El
fujimorismo a infestado como el cáncer las principales instituciones de la
república, por lo tanto, todo lo que cavilen será para minar lo mucho que nos había costado
a los peruanos, como el regreso de la democracia,
y qué mejor forma de agujerear este neonato periodo que llevando
precipitadamente a la celda a uno de sus gobernantes.
Era evidente
y era de esperarse, un recio cholo que
se atrevió a gobernar este país de “cholos
avergonzados” (y esto me cuesta aceptarlo) no podía salir
librado así tan fácilmente. Esas élites nunca le tuvieron respeto (y él tampoco
hizo mucho para ganárselo). Todavía recuerdo la silbatina que recibió cuando el Caso Zaraí aún estaba fresco, tuvo la mala suerte de caer
en una playa de un club de uniformados ¿dónde
todavía? De nada sirvió su investidura de Presidente de la República porque para
todos esos socios que estaban tomando sol esa mañana este atrevido merecía saber que para ellos solo era un cholo que no
se diferenciaba del cabizbajo portero que al ingresar les había saludado. Fue abucheado, burlado e insultado, la excusa: Zaraí.
Ese mismo
comportamiento también lo tuvieron casi todos los peruanos durante todo su
mandato, fue negado millones de veces, solo por su rostro. Hicieron mofa de cada una de sus frases que utilizó en campaña y los que de vez en cuando su compañera
belga vociferaba. Jamás fue tolerado, solo
tenía que aparecer el escandalo preciso para denigrarlo lo suficiente y así de sus
cuatro extremidades mutilarlo políticamente manchando su biografía exigiendo su detención. Suficiente para que quede en la memoria de esa elite criolla que a ese temerario de fuertes
rasgos indígenas que llegó a ser su mandatario ahora lo tienen como siempre lo
quisieron ver como el cholo ordinario y
ratero.
El huayco
andino es incontenible. Han sido quinientos coercitivos años y por la salud del
Perú, el ciclo está por renovarse. Sabedores
de esto, estas élites racistas y rencorosas en estos últimos años con el fin de calmar en el pueblo
ese mesianismo andino, les ofrecieron
a toda esa muchedumbre agitada un
par de “mesías” que iban a tener sus
mismos rostros (Toledo y Humala) Y los electores por un momento se entusiasmaron
porque al cabo de cuatro años les convencieron que una persona de su color y estrato nunca estará
en condiciones de gobernar. Al final el mensaje era que desistan en
buscar un gobernante cholo como ellos, así
que tendrán que conformarse como siempre ha sido, con uno como la minoría que
los gobierna siempre, lo más pálido posible.
Como en las
películas gringas el primero que muere siempre ha sido y será el protagonista negro, aquí
también, después que apareció el escándalo de los sobornos de Odebrecht , de todos los ex presidentes el más cholo siempre será la primera víctima,
cuando todos sabemos que hubieron peores.
Toledo perdió
el respeto por el mismo cuando llevó su herencia milenaria como siente un
turista gringo al ver un suvenir andino, y se entregó aquiescente a toda esa parafernalia occidental. Nunca fue visto como un ser digno
de respeto, porque nunca tuvo identidad étnica, solo se limitó a ser un simple
cholo aculturizado. Distinto hubiera sido si se hubiera asumido quechua, pero
eso le hubiera hecho temblar las piernas
y sudar frio, mejor un vaso de whiskie y
hablar inglés para mitigar ese encojo.
Para sus
mentores en Stanford siempre fue visto
como los dirigentes del Barza vieron al pequeño Messi en esa villa polvorienta bonaerense, como un simple “conejillo de indias” sin arraigo ni identidad y en el que se podía
experimentar.
Grandes
enseñanzas que nos dejan estos tiempos, el derecho a poseer una identidad
étnica base de la autoestima de una persona, en este momento, es privilegio que
pocos nos podemos dar en este país, mientras tanto el sentirse marginal de por
vida siempre será una de la causantes para caer en el pillaje y la corrupción.
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