Este viernes
juramenta Donald Trump el nuevo
presidente de los Estados Unidos de Norteamérica y el mundo espera ese
momento en una completa incertidumbre,
casi comiéndose las uñas. Aquí las repetidoras como el Comercio, RPP,
Canal N, La Republica, etc. (en realidad todo el puesto de revistas), se
alarman, como sí realmente
habrá algún cambio significativo en ese trato que siempre ha existido entre la superpotencia y sus vecinos que están al sur del Rio Bravo. Más
bien, esta especie de paranoia ha servido para desear –paradójicamente- lo que
antes era satanizado y visto de reojo,
como el TPP por ejemplo, que ahora lo promocionan como si fuese la única salida para nuestro desarrollo cuando hace algunos meses, antes del triunfo
del magnate, –entre otros aspectos- se lo criticaba por ser muy restrictiva en
cuestión de la propiedad intelectual.
Otro de los
miedos al nuevo habitante de la Casa Blanca es que haría una administración
proteccionista y de escasa apertura con el exterior. Hace unos días una de sus conocidas
trasnacionales, para no buscarse
problemas con el nuevo gobierno, había decidido
cancelar un millonario proyecto en un país bananero de mano de obra barata y
gobierno corrupto, para establecer esa planta industrial ahora en los EEUU y así
dar empleo a más de sus connacionales.
En América
Latina lo ven casi como el demonio encarnado, sobre todo cuando lo comparan con Obama (ahora
más santo que el mismo Martin Luther King),
sin saber que, ambos son cara de la misma moneda. Y es que esta aversión ha aumentado
desde que en la reciente campaña electoral el ex protagonista de realitys prometió (y
ahora lo ha confirmado) que construiría un muro en la frontera con México. Después de
ver la decadencia de la sociedad mejicana, sus élites corruptas, sus Thalías y mari mercedes, sus chavos del ocho, sus
analfabetos y fanáticos religiosos que llenan sus enormes templos, su violencia
callejera, esa telebasura que llega de Televisa y que aquí América TV lo difunde desde hace varios años con total impunidad.
Después de ver todo esto, no le discutimos a Trump el rechazo que tiene a todo
lo negativo que viene de ese país.
Y lo que
nadie habla de toda esta milonga es que en el mundo no veíamos desde la década de los años treinta del siglo
pasado el resurgimiento de los
nacionalismos encabezados por notorios caudillos como en su época lo hizo Mussolini
y Hitler. Lo paradójico es que hoy ese renacimiento se va dar en la cuna de la democracia y las libertades.
Por la importancia
del esta nación y su influencia en el mundo, seguro que este tipo de régimen no
será un caso aislado, todo lo contrario, debe ser el inició de la eclosión de otros
regímenes con el mismo corte en otras partes del orbe. No olvidemos el reciente Brexit en
Inglaterra y el ascenso de Le Pen en Francia.
¿Y cómo vamos
por casa? Es que no podemos ser ajenos a
esta corriente. Cómo no creer en el nacionalismo, pero no ese “bamba” y risible que encabezó Ollanta Humala y sus perdedores, ni tampoco
ese nacionalismo que siempre se han apropiado los izquierdistas. Sino estamos
hablando de ese nacionalismo positivo que
te hace amar a tu nación, a tu bandera. Que te da sentido de pertenencia y esa confianza que te insta a crear
industrias y riqueza para que progrese tu pueblo, como es en Rusia, Reino Unido o en los mismos Estados Unidos. Ese
nacionalismo que rescate esos valores
milenarios que están en ese muro Inca, en ese Qhapaq Ñan, en la perfección que
se rescata de ese tapiz huari y de esa cultura milenaria que existe desde
Caral.
Y si en la
tierra del Tío Sam que es un país joven
lo han entendido al elegir a Trump con
mayor razón en nuestra comarca que posee
una existencia milenaria.
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