sábado, 27 de noviembre de 2021

¿Por qué cayó Llica?

 


Fue más perecido a un “golpe de estado” del tipo aldeano, por la forma cómo lo apartaron del cargo al gobernador regional Elmer Cáceres Llica, que, dicho sea de paso, fue elegido por el propio pueblo arequipeño.

Es cierto que su gestión fue tan mediocre e intrascendente como sus antecesores, y lo más probable era que finalizaría libre e impune, como otros perniciosos que se sentaron también en ese sillón de gobernador regional de Arequipa. Pero no fue así.  

Llica fue solo un oportunista que utilizó las ideas del resurgimiento andino para triunfar en esas Elecciones regionales. Él nunca creyó en esas ideas o lo entendió mal viéndolo tal vez desde la perspectiva de un “indio aculturizado”. Ahí ya estaría marcada su caída.  

Estas ideas que tendrían que llevar al Perú al desarrollo, Llica, lo escuchó e imitó burdamente, reduciendo estas doctrinas vanguardistas, a solo usar un atuendo étnico y hablar algunas palabras en quechua.

No es así Llica, es que el hábito no hace al monje.

En el Perú de hoy, vociferar en política el discurso del renacimiento andino es ser vanguardista y pionero, es alejarse de lo común y corriente, de esas recetas que solo han traído subdesarrollo y estancamiento al país. Y, no choca con la democracia ni el libre mercado, por si acaso.

Llica, siguió haciendo lo mismo que hizo Yamila, Vera Ballón o Guillén Benavides. Y como roedor de laboratorio jugó al gusto de los que permitieron que llegara a gobernar la segunda región más importante de este país.

Era muy limitado y lógicamente cándido, por eso, se rodeó de gente mediocre y vulnerable. Estaba como “borrachito” de poder.

Cuando faltaba poco para terminar su pésima gestión, siguió cometiendo errores garrafales. En ese sinuoso camino de la autoflagelación, viendo que el fujimorismo es la fuerza económica y política más poderosa del país, apoyó a Keiko, quizás creyendo desesperado que así se libraría de sus futuros problemas judiciales. Hoy vemos que todo esto no le sirvió de nada.  

Ese apoyo a la primogénita del exdictador Alberto Fujimori fue la mayor metida de pata, porque se quedó solo y a merced de su séquito de adulones, alejándose cegado por la soberbia, del resto de arequipeños que le habían elegido y además estaban en contra de esa candidata.  

Su suerte estaba echada. Mal cálculo. Porque el resultado fue su expulsión de forma escandalosa del ruedo político de esta comarca arequipeña. Se hundió solo.

Cae como caen todos los oportunistas que en estas tierras del tercer mundo creen que la política es utilizar al pueblo y sus esperanzas, para su beneficio personal.

Cuando estos aprovechados politicastros levantan estas banderas del resurgimiento andino se convierten en los mayores destructores de estas iniciativas de renovación política, porque se dejan manejar al antojo de estos titiriteros que intentan con este tipo de personajes ridiculizar esta energía milenaria que poco a poco y soterradamente se está difundiendo dentro de nuestra población lúcida que busca que el Perú, algún día, sea un país desarrollado.  

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