jueves, 30 de enero de 2020

Cándidos sicarios



Como alguna vez también lo hicieron con Cortez, Pizarro y Almagro, esos numerosos seres humanos, se comportaron como una especie de mascotas dando vueltas alrededor del amo hispano cuando este les lanzaba  un hueso y luego les pasaba la mano sobre el lomo, estos párvulos celebraban patéticamente que habían sido aceptados por los que creían seres superiores.
Han pasado quinientos años y vemos que todavía existen personas con esas conductas y muchos de ellos son gente que sabe leer y escribir y hasta viven de este último oficio.
Perú no es occidental, está rodeado de seudo occidentales pero el Perú y el peruano no lo es. Y si alguien intenta incluirnos en ese grupo, caeríamos en la ridiculez como querer llamarle occidental a un japonés o a un sur coreano. A pesar de ello,  ese occidente trata  por todos los medios seguir manteniendo su influencia en los libros, en las escuelas o por otras vías, al final, lo quieran o no,  todo este complejo sistema solo termina con quitarle la identidad personal y étnica a ese 70 % de la población peruana de evidente origen cultural andino no occidental.
Los noveles escritores locales también contribuyen con esto y caen en el juego de los que quieren subestimar este resurgimiento andino que está ocurriendo en el Perú cuando lo embute con ese variopinto grupo que cierta prensa occidental  llama  indígenas.
Estos nuevos escritores salidos de esa cerril y decadente Lima urbana se vuelven en los mayores enemigos de lo quechua, son quechuas pero no aceptan esa realidad y se alinean a ese discurso que lo quechua, lo reducen, lo inhiben,  al incluirlo para desaparecerlo o confundirlo dentro de ese grupo numeroso, maltratado y sobre todo extraviado  que parte del sistema lo denomina “indígena”; en el Perú actual no cabe el termino, porque aquí existe un solo nombre que debe enraizarse y que ya  parte del pueblo lo ha ido entendiendo así al autodenominarse quechua en el último Censo de población.
Es una tarea difícil reclamar tu verdadera identidad nacional cuando cada cierto tiempo los medios globales, en este caso, los que ofrecen esos conocidos galardones literarios que vienen desde la península ibérica, hacen famoso a algún peruano, y este al creerse el cuento, viajan a esos lugares para recibir su premio, y se ven como Felipillo, sintiéndose menos, y caen como el tallán, en esa falsa alegría  de ser aceptados por aquellos que su necio subconsciente sigue viendo como superiores, y reciben la investidura de mercenarios de la pluma, queriéndolo o no, continuando la negra cruzada  de un premio Ortega y Gasset.
Cinco mil años de antigüedad, un idioma y una cultura que aún sigue viva, civilizaciones que nos dejaron sus evidencias de orden y progreso, es demasiado para incluir a los quechuas como parte de ese grupo que ciertos  occidentales llaman indígenas.
Aquí en el Perú el término que debe utilizarse es el de quechua, es el que corresponde a más del 70 % de la población, solo es cuestión de conocerlo y aceptarlo.
Vamos, tú puedes.  Mejora como ser humano regresando a tus raíces culturales, y forma un país democrático con pobladores que quieren y  aceptan su verdadera etnia que en el Perú mayoritariamente es el quechua aunque cierta prensa global no quiera aceptarlo, porque creen quizás que solo ellos pueden entender lo que significa la tolerancia y la democracia y no también un quechua.

martes, 14 de enero de 2020

Por ocho millones de dólares



La Universidad Nacional de San Agustín (UNSA) en su larga historia ha tenido innumerables rectores, quizás, algunos,  destacarían  por su honestidad y laboriosidad, pero otros, con justa razón,  habrán  quedado en el olvido porque fueron simples y despreciables  sanguijuelas.
Se debería,  con justa razón mantenerlos en ese olvido,  pero algunos,  sus “hazañas” fueron tan destructivas, que sería una completa injusticia no dedicarles algún escrito.
En esa negra lista  uno de  estos personajes destacaría sobre el resto,  porque en su efímera gestión se iba a producir  uno de los mayores atentados a nuestro valioso y milenario patrimonio cultural. Fue una imperdonable afrenta  a nuestros propios cimientos e ideales.
Víctor Hugo Linares Huaco, siempre se mostró como el típico pendejo”.  Era lenguaraz e inculto, con un vocabulario muy limitado. Hablaba muy mal para ser catedrático  y daba vergüenza ajena  solo escucharlo. Aún  recuerdo su mediocre discurso cuando asumió el cargo de decano de aquella facultad, con esa soflama  digna de un techamiento de arrabal, redujo aquella ceremonia con su monserga de parroquianos de algún bar de la calle dos de mayo. Me preguntaba: ¿Cómo estos tipos podían asumir esos cargos? Pero eran esos tiempos, en donde,  el cochambre estaba institucionalizado,  -como ahora, creo-.
Perecía que sus “malas artes” se limitarían  a aquella  facultad, pero no fue así, porque después de unos años, me enteré por las noticias que había asumido el cargo de rector de la casa Agustina. Tremenda amenaza se cernía sobre la UNSA.
No podía ser para menos, porque cuando escuché su nombre, solo atiné a mover la cabeza y pensar ¿Qué mierda hará este gamberro en ese cargo? ¿Qué escándalo surgirá en su gestión? ¡Pobre UNSA!
No paso mucho  para que el tiempo me diera toda la razón.
Unos años antes de aquella noticia, me encontraba en el museo de la UNSA. Lo que iba ser un simple paseo, se convertiría  verdaderamente en algo extraordinario.
Entre vitrinas polvorientas,  momias y ceramios,   pésimamente conservados, me llamó la atención un par de enormes tapices, el más grande era de color turquesa, y ambos estaban tirados  inermes sobre un improvisado mesón de madera,  que esa mañana, cobijaba a la más fina y perfecta muestra de nuestro milenario arte textil. Era cierto, cuando dicen que aquellos tejidos  wari eran en realidad lienzos que guardan discretamente esa  escritura iconográfica  que el peruano antiguo utilizaba para comunicar  su forma de vida y valores, y esa mañana,  percibí esa perfección,  disciplina y orden, esos valores que hoy los peruanos necesitamos con urgencia y que antes  en nuestro  pueblo eran innatos.
Al pasar mi mano  sobre sus hilos, noté una  suavidad indescriptible, quedé atónito, disfrutando de ese placentero momento, cuando de pronto,  una voz áspera,  me interrumpió, era el conserje de aquel museo, diciéndome con voz baja, si supiera cuánto valen.  
No dudé sobre el valor de esos tejidos, pero, lo que sí me despertó cierta extrañeza,  fue la forma cómo lo dijo, con un acento vil y malicioso.
Me quedé pensando en las palabras de ese tipo mientras iba abandonando ese local, y lógico, era evidente que esos valiosos textiles corrían un enorme peligro en ese vericueto.
Y así fue, unos años después,  leía en las  noticias  que se había producido un robo en aquel museo  y dentro de los objetos desaparecidos, estaban  aquellos tapices wari.
¡hijos de mil putas! ¡mal nacidos! ¡salvajes de mierda! Grité impotente.
Era como si me hubieran arrancado un brazo.
Según los peritos llegados desde Lima, el monto de lo robado ascendía en el mercado negro a unos ocho millones de dólares. Obviamente, todo quedó en nada.
Ya han pasado más de cuatro años y aún no hay culpables de aquel robo, y aquellos  tapices siguen extraviados.
Sí, hoy, Víctor Hugo Linares Huaco,  no será recordado por haber sido  un profesor mediocre, o un intrascendente decano,  o un efímero rector, sino,  que pasará  a la historia  de esa universidad  y  su epígrafe  siempre estará  ligado a la desaparición de tan valioso legado de nuestros antepasados que como rector y autoridad de esa casa de estudios no supo proteger.
Así es, Víctor Hugo Linares Huaco, pasará  a la historia de esa universidad porque en su gestión se realizó el robo  de unos valiosos tapices warí,  todo porque valían ocho millones de dólares, que para algunos miserables  es el costo de su puta vida.

Ridley Scott en su Waterloo

  Las oscuras nubes de unas horas bajas no solo ensombrecen a Occidente en su enfrentamiento con Rusia para conservar la unipolaridad en el ...