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martes, 30 de agosto de 2022

La Carretera al infierno

 


Esto ya es el colmo.

Causa vergüenza ajena ver como a colapsado hace ya mucho tiempo la Carretera Panamericana (La principal vía de transporte terrestre de este país andino).

Se han sucedido innumerables gobiernos, unos más mortíferos que otros, pero eso sí, ninguno se ha atrevido a ampliar o mejorar mínimamente esa importante arteria que une nuestro país desde la frontera con Ecuador hasta Chile.

Sería penoso culpar a los funcionarios públicos encargados de este tema.

Cómo interrumpir una orgia de un grupo decadente que languidece intoxicados de opiáceos, embriagados de barbitúricos y ansiolíticos, en fin, ahogados en un costal de pastillas y jarabes que les debe impedir ver su diaria y estéril labor.

Se nota, sobre todo, cuando viajan a provincias de observadores, a ver cómo funciona el aparato estatal.

Cansados y desanimados resignados a hundirse en una gestión “aburrida y mediocre”.

Gordos y sumidos en un estupor narcótico mientras hay un mundo joven que gira y estos despojos permanecen ajenos a todo lo que ocurre, en lo que parecería la recta final de sus vidas.

Mientras se recuestan derrotados en sus escritorios de la ciudad de Lima, sin saber ya qué hacer con sus desmesurados sueldos, junto a toda esta escena patética resplandece el vidrio que cubre sus diplomas y posgrados todos firmados en universidades estadounidense. Completamente inútiles, siguiendo directrices que nos siguen hundiendo en el letargo del subdesarrollo.

¿si no es eso, qué entonces?

Para encontrar las causas del caótico estado de la Carretera Panamericana, también hay que tener presente que la corrupción está muy generalizada, tanto que, sería un milagro encontrar que alguno de estos burócratas no forme parte de ella.  

En estas época oscura y pandémica para estos protagonistas la vida no vale nada menos aun el futuro de un país.

Pero uno yerra si cree que el resto del mundo está jodido y moribundo como aquí, sin aspiraciones a nada y que han perdido completamente la esperanza para un mejor porvenir.

Es que, en valores, iniciativas y toda esa energía que te ayuda a prosperar, en eso, estamos por debajo de los africanos.

Ha esto nos han reducido nuestra clase política y empresarial.

En materia de vías comunicación estamos estancados hace décadas, cuánto necesitamos de esos políticos y esa elite que movilizan a Kenia, por ejemplo.

Un país que cuenta con menos de la mitad de nuestro territorio y una población mejor distribuida que nosotros.

Ahí es donde están construyendo, si es que ya no lo han terminado, una impresionante autopista que unirá la capital Nairobi (que cuanta casi con la misma población de Lima metropolitana) con el principal puerto Mombasa (que posee igual población que la ciudad de Arequipa).

Este país del este africano, con todos sus problemas que esto implica, está construyendo más de cuatrocientos   kilómetros de una autopista de 4 carriles y, ahí no acaba todo, porque el proyecto incluye ampliar hasta en seis carriles en uno de sus tramos.

Este tipo de obras es una utopía hoy en el Perú. Esta es la realidad.

Mientras tanto, nos entretenemos con los líos de cantina entre izquierdistas y derechistas, entre gobiernistas y opositores, entre antauristas y fujimoristas, entre los blancos y los cholos, entre los Gonzales y los Maldini.

Mientras toda esta decadencia nos estruja en el rostro, en otros lugares del planeta diseñan y concretizan aquella infraestructura que les servirá para que en las siguientes décadas África sea el centro del desarrollo.

En nuestra comarca su elite y funcionarios hace tiempo “tiraron la toalla”.


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