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martes, 14 de enero de 2020

Por ocho millones de dólares



La Universidad Nacional de San Agustín (UNSA) en su larga historia ha tenido innumerables rectores, quizás, algunos,  destacarían  por su honestidad y laboriosidad, pero otros, con justa razón,  habrán  quedado en el olvido porque fueron simples y despreciables  sanguijuelas.
Se debería,  con justa razón mantenerlos en ese olvido,  pero algunos,  sus “hazañas” fueron tan destructivas, que sería una completa injusticia no dedicarles algún escrito.
En esa negra lista  uno de  estos personajes destacaría sobre el resto,  porque en su efímera gestión se iba a producir  uno de los mayores atentados a nuestro valioso y milenario patrimonio cultural. Fue una imperdonable afrenta  a nuestros propios cimientos e ideales.
Víctor Hugo Linares Huaco, siempre se mostró como el típico pendejo”.  Era lenguaraz e inculto, con un vocabulario muy limitado. Hablaba muy mal para ser catedrático  y daba vergüenza ajena  solo escucharlo. Aún  recuerdo su mediocre discurso cuando asumió el cargo de decano de aquella facultad, con esa soflama  digna de un techamiento de arrabal, redujo aquella ceremonia con su monserga de parroquianos de algún bar de la calle dos de mayo. Me preguntaba: ¿Cómo estos tipos podían asumir esos cargos? Pero eran esos tiempos, en donde,  el cochambre estaba institucionalizado,  -como ahora, creo-.
Perecía que sus “malas artes” se limitarían  a aquella  facultad, pero no fue así, porque después de unos años, me enteré por las noticias que había asumido el cargo de rector de la casa Agustina. Tremenda amenaza se cernía sobre la UNSA.
No podía ser para menos, porque cuando escuché su nombre, solo atiné a mover la cabeza y pensar ¿Qué mierda hará este gamberro en ese cargo? ¿Qué escándalo surgirá en su gestión? ¡Pobre UNSA!
No paso mucho  para que el tiempo me diera toda la razón.
Unos años antes de aquella noticia, me encontraba en el museo de la UNSA. Lo que iba ser un simple paseo, se convertiría  verdaderamente en algo extraordinario.
Entre vitrinas polvorientas,  momias y ceramios,   pésimamente conservados, me llamó la atención un par de enormes tapices, el más grande era de color turquesa, y ambos estaban tirados  inermes sobre un improvisado mesón de madera,  que esa mañana, cobijaba a la más fina y perfecta muestra de nuestro milenario arte textil. Era cierto, cuando dicen que aquellos tejidos  wari eran en realidad lienzos que guardan discretamente esa  escritura iconográfica  que el peruano antiguo utilizaba para comunicar  su forma de vida y valores, y esa mañana,  percibí esa perfección,  disciplina y orden, esos valores que hoy los peruanos necesitamos con urgencia y que antes  en nuestro  pueblo eran innatos.
Al pasar mi mano  sobre sus hilos, noté una  suavidad indescriptible, quedé atónito, disfrutando de ese placentero momento, cuando de pronto,  una voz áspera,  me interrumpió, era el conserje de aquel museo, diciéndome con voz baja, si supiera cuánto valen.  
No dudé sobre el valor de esos tejidos, pero, lo que sí me despertó cierta extrañeza,  fue la forma cómo lo dijo, con un acento vil y malicioso.
Me quedé pensando en las palabras de ese tipo mientras iba abandonando ese local, y lógico, era evidente que esos valiosos textiles corrían un enorme peligro en ese vericueto.
Y así fue, unos años después,  leía en las  noticias  que se había producido un robo en aquel museo  y dentro de los objetos desaparecidos, estaban  aquellos tapices wari.
¡hijos de mil putas! ¡mal nacidos! ¡salvajes de mierda! Grité impotente.
Era como si me hubieran arrancado un brazo.
Según los peritos llegados desde Lima, el monto de lo robado ascendía en el mercado negro a unos ocho millones de dólares. Obviamente, todo quedó en nada.
Ya han pasado más de cuatro años y aún no hay culpables de aquel robo, y aquellos  tapices siguen extraviados.
Sí, hoy, Víctor Hugo Linares Huaco,  no será recordado por haber sido  un profesor mediocre, o un intrascendente decano,  o un efímero rector, sino,  que pasará  a la historia  de esa universidad  y  su epígrafe  siempre estará  ligado a la desaparición de tan valioso legado de nuestros antepasados que como rector y autoridad de esa casa de estudios no supo proteger.
Así es, Víctor Hugo Linares Huaco, pasará  a la historia de esa universidad porque en su gestión se realizó el robo  de unos valiosos tapices warí,  todo porque valían ocho millones de dólares, que para algunos miserables  es el costo de su puta vida.

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