jueves, 8 de junio de 2017

La Gran Victoria peruana en la Guerra de 1879

Los británicos nos dan cátedra a la hora de plasmar en sus  libros la historia de tu propio país. Ellos y sus historiadores fuera de los prejuicios y con férreo sentido de pertenencia  han sabido hábilmente  ilustrar en sus libros invirtiendo  una estrepitosa derrota  en transcendental  victoria.
Por algún motivo  los que escriben la historia en nuestro país, han olvidado, o en realidad, han ocultado el mayor triunfo psicológico ocurrido sobre las tropas chilenas  en la decimonónica Guerra del Pacífico.  Y utilizo la palabra  “ocultando” porque muchos de estos historiadores,  escritores y también aquellos funcionarios puestos a dedo en el Ministerio de Educación  afectados por los prejuicios un  virus endémico en el país que les hace  instintivamente  depreciar ciertas hazañas realizadas por gentes  que  por generaciones han considerado inferior, negando de esta manera,  la oportunidad de que estos aparentes “insignificantes”  triunfos  se vuelvan grandes y trascendentales epopeyas  que pueden servir como instrumentos  que eleven  la autoestima y el patriotismo dentro de la población.
Los Andes han sido siempre una enorme frontera infranqueable y poderosa, y cuando el ser humano lo ha utilizado para la defensa  constituye una pieza fundamental  para obtener la victoria.
Cuando uno revisa la Guerra del Pacífico, no encontramos algún triunfo sobre las fuerzas chilenas que se equipare  por su relevancia a las derrotas  que le infligimos  ese 9 y 10 de julio de 1882. Nos referimos a las batallas de Concepción,  Marcavalle y Pucará, origen de la mayor derrota psicológica que ha sufrido aquel ejército extranjero invasor en esa infausta guerra.
Esos días unos cuantos campesinos quechuahablantes,  hoy olvidados por la inhibida historiografía capitalina, lograron la mayor victoria acaecida  sobre el ejército invasor chileno.  Hombres humildes con solo hondas y uno que otro fusil anticuado derrotó a lo mejor de la elite chilena armados hasta los dientes con lo último de la  tecnología militar británica y norteamericana.
Este triunfo de estos peruanos  no fue un hecho aislado o producto del azar, no. Y desde aquí lo venimos escribiendo hace buen tiempo. El carácter del Perú está en los Andes. La energía victoriosa, esos valores que  hacen de un pueblo  fuerte y hacedores de los mayores laureles siempre ha tenido un cariz andino. Ahí están los motivos por los que hoy somos conocidos en el mundo con esas maravillas modernas manifestado también con esa riqueza gastronómica. El triunfo nos  aguarda  en el mundo si este es producto de interiorizar ese brío que emana desde nuestra cultura milenaria,  y muchos lo saben,  Gastón Acuario no nos dejará mentir. El blanco peruano como Jean Pierre Magnet o el tenor  Juan Diego Flórez se envuelven de respeto y fortaleza frente al público cuando  eligen este camino  y  la destacada negra Bartola se enaltece  de  orgullo cuando lo destaca, y  el indio, cuando se asume, levanta el rostro automáticamente sanando de esa enfermedad que lo estropea siglos.
Y cuando el jugador de fútbol Claudio Pizarro escribe en quechua y aconseja a que el resto lo haga se convierte en un ganador de por vida,  como Gian Marco cuando termina sus conciertos entonando en quechua trasmite toda esa energía a sus espectadores que al salir del espectáculo se cargan de un inusitado arresto.   
Lo mismo ocurrió con esos campesinos quechua hablantes al arrancar de sus entrañas  esa fiereza de inspiración andina,  energía milenaria que les dio el triunfo en Concepción, Marcavalle y Pucará.

Este es el gran mensaje que podemos extraer de la más importante victoria  que hemos tenido sobre el ejército invasor chileno en la infausta Guerra del Pacífico de 1879.

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