,  los  Quechuas,  le  heredaron  al Perú  todos esos motivos por lo que hoy somos reconocidos en el mundo.  Pero, para esta  preciosa pequeña  y muestra clara del  más oprobioso desconocimiento albo,  no significa nada.
Hasta cuando seguiremos observando a toda esta camada de ignorantes prejuiciosos   insultando continuamente nuestro pasado,  nuestra cultura y a sus habitantes originarios. Hasta  cuando esta gente no se largará de nuestros territorios si es que tanto les incomoda sus verdaderos habitantes.
Johanna San Miguel, si su objetivo era disminuir la trascendencia del pueblo Quechua llamándole con  ese nombre a su mascotita, le podemos asegurar que lo único que ha conseguido  es que su canino  por la denominación  que ahora detenta sea  desde ahora una  GRAN PERRA.

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