sábado, 1 de octubre de 2016

¿La Teletón y la gran estafa?

Como todos los años por estos días, la publicidad televisiva nos anega con  el mayor evento benéfico,  nos referimos a la conocida Teletón. Sus organizadores y “beneficiarios” tratan de despertar en el televidente  esa solidaridad que son muy  necesarios para este tipo de  campañas, porque ayudan en el objetivo de recaudar la mayor suma de dinero para  así poder contribuir en la mejora de las condiciones de vida de las personas que sufren problemas de discapacidad, sobre todo aquellos con menores recursos.
Bonitas historias y loables acciones. Pero como tantas otras, cuando husmeas  un poco dentro de ellas,  te topas con una  realidad que dista mucho de lo que te publicitan.
Llegar a la Clínica Hogar San Juan de Dios de Arequipa no es tan fácil,  sobre todo por el tráfico y los enormes huecos de la Avenida Ejército. Su playa de estacionamiento, si se le puede llamar así, es pequeña, pero a pesar de eso, cuenta con un moderno expendedor de tickets, que  te avizora  que para  los presbíteros  que manejan este negocio el dinero no es cosa de juego.                                             
Dudé un poco,  pero igual ingresé al edificio,  y una vez dentro me puse hacer mi cola como el resto. Mientras esperaba pude comprobar cómo se maneja dicho hospital, supuestamente “solidario” con los que menos tienen.  
Mientras aguardaba  mi turno, una familia estaba delante de mí, eran delgados y empalidecidos, lo conformaban: una pareja de ancianos y una mujer joven,  llevando en una silla de ruedas a un pequeño. Se notaba que no eran de la ciudad de Arequipa, -de Quillabamba-  alcancé a oír. 
Tímidamente la mujer más ajada se acercó a la ventanilla,  y mientras conversaba, su rostro iba mutando de un  gesto esperanzador para pasar luego a uno de preocupación, culminando la escena con esos músculos faciales alicaídos  que dejaba  entrever  una frustración imposible de ocultar. 
Derrotada se retiró del mostrador para regresar  junto a su tropa que les esperaban impacientes. Se acercó a ellos y desesperada les dijo que solo podían descontarles diez nuevo soles para toda la atención del pequeño,  ya  que entre  placas, análisis y tratamiento, ellos necesitaban alrededor de 5,000 soles.
Todos se miraron, y el más viejo, escéptico,  no salía de su asombro y murmuró en voz alta: “cómo va ser eso…y la publicidad… y los millones de soles recaudados en esa teletón”. Sacó pecho y regresó a la misma ventanilla para “sacarse el clavo”.   
Se oía  que el tipo comenzó a levantar la voz, reclamaba, increpaba, pero todo era inútil,  porque la señora de la ventanilla seguía inmutable  moviendo la cara fríamente  de un lado al otro.
El tipo de seguridad ya estaba  listo para  actuar, pero el viejo al verse rodeado miro a su pequeño pariente durmiendo en su silla de ruedas,  se calló,  y digno,  se retiró. “no vale la pena rogar ante tanto insensible hijo de puta”, seguramente asintió. Da la orden al grupo,  agarran la silla de ruedas que llevaba  al  niño que de cansancio se había dormido y abandonaron  esa conocida  clínica San Juan de Dios.  
El motivo que me obligó asistir para ver todo eso, no interesaba,  ni tampoco el alto costo del estacionamiento. Lo que no podía soportar era ver a ese niño dormido salir de esa Clínica sin haber recibido tención alguna.   
Mientras me retiraba de ese lugar no podía dejar de preguntarme: ¿Dónde quedó la solidaridad que prodigaban en la última Teletón por las pantallas de la televisión,  cuando un regordete clérigo con túnica blanca aseguraba que con los recursos que recaudarían,  los niños con mayores necesidades serian atendidos?
Solo fueron mentira, burdas mentiras, porque de solidaridad y preocupación por el prójimo, esa mañana no encontramos nada,  salvo un enorme interés por sustraerle la mayor cantidad de dinero al que ingresara a ese sanatorio.
La honestidad y la solidaridad, escasean en estos tiempos de inequidades. La ambición por el dinero desprecia todo,  inclusive la vida humana y algunos, con el fin de acumular la mayor cantidad de dinero,  no dudan en recurrir, si es posible,  a la misma estafa.
Ya comenzó la Teletón con todo su show,  junto con sus inagotables promesas, y hay gente que se enriquece - seguramente-  y es lo de menos, pero, mientras tanto, en algún lugar de Quillabamba, hay un joven discapacitado en silla de ruedas, que ha palpado en carne propia esta cruel  realidad que difiere mucho de lo que te pinta esa caja boba plagada de TV basura.


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