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sábado, 3 de julio de 2010

La derrota argentina

Si uno observa el mapa de ese país se da cuenta que la providencia le ha dado a la Argentina el territorio necesario como para poder alcanzar los más altos grados de desarrollo y brindar un bienestar suficiente para toda su población. Llano y con gran parte de su territorio ubicado al sur del trópico de capricornio, hacen de estos lugares propicios como para ser poblados densamente y alcanzar los confines de sus extensas fronteras.
Ricas tierras que para un pueblo laborioso y organizado sería el lugar perfecto para construir una gran nación. Pero es aquí en donde el sueño se convierte en una pesadilla dramáticamente dolorosa. Así es, por diferentes motivos, hoy de aquella irracional Argentina soberbia y orgullosa por tener la errónea idea de ser la heredera de occidente, de esa pequeña Europa rodeada de hostiles indios salvajes, hoy por hoy ha quedado reducido a la peor minucia.
Con un 30 % de pobreza, su clase política totalmente corrompida y un pueblo idiotizado por una televisión plagada de piolas tercermundistas a lo Tinelli o Jiménez. Observan toda esa basura sensacionalista y amarillista de Telefe como de otras cadenas televisivas que lo embrutece y lo enferma al punto de refugiarse ciegamente en una autoestima patológicamente inflada que no le ayuda a darse cuenta de su patético estancamiento.
Ahora más que nunca es cierto cuando se manifiesta que el futbol indudablemente representa lo bueno y lo malo de una sociedad y en el caso argentino nos muestra con su selección esa decadencia que ya viene arrastrando hace ya varias décadas.
Los militares fascistas y la iglesia católica argentina exterminaron a una buena parte de los intelectuales argentinos durante los años 60, 70 hasta 1983. Y con ellos los últimos rezagos de la lucidez que había sobrevivido de ese rosario de gobiernos dirigidos por ese torpe aprendiz fascista llamado Perón.
Hoy lo visto en el partido de futbol entre al albiceleste y el equipo teutón grafica todo lo que escribimos. El estancamiento argentino es el reflejo del estancamiento de su sociedad, de su país. Un país que -como muchos en Latinoamérica- mientras no se independicen mentalmente de todas aquellas cadenas que lo atan permanentemente a la corrupción, el desorden, los deísmos y todas aquellas manifestaciones anacrónicas, nunca podrán salir de ese escollo al que han sido condenados por ellos mismos. Porque los rostros de un boliviano, un paraguayo o un argentino son notablemente distintos, pero, cuando piensan los hacen indiscutiblemente muy parecidos.

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