domingo, 12 de mayo de 2013

Ese torero maricón


Y no es porque se yerga  de  puntillas sobre  esas ridículas valerinas ni tampoco se debe a su dudosa  y ajustada pantaloneta escarchada, pero, es que, levantando así  el culito y sus  banderillas, estos paquirris,  se parecen  más a un ridículo bailarín, pero,  en realidad son los verdugos en  una  repugnante zarzuela  de sangre y muerte, en donde,  el animal que enfrentarán se encuentra  disminuido  porque  mientras el torero se retocaba, minutos antes,  en un oscuro corral,  al toro que iba hacer de su  ocasional víctima,  unos sucios hijos de puta con aliento a mierda lo estaban dopando y de la manera más cobarde y enfermiza  con unas largas picas le  iban perforando  el lomo para  asegurarle  al "valiente" matador un  vacuno  desorientado y endeble.
Y no se debe tampoco a esto, sino,  que hoy mi protesta  va dirigida a lo que hay  detrás de este  personaje, su atuendo y el sadismo en el que se desenvuelven  estas conocidas  corridas  de toros.
En el fondo encontramos  las mismas  taras de siempre, aquellas que nos seguirán manteniendo en el subdesarrollo: la cobardía y la crueldad furtiva  acompañada  de toda esa insensatez que a  través  de la historia siempre  han ido de la mano con  nuestras más grandes derrotas  y ese vil conformismo,  que desde el siglo XVIII, arrastra toda esta decadencia  difícil en desaparecer, y que a pesar de todo esto,  los más oscuros y mestizos  de Hispanoamérica seguimos manteniendo enfermizamente como el peor de nuestros  traumas.
¿Gladiadores modernos?  No son más que  cobardes  enfrentando  a un animal minimizado, una costumbre  muy hispana,  porque hasta  ahora su rey tiene el hábito de  mandar  al suelo paquidermos previamente drogados.  
Una tradición ajena a los peruanos, importada e impuesta a latigazos y sobrediente entre los más repulsivos traidores. Un conjunto de pusilanimidades  que seguimos arrastrando.
Y no se trata de que uno sea un nacionalista al culo, sino,  es simplemente  poner sobre  la balanza lo que tenemos y con ello cómo podemos  construir una verdadera nación, con la que te puedes identificar.
Tenemos muchos valores ancestrales para formarnos una sana y real identidad nacional, pero hay que decirlo, salvo el idioma, no encuentro otro aporte netamente hispano  significativo para un pueblo tan milenario como el peruano.
Por más que lo quiera cambiar las evidencias encontradas me dan toda la razón: Machu Picchu superó al Escorial como maravilla moderna y no existe ningún personaje en la historia hispana  que siquiera le llegue a la ushuta  del Inca  Pachacutec.  
El aporte hispano es sinónimo de debilidad con tendencia a la cobardía al desorden  y a la falta de honor,  que no es producto de una leyenda negra sino de simplemente observar conductas  y actitudes.  En cambio el aporte andino es todo lo contrario, es orden y disciplina,  es grandeza, es  perfección,  es superlativo.
Quizás por eso los equipos de fútbol cusqueños tienen otro tipo de  energía  cuando pisan el gramado, muy  distinto a la disminuida emotividad de  los cuadros limeños.
Acabemos de una vez con esta torpeza de seguir sobreponiendo ínfimas costumbres hispanas como la corrida de toro, que además son foráneas y degradadas,   sobre el magnífico lienzo dejado por  nuestro variado  e importante pasado milenario.
Por estas razones es necesario expurgar las corridas de toros y todas aquellas manifestaciones  hispanas que siguen sobreviviendo como la mala yerba desde la época colonial, estas se deben terminar por la salud y la autoestima de la mayoría de nuestra población. Y los que opinan lo contrario es porque siguen  dominados por los esos prejuicios y estereotipos,  lastre difícil de quitar porque lo tienen muy marcado en el alma y la piel.
Hoy desde su necrosis los que mantienen esta costumbre extranjera, cruel y oscurantista   es un sector minoritario de nuestra sociedad  empecinados en vivir enrejados sin la menor intención de querer  formar una nación peruana moderna y sobre todo madura.  
Y que me disculpen los maricones, pero,  esto debe acabar o seguiremos conviviendo con  esta  mierda que nos apesta siglos.


No hay comentarios:

Ridley Scott en su Waterloo

  Las oscuras nubes de unas horas bajas no solo ensombrecen a Occidente en su enfrentamiento con Rusia para conservar la unipolaridad en el ...