Con algo más de un
millón de habitantes, la ciudad de
Arequipa no posee
un solo teatro con cierto nivel, alguno
que por lo menos iguale en capacidad y diseño a aquellas
que dan categoría a otras ciudades en el mundo; pero eso sí, en esta ciudad enclavada
a los pies del volcán Misti sus autoridades derrochan los recursos públicos en la construcción de un gigantesco y millonario templo
religioso en medio del desierto.
Somos tercermundistas
somos subdesarrollados eso está claro, somos primitivos, y estos desaciertos nos dan toda la razón.
Algunos políticos y
gobernantes actuales privan de muchas
cosas a los peruanos sobre todo de
infraestructuras que podrían servir para promover actividades sanas para el ser
humano como el deporte o aquellas artes que para desarrollarlas necesitan de ciertos
escenarios.
Los recursos existen
pero se utilizan muy mal y esto deja a nuestras
ciudades peruanas sin grandes teatros o como el caso que a continuación
narraremos nos privan de estadios importantes.
El estadio Luzhniki de
Moscú, donde se jugará el partido inaugural
y la final del mundial de fútbol Rusia 2018, después de tres años de trabajos
lo han dejado como uno de los más modernos
y atractivos del mundo.
Esa arena que cobijó
importantes eventos deportivos como las Olimpiadas de 1980 y la final de la Champions
League del 2008, ha quedado perfecto. La
pista atlética despareció y en su lugar construyeron unas tribunas que en
armonía llegan simétricamente hasta el borde de la cancha, y no terminan
cortados bruscamente como en el centenario de Montevideo o el del Cusco y tantos
otros que al intentar ampliar los estrados sobre lo que era la pista atlética
terminan edificando verdaderos bodrios. El costo para toda la remodelación del
Luzhniki fue de alrededor de 45 millones de dólares.
Hace unos días notamos que el Estadio Nacional resultó pequeño para
disputar el repechaje entre los seleccionados de Perú y nueva Zelanda, es inconcebible que para una gran urbe como Lima que ronda
los 9 millones de habitantes ese estadio
solo tenga la capacidad para albergar algo más de 50 mil espectadores y, lo más
terrible de todo esto es que fue recientemente remodelado. Alan García en un
colorido show entregó al público un ínfimo estadio con unos enormes, desastrosos
y feos palcos suites, no solo son deformes y de mal gusto sino que envían un mensaje al mundo sobre un Perú muy dividido y exageradamente desigual e injusto, en donde los ricos (más claros) desde sus horribles
palcos (reflejo de su incultura), miran desde arriba a un pueblo hacinado sentado sobre un frío pavimento.
Sus diseñadores con los cerebros de unos tercos tercermundistas que todavía están congelados en las divididas Republica de indios y la República de españoles, dejaron una inútil pista atlética eliminada de forma inteligente y eficiente en la remodelación del Luzhniki.
La supuesta “modernización” que se hizo al Estadio nacional de Lima fue insuficiente y
torpe, dejando un recinto grotesco que deja un mensaje negativo sobre nuestra
sociedad peruana que busca ser democrática e igualitaria como las más avanzadas sociedades.
La remodelación del Estadio nacional durante el gobierno de Alan García tuvo un costo de alrededor de 60 millones de dólares que supera enormemente a los 45 millones de dólares que se invirtieron en el Luzhniki de la capital rusa.