domingo, 9 de noviembre de 2014

Barack Obama y la pesadilla americana

Poco antes de ser proscrito de la universidad, un compañero huyó del Perú con destino a Miami. ¡Qué suerte del hijo de puta! Dije. No lo niego, le tuve una sana envidia, porque ingresar a ese país, por cualquier medio que este sea, para después confundirse entre su libertad y democracia, era el sueño de cualquier cándido sobreviviente en ese régimen fujimorista.
Unos años después, Melcochita, celebraba exageradamente el insólito triunfo electoral de Barack Obama en una sociedad estadounidense caracterizada por inspirar en el siglo XIX la Cabaña del Tío Tom y establecer durante gran parte del siglo XX esa conocida segregación racial. Melcochita, desbordaba de contento arrojándole flores a Obama, como si este fuera el nuevo Lincoln, o un Kennedy  resucitado o un segundo Ramón Castilla. Otros personajes de la comunidad afroperuana también se aunaron a la celebración, porque estaban seguros que ahora sus vidas tomarían otro rumbo con el advenimiento de esta especie de presidente de todos los negros del mundo. 
Barack Obama, considerado en un comienzo, por mucha gente de color en los EE.UU., como el mesías que los salvaría de todas sus penurias. Tremenda paradoja, porque en estos años de crisis, han sido los integrantes de la comunidad negra los que más están sufriendo el desempleo y la recesión. El hambre y el crack se han extendido entre ellos como reguero de pólvora y cuando estalla un reclamo, este, va acompañado de la inmediata intervención policial que finaliza, casi siempre,  con una persona de color esposada y con la nuca sirviendo de colchoneta a un gendarme blanco y obeso. La muerte de uno de ellos en Ferguson, eclosionó en protestas y saqueos en ese suburbio de St. Louis, obligando la intervención de la Guardia Nacional y toda el área se cubrió de una censura casi norcoreana. Nunca sufrieron los negros tanto en la historia reciente de ese país que con la gestión de Barack Obama.
Y como para colocar la cereza a la torta, la primera semana de octubre el Fondo Monetario Internacional anunció que China había desplazado a los EEUU como primera economía del mundo, mientras tanto la superstición, la creencias en hadas y la religiosidad se ha incrementado en el pueblo como en las sociedades más atrasadas y tercermundistas, reduciendo en un futuro cercano la cultura y sensatez a solo una minoría y acrecentando con el tiempo entre las grandes mayorías  la inequidad y la desigualdad.
Rapados, obesos y con repugnantes tatuajes exteriorizan sus almas martirizadas y violentas, y las falsas sonrisas de sus estrellas de Hollywood no pueden ocultar su hundimiento en la soledad, el vicio y el consumismo.
No sé cuántos años han pasado desde que ese compañero de la universidad se fue a la tierra del Tío Sam, pero de lo que si estoy seguro es que mi deseo de estar en ese país ha desaparecido por completo, es más, en este momento, lo consideraría casi como una pesadilla.
No sé en que lo han convertido a los Estados Unidos. Aquellos valores de sus padres fundadores como Thomas Jefferson y otros sabios,  pareciera que han cedido  a la decadencia de ver que sus doscientos años de democracia se han diluido en un extraño tufo totalitario y castrense.
Ese domingo, una pareja de gringos, algo desorientados, captaron mi atención. La mujer se me acercó y con sus labios resecos y masticando algo de castellano me preguntó:
-¿A qué distancia se encontraba el centro de la ciudad? - A unos cuatro kilómetros, les dije.
Inclusive les indiqué el paradero para que pudieran tomar un autobús.

Pero ellos, como robots que siguen un libreto preestablecido, continuaron su camino bajo esa intensa radiación del medio día que casi volvía el asfalto como mantequilla. Y mientras esos dos personajes envejecidos  se iban alejando, no podía dejar de pensar en la historia que nos anuncia que su ciclo ha terminado para dar paso a un nuevo orden más democrático y multipolar.

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