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martes, 1 de agosto de 2017

Nicolás Maduro y el tamal fujimorista


Le pedí un par de tamales, recalcándole que fueran los tradicionales arequipeños  y no esos rojizos de sabor muy distinto  que acostumbran servir algunos de procedencia limeña  o del norte del país, lección aprendida y nunca olvidada desde que aquella vez probé aquellos “tamales” en Trujillo pensando que eran como los de acá, fueron tan incomibles que terminaron en el basurero más cercano. Al ver la cara que puso la mujer, era evidente  que no sabía de lo que estaba hablando. Al preguntarle de donde era, me respondió de Venezuela.   
Según lo que afirmaba,  se vino con  sus dos hijos adolescentes porque en su patria para conseguir comida tenías que viajar a otra ciudad por varios kilómetros, había dinero pero no alimentos, historia muy conocida por aquí.  Su destino iba ser Panamá, pero al final el  clima templado inclinó la balanza para quedarse en  Arequipa, claro que, el frio seco de junio les dio una incómoda bienvenida.
Para venir aquí hay que estar muy  desesperado me dije, es lógico, si veo los índices de desempleo, los bajos sueldos y la deprimente  estabilidad laboral. Pero creo que vendiendo arepas se tiene para sobrevivir en este enorme mercadillo.  
Qué serán de aquellas familias que en la década de los setentas y ochentas abandonaron el Perú con rumbo a Venezuela, particularmente de aquella señora Betty,  una guapa iqueña que se fue a Maracay  junto al marido y sus dos hijas, vendieron todo incluido el LADA recién adquirido.
Una cosa es hacer de pistolero en las calles de Caracas y otra gobernar un país. Nicolás Maduro en estos años ha demostrado que no posee la habilidad suficiente como para sacar a Venezuela del hoyo,  teniendo en sus manos semejante infraestructura, una población instruida, grandes núcleos urbanos, solo Maracaibo es tres veces Arequipa, Valencia dos, y otras tres ciudades igualan en población a la segunda ciudad del Perú. Sin contar esos llanos poblados de bovinos, ese petróleo y sus minas  de hierro y, aquella central hidroeléctrica en el Orinoco, la segunda de Sudamérica, y que, seguro uno perecido, se podría haber construido en la cuenca del Marañón  con los más de 4 mil millones de dólares “desaparecidos” en el régimen del padre de Keiko Fujimori.     
Los más torpes dictadores en la historia de Latinoamérica siempre han elegido perpetuarse en el poder, Fujimori lo hizo en 1993 y hoy lo imita su discípulo  Nicolás Maduro, reemplazando a un congreso opositor mediante una constituyente pelele para así abrirse camino a un siguiente periodo de gobierno.  Son los mismos métodos aplicados por dos tiranos, el caribeño  izquierdista y el otro lo fue de extrema derecha.
Fujimori nos dejó la “cultura” de la corrupción y la falta de estabilidad laboral dentro de otros males y,  Maduro, hasta ahora, no sabemos qué ocurrirá con su régimen, ya que el problema venezolano no solo es un tema sudamericano  sino que  como  Siria en el medio oriente, en su territorio se juega mucho, sobre todo el movimiento en este tablero mundial de reacomodo de piezas  e  influencias,  en donde,  juegan un papel muy importante las grandes potencias beligerantes. Por un lado los EEUU y en la otra esquina Rusia y China.
Las últimas compras militares del régimen de Maduro a Rusia y los préstamos económicos  de China nos dan a entender sobre qué pilares se arrima el muevo régimen chavista. Algún venezolano lo auguró  a comienzos del siglo XX cuando descubrieron sus grandes reservas de petróleo, que esa riqueza iba ser el origen de todos sus problemas.

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