Un tecleado más,
uno más, mientras el televisor
continuaba encendido. Esta vez, en esa caja
boba no estaban las putas ni los mismos musculosos con cerebros de
mierda. Ni salía el conocido lenguaje baboso y chueco de Becerril, no estaba Jorge
del Castillo excluyendo a los quispes y mamanis, junto a toda esa jauría de
perros de presa que salpican diariamente su gargajo más fanático y que tienen el
micrófono siempre abierto para su protagonismo tan repugnante como ese chucho inflado en la torrentera porque
sigue relleno de esa enorme cantidad de gusanos.
Ese televisor
de 14 pulgadas, ahora no se trastornaba con
el alarido yihadista de Phillip Butters afirmando
que para ser peruano tienes que vestirte con un atuendo morado y cargar
aquellas pesadas andas en esa procesión o cuando emite la voz de Luz Salgado y sus ínfulas de zarina caprichosa.
Parecía que algún
alma en pena había vuelto de la Constituyente de 1979 y estaba dando un discurso plagado de humanidad, sensibilidad social y bien común, una
costumbre hoy extinta desde que el fujimorato impuso ese leguaje de estólido cajero a los que tienen la palabra en ese tipo de ceremonias.
Era extraño
escuchar esas progresistas soflamas en la televisión y los medios de hoy en día
que más destacan a los que lideran la revista Forbes que al número
creciente de tuberculosos que da el MINSA.
Estaba oyendo
palabras como reciprocidad, respeto al ser humano, más o menos, como la voz de un
gobierno que velaba por los intereses de sus ciudadanos. Era raro no escuchar a
Velásquez Quesquén disculpándose reiteradamente
para no ofender a esa trasnacional de telecomunicaciones o a la millonaria
minera toxica y a la vez consintiendo que continúe sin pagar sus impuestos dejando entrever
que ambas tienen más derechos que un
simple ser humano.
Aquella extraña
disertación hablaba de respeto a la diversidad y el sentido de pertenencia a un
pasado milenario y de patriotismo pero no ese manotazo de yuppie que a duras
penas se sujeta a un plato de ceviche o un pisco, sino, de aquel que te asienta
los cojones y te afirma a una tierra porque
sabes que existe un gobierno que no ha sido suprimido con ese discurso
noventero de finales del siglo XX, por el cual, al seguir la línea de la “NO
intervención del estado” han exagerado tanto hasta llegar a olvidar la salud y la educación y el sentido
de bienestar de la población.
Extra
planetaria alocución con un acento que no era de acá. Dejé de teclear y me
acerqué a la pantalla para ver quién era el que pronunciaba tan saludable arenga
y me encontré con la juramentación del nuevo presidente del Ecuador.
Qué sano se escuchaba ese discurso sin las peroratas de Luz Salgado, los galarreta, los becerriles, los del Castillo y los alanistas, las keikos y sus chacones. Sin la irracional barbarie de ese largo etcétera.
Tal vez ahí
está la razón por la que en ese pequeño territorio han sabido equilibrar bien su
población: tienen a Quito y Guayaquil como las dos grandes urbes del país que
compiten por ser las mejores, uno desarrollando los Andes y la otra mirando al
mundo, una nacionalista y la otra cosmopolita. Encontraremos también dentro de
todo esto, las razones por la que un equipo de fútbol ecuatoriano como el LDU de Quito ganó la Copa
Libertadores en el año 2008.
Defensa de los
recursos de tu país, patriotismo,
solidaridad con los que menos tienen, respeto a tus raíces. Cuán necesarios
son para elevar la autoestima de un pueblo. Esa es la pura verdad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario