La Universidad
Nacional de San Agustín (UNSA) en su larga historia ha tenido innumerables rectores, quizás, algunos, destacarían por su honestidad y laboriosidad, pero otros,
con justa razón, habrán quedado en el olvido porque fueron simples y despreciables sanguijuelas.
Se debería, con justa razón mantenerlos en ese olvido, pero algunos, sus “hazañas” fueron tan destructivas, que sería
una completa injusticia no dedicarles algún escrito.
En esa negra lista uno de estos personajes destacaría sobre el resto, porque en su efímera gestión se iba a producir
uno de los mayores atentados a nuestro
valioso y milenario patrimonio cultural. Fue una imperdonable afrenta a nuestros propios cimientos e ideales.
Víctor Hugo Linares Huaco, siempre se mostró como el típico “pendejo”. Era lenguaraz e inculto, con un vocabulario muy limitado. Hablaba muy mal para ser catedrático y daba vergüenza ajena solo escucharlo. Aún recuerdo su mediocre discurso cuando asumió el cargo
de decano de aquella facultad, con esa soflama digna de un techamiento de arrabal, redujo aquella ceremonia con su monserga de parroquianos de algún bar de la calle dos de mayo. Me preguntaba: ¿Cómo
estos tipos podían asumir esos cargos? Pero eran esos tiempos, en donde, el
cochambre estaba institucionalizado, -como
ahora, creo-.
Perecía que sus “malas
artes” se limitarían a aquella facultad, pero no fue así, porque después de unos años, me enteré por las
noticias que había asumido el cargo de rector de la casa Agustina. Tremenda amenaza se cernía
sobre la UNSA.
No podía ser para
menos, porque cuando escuché su nombre, solo atiné a mover la cabeza y pensar
¿Qué mierda hará este gamberro en ese cargo? ¿Qué escándalo surgirá en su gestión? ¡Pobre
UNSA!
No paso mucho para que el tiempo me diera toda la razón.
Unos años antes
de aquella noticia, me encontraba en el museo de la UNSA. Lo que iba ser un simple paseo, se convertiría
verdaderamente en algo extraordinario.
Entre vitrinas
polvorientas, momias y ceramios, pésimamente conservados, me llamó la atención
un par de enormes tapices, el más grande era de color turquesa, y ambos estaban
tirados inermes sobre un improvisado mesón
de madera, que esa mañana, cobijaba a la más fina y perfecta muestra
de nuestro milenario arte textil. Era cierto, cuando dicen que aquellos tejidos
wari eran en realidad lienzos que
guardan discretamente esa escritura iconográfica
que el peruano antiguo utilizaba para
comunicar su forma de vida y valores, y
esa mañana, percibí esa perfección, disciplina y orden, esos valores que hoy
los peruanos necesitamos con urgencia y que antes en nuestro pueblo eran innatos.
Al pasar mi mano sobre sus hilos, noté una suavidad indescriptible, quedé atónito, disfrutando
de ese placentero momento, cuando de pronto, una voz áspera, me interrumpió,
era el conserje de aquel
museo, diciéndome con voz baja, “si supiera cuánto valen”.
No dudé sobre el
valor de esos tejidos, pero, lo que sí me despertó cierta extrañeza, fue la forma cómo lo dijo, con un acento vil y
malicioso.
Me quedé pensando en
las palabras de ese tipo mientras iba abandonando ese local, y lógico, era
evidente que esos valiosos textiles corrían un enorme peligro en ese vericueto.
Y así fue, unos años después,
leía en las noticias que se había producido un robo en aquel museo y dentro de los objetos desaparecidos, estaban
aquellos tapices wari.
¡hijos de mil putas!
¡mal nacidos! ¡salvajes de mierda! Grité impotente.
Era como si me
hubieran arrancado un brazo.
Según los peritos
llegados desde Lima, el monto de lo robado ascendía en el mercado negro a unos
ocho millones de dólares. Obviamente, todo quedó en nada.
Ya han pasado más de cuatro
años y aún no hay culpables de aquel robo, y aquellos tapices siguen extraviados.
Sí, hoy, Víctor Hugo
Linares Huaco, no será recordado por
haber sido un profesor mediocre, o un intrascendente
decano, o un efímero rector, sino, que pasará
a la historia de esa
universidad y su epígrafe siempre estará ligado a la desaparición de tan valioso legado
de nuestros antepasados que como rector y autoridad de esa casa de estudios no
supo proteger.
Así es, Víctor Hugo Linares Huaco, pasará a la historia de esa universidad porque en su
gestión se realizó el robo de unos
valiosos tapices warí, todo porque valían
ocho millones de dólares, que para algunos miserables es el costo de su puta vida.
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