Esto ya es el colmo.
Causa vergüenza ajena ver como a colapsado hace
ya mucho tiempo la Carretera Panamericana (La principal vía de transporte terrestre
de este país andino).
Se han sucedido innumerables gobiernos, unos más mortíferos
que otros, pero eso sí, ninguno se ha atrevido a ampliar o mejorar mínimamente
esa importante arteria que une nuestro país desde la frontera con Ecuador hasta
Chile.
Sería penoso culpar a los funcionarios públicos encargados
de este tema.
Cómo interrumpir una orgia de un grupo decadente que languidece
intoxicados de opiáceos, embriagados de barbitúricos y ansiolíticos, en fin, ahogados en un costal de pastillas y jarabes que les debe impedir ver su diaria y estéril labor.
Se nota, sobre todo, cuando viajan a provincias de
observadores, a ver cómo funciona el aparato estatal.
Cansados y desanimados resignados a hundirse en una
gestión “aburrida y mediocre”.
Gordos y sumidos en un estupor narcótico mientras hay un
mundo joven que gira y estos despojos permanecen ajenos a todo lo que ocurre,
en lo que parecería la recta final de sus vidas.
Mientras se recuestan derrotados en sus escritorios de la
ciudad de Lima, sin saber ya qué hacer con sus desmesurados sueldos, junto a
toda esta escena patética resplandece el vidrio que cubre sus diplomas y posgrados
todos firmados en universidades estadounidense. Completamente inútiles, siguiendo
directrices que nos siguen hundiendo en el letargo del subdesarrollo.
¿si no es eso, qué entonces?
Para encontrar las causas del caótico estado de la Carretera
Panamericana, también hay que tener presente que la corrupción está muy generalizada,
tanto que, sería un milagro encontrar que alguno de estos burócratas no forme
parte de ella.
En estas época oscura y pandémica para estos protagonistas
la vida no vale nada menos aun el futuro de un país.
Pero uno yerra si cree que el resto del mundo está jodido
y moribundo como aquí, sin aspiraciones a nada y que han perdido completamente la
esperanza para un mejor porvenir.
Es que, en valores, iniciativas y toda esa energía que te
ayuda a prosperar, en eso, estamos por debajo de los africanos.
Ha esto nos han reducido nuestra clase política y empresarial.
En materia de vías comunicación estamos estancados hace décadas,
cuánto necesitamos de esos políticos y esa elite que movilizan a Kenia, por
ejemplo.
Un país que cuenta con menos de la mitad de nuestro
territorio y una población mejor distribuida que nosotros.
Ahí es donde están construyendo, si es que ya no lo han
terminado, una impresionante autopista que unirá la capital Nairobi (que cuanta
casi con la misma población de Lima metropolitana) con el principal puerto Mombasa
(que posee igual población que la ciudad de Arequipa).
Este país del este africano, con todos sus problemas que
esto implica, está construyendo más de cuatrocientos kilómetros
de una autopista de 4 carriles y, ahí no acaba todo, porque el proyecto incluye
ampliar hasta en seis carriles en uno de sus tramos.
Este tipo de obras es una utopía hoy en el Perú. Esta es
la realidad.
Mientras tanto, nos entretenemos con los líos de cantina
entre izquierdistas y derechistas, entre gobiernistas y opositores, entre
antauristas y fujimoristas, entre los blancos y los cholos, entre los Gonzales y
los Maldini.
Mientras toda esta decadencia nos estruja en el rostro, en
otros lugares del planeta diseñan y concretizan aquella infraestructura que les
servirá para que en las siguientes décadas África sea el centro del desarrollo.
En nuestra comarca su elite y funcionarios hace tiempo “tiraron
la toalla”.
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