La
política es un mundo roñoso, punible y sobre todo tiene la
particularidad de ser tan adictiva como el más eficaz
estupefaciente. Un día eres el todopoderoso y sin darte cuenta al
rato te vuelves el más insignificante de los mortales. Algunos, al
verse que ya no están dentro de ella como protagonistas, creen que
sus vidas se vuelven inútiles, y la muerte coquetea con ellos
oronda apoyada por la postergación y el hastío, como lo hace
muchas veces con el recientemente jubilado.
Un
día a este personaje se le ocurrió marcharse a Seúl. Eso no tenía
nada de malo, el detalle estaba en que lo hizo desempeñándose como
alcalde de una Lima llena de basurales, comercio ambulatorio,
apagones y jaqueada por los coches bombas del terrorismo. Todo el
mundo por esos días se preguntaba: ¿Dónde está el alcalde? Y
nadie daba razón de su paradero. Después de unos días, regresó
Del Castillo, no solo más relajado sino con la escusa de que su
viaje a Corea del sur no fue por motivos de las olimpiadas, sino,
para adquirir algunos buses y aliviar en algo el caótico transporte
de la ciudad de Lima. Su acelerada respuesta no cesaron las
críticas de la opinión pública, más bien, sirvieron para que los
programas cómicos lo eligieran como el preferido para sus
imitaciones.
Un
par de décadas después, lo vimos esa mañana en aquella entrevista.
Ya no excusándose de algún viaje hecho, sino que ahora intentaba
evadir la imagen que lo había venido acompañando hace ya mucho
tiempo. Él, sin querer, resumía lo que había sido su vida política
con un “ya no quiero ser el huele guisos”.
Palabras
cortas pero muy reveladoras si conocemos lo que significa ser un
“huele guisos”, que si utilizamos la expresión correcta,
tendríamos que decir en realidad “huele pedos” o lo que en
España le llaman “lame culos”. Al final todos estos términos
hablan de lo mismo. Son aquellas personas que se caracterizan por
asumir cargos importantes o de alguna confianza del jefe, pero con la
pequeña salvedad de que esa notoriedad no es consecuencia de haber
superado al resto por poseer un enorme cúmulo de ejemplares
atributos. Esos no serán nunca los motivos de su ascenso, más
bien, dentro de sus malas artes destaca haber sido el mejor de los
huele guisos, el más capaz de los huele pedos, el campeón de los
lame culos.
La
lista de estos es muy larga, y están por todos lados y en todo
tipo de organización desde aquel taller de mecánica hasta la más
importante empresa o agrupación política peruana. Estos como ruines
y cobardes tramposos no hay quien les gane, porque para sobresalir
del resto, perpetraron eficientemente su principal maniobra que
consistía en buscar al más lúcido y capaz del grupo y acabar con
él, utilizando cualquier medio para que el tuerto siga siendo el
rey. Al final este tipo de seres se mantienen pero con la desgracia
de que junto con ellos se quedan también la mediocridad y el
estancamiento.
A
través de la historia han existido tantos que faltaría papel para
enumerarlos, la mayoría anónimos por lo intrascendentes. Por
ejemplo, durante la Guerra del Pacifico, el mejor barco peruano
“Independencia” no lo conducía Grau, sino un desconocido que
seguramente formaba parte de ese grupo al cual hoy le dedicamos
estas notas.
Cuantos
personajes tienen estas conductas. En el trabajo, cuantas veces nos
hemos chocado con gentes tan mediocres y obtusas pero intocables,
porque, ostentan ciertos beneficios por ser el mejor huele pedos del
jefe. Cuantos huele guisos existen hoy en la política peruana,
intrascendentes, pero eso sí, sirvieron de mucho a su amo, porque
al final de cuentas ese fue el papel que siempre representó el huele
guisos con su actitud, ser un simple siervo.
Del
Castillo en esa entrevista, después de tranquilizarse por no
encontrar quispes y mamanis en el primer gabinete de Humala, dijo que
se encargaría de mantener la institucionalidad de su partido.
Irónico, con un partido que ha sido purgado de líderes y sometido a
los gustos e intereses de su eterno caudillo. Porque es fácil hacer
a un lado a los huele guisos, ya que por las pocas virtudes de estos,
nunca serán competencia para el más holgazán de los aprovechados.
Jorge
del Castillo, pertenece a una generación de políticos que no
sirven para una sociedad joven y con grandes deseos de superación.
Esos métodos que en realidad significa utilizar la pendejada
acriollada como forma de hacer política, servirá quizás para
llegar a liderar una agrupación política en el Perú, pero, nunca,
para fortalecer las instituciones democráticas de un país y hacer
de una sociedad más fuerte y competitiva.