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domingo, 18 de junio de 2017

El discurso ecuatoriano

Un tecleado más, uno más,  mientras el televisor continuaba encendido. Esta vez, en esa caja  boba no estaban las putas ni los mismos musculosos con cerebros de mierda. Ni salía el conocido lenguaje baboso y chueco de Becerril, no estaba Jorge del Castillo excluyendo a los quispes y mamanis, junto a toda esa jauría de perros de presa que salpican diariamente su gargajo más fanático y que tienen el micrófono siempre abierto para su protagonismo tan  repugnante  como ese chucho inflado en la torrentera porque sigue relleno de esa enorme cantidad de gusanos.  
Ese televisor de 14 pulgadas, ahora no se trastornaba  con el alarido yihadista de Phillip Butters  afirmando que para ser peruano tienes que vestirte con un atuendo morado y cargar aquellas pesadas andas en esa procesión o cuando emite la voz de Luz Salgado y  sus ínfulas de zarina caprichosa.
Parecía que algún alma en pena había vuelto de la Constituyente de 1979  y estaba dando un discurso plagado de  humanidad, sensibilidad social y bien común, una costumbre hoy extinta desde que el fujimorato impuso  ese leguaje de estólido cajero a  los que tienen la palabra en ese tipo de ceremonias.  
Era extraño escuchar esas progresistas soflamas en la televisión y los medios de hoy en día  que más destacan  a los que lideran la revista Forbes que al número creciente de tuberculosos que da el MINSA.
Estaba oyendo palabras como reciprocidad, respeto al ser humano, más o menos, como la voz de un gobierno que velaba por los intereses de sus ciudadanos. Era raro no escuchar a Velásquez Quesquén disculpándose reiteradamente  para no ofender a esa  trasnacional de telecomunicaciones o a la millonaria minera toxica y a la vez consintiendo  que continúe sin pagar sus impuestos dejando entrever que ambas tienen más derechos que un  simple ser humano.
Aquella extraña disertación hablaba de respeto a la diversidad y el sentido de pertenencia a un pasado milenario y de patriotismo pero no ese manotazo de yuppie que a duras penas se sujeta a un plato de ceviche o un pisco, sino, de aquel que te asienta los cojones y te afirma a una tierra  porque sabes que existe un gobierno que no ha sido suprimido con ese discurso noventero de finales del siglo XX, por el cual, al seguir la línea de la “NO intervención del estado” han exagerado tanto hasta llegar  a olvidar la salud y la educación y el sentido de bienestar de la población.
Extra planetaria alocución con un acento que no era de acá. Dejé de teclear y me acerqué a la pantalla para ver quién era el que pronunciaba tan saludable arenga y me encontré con la juramentación del nuevo presidente del Ecuador.
Qué sano se escuchaba ese discurso sin las peroratas de Luz Salgado, los galarreta, los becerriles,  los del Castillo y los alanistas, las keikos y sus chacones. Sin la irracional barbarie de ese largo etcétera.
Tal vez ahí está la razón por la que en ese pequeño territorio han sabido equilibrar bien su población: tienen a Quito y Guayaquil como las dos grandes urbes del país que compiten por ser las mejores, uno desarrollando los Andes y la otra mirando al mundo, una nacionalista y la otra cosmopolita. Encontraremos también dentro de todo esto, las razones por la que un equipo de fútbol  ecuatoriano como el LDU de Quito ganó la Copa Libertadores en el año 2008.
Defensa de los recursos de tu país, patriotismo,  solidaridad con los que menos tienen, respeto a tus raíces. Cuán necesarios son para elevar la autoestima de un pueblo. Esa es la pura verdad.

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