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miércoles, 18 de enero de 2017

Donald Trump y ese nacionalismo

Este viernes juramenta Donald Trump  el nuevo presidente de los Estados Unidos de Norteamérica y el mundo espera ese momento  en una completa  incertidumbre,  casi comiéndose las uñas. Aquí las repetidoras como el Comercio, RPP, Canal N, La Republica, etc. (en realidad todo el puesto de revistas), se alarman,  como sí  realmente  habrá  algún cambio  significativo en ese  trato que siempre ha existido entre la  superpotencia y sus  vecinos que están al sur del Rio Bravo. Más bien, esta especie de paranoia  ha  servido para  desear  –paradójicamente-   lo que antes era satanizado y visto  de reojo, como el TPP por ejemplo,  que ahora  lo promocionan  como si fuese la única salida  para nuestro desarrollo  cuando hace algunos meses, antes del triunfo del magnate,  –entre otros aspectos-  se lo criticaba por ser muy restrictiva en cuestión de la propiedad intelectual.
Otro de los miedos al nuevo habitante de la Casa Blanca es que haría una administración proteccionista  y de escasa apertura  con el exterior.  Hace unos días una de sus conocidas trasnacionales,  para no buscarse problemas con el nuevo gobierno,  había decidido cancelar un millonario proyecto en un país bananero de mano de obra barata y gobierno corrupto,  para establecer  esa planta industrial ahora en los EEUU y así dar empleo  a más de sus  connacionales.   
En América Latina lo ven casi como el demonio encarnado,  sobre todo cuando lo comparan con Obama (ahora más santo que el mismo Martin Luther King),  sin saber que,  ambos son  cara de la misma moneda.  Y es que esta aversión  ha aumentado  desde que en la reciente  campaña  electoral  el ex protagonista de realitys prometió (y ahora lo ha confirmado) que  construiría  un muro en la frontera con México. Después de ver la decadencia de la sociedad mejicana, sus élites corruptas, sus Thalías  y mari mercedes, sus chavos del ocho, sus analfabetos y fanáticos religiosos que llenan sus enormes templos, su violencia callejera, esa telebasura que llega de Televisa y que aquí América TV  lo difunde desde hace varios años con total impunidad. Después de ver todo esto, no le discutimos a Trump el rechazo que tiene a todo lo negativo  que viene de ese país.
Y lo que nadie habla de toda esta milonga es que en el mundo no veíamos  desde la década de los años treinta del siglo pasado el resurgimiento  de los nacionalismos encabezados por notorios caudillos como en su época lo hizo Mussolini y Hitler. Lo paradójico es que hoy ese renacimiento  se va dar en la  cuna de la democracia y las libertades.   
Por la importancia del esta nación y su influencia en el mundo, seguro que este tipo de régimen no será un caso aislado, todo lo contrario, debe ser el inició de la eclosión de otros regímenes con el mismo corte en otras partes del orbe. No olvidemos  el reciente  Brexit  en Inglaterra y el ascenso de Le Pen en Francia.
¿Y cómo vamos por casa?  Es que no podemos ser ajenos a esta corriente. Cómo no creer en el nacionalismo, pero  no ese “bamba” y risible  que encabezó  Ollanta Humala y sus perdedores, ni tampoco ese nacionalismo que siempre se han apropiado los izquierdistas. Sino estamos hablando de ese nacionalismo positivo  que te hace amar a tu nación, a tu bandera. Que te da sentido de pertenencia y esa  confianza que te insta a   crear industrias y riqueza para que progrese tu pueblo, como es en Rusia,  Reino Unido o en los mismos Estados Unidos. Ese nacionalismo que  rescate esos valores milenarios que están en ese muro Inca, en ese Qhapaq Ñan, en la perfección que se rescata de ese tapiz huari y de esa cultura milenaria que existe desde Caral.

Y si en la tierra del Tío Sam  que es un país joven lo han entendido al elegir  a Trump con mayor razón en nuestra comarca  que posee una existencia milenaria.

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