miércoles, 28 de junio de 2017

Carlos Meneses Cornejo y la extinción del racista



Esta tierra tiene un clima por demás sano, sin excesos de temperatura, que te sienta muy bien. Y su cielo despejado casi todo el año, ayuda mucho para poder distinguir con mayor  nitidez, sobre todo, esa huachafería analfabeta y cerril que aún mantienen ciertos pobladores, principalmente, cuando despotrican sobre la gente, llevados por sus malsanos pensamientos  que su mente cuadrada puede permitir.
De toda esa  generación, “gracias a dios”, van quedando muy pocos. El más “ilustre” de todos estos y tristemente célebre racista fue Andrés Bedoya  Ugarteche al que su chilenofilia llegó a tales extremos que no se le diferenciaba  de aquella servicial “trabajadora” del más arribista burdel tacneño.  
Carlos Meneses Cornejo aparte de ser director del diario conservador "El Pueblo", tiene en este matutino una sección que como buen seguidor de “Jack el Destripador” lo ha "fragmentado" en cuatro partes; en cada una de ellas, si tiene  la oportunidad, hace notar los más decadentes  prejuicios, principalmente cuando repuja un lenguaje racista e intolerante de fundamentalista religioso que hace ver a esta tierra de libertad como un reducto de talibanes.  
Una huachafa "supremacía" le deja un resentimiento insensato que  lo resalta con total desvergüenza cuando se refiere a todo lo que representa ser Quispe, desconociendo la grandiosidad del Quispe, un apellido de origen quechua  que tiene un linaje y antigüedad que supera en mucho al más viejo linaje de los apellidos hispanos.  Quispe significa “el que ilumina” y es justamente lo que le falta a Carlos Meneses, abrir los ojos, ver más allá de los fanatismos, prejuicios y estereotipos que desde pequeño seguramente  le inculcaron, alejándolo de ese occidente tolerante y científico  y  acercándolo mas a un bóer sudafricano resentido que odia al pueblo originario y verdadero amo de la tierra que pisa.
Las más prosperas y  dinámicas ciudades en el mundo se han construido gracias a los inmigrantes y a pesar de esto, Meneses Cornejo, reniega de la llagada de gente de la zona del altiplano, y desde su inhibido parapeto muestra todo su desprecio aplicando términos despectivos como  “invasión" aimara  o quechua. Solo consiente a los foráneos si estos se ven algo “blanquiñosos” como los colombianos,  ahí  no reclama,  a pesar de los numerosos malandros, todo lo contrario, da a entender que hasta son más  necesarios que los altiplánicos,  y  llega  al ridículo cuando los compara con lo beneficioso que fue el arribo del Gran  Simón Bolívar, olvidándose que este libertador había nacido en Caracas.
Carlos Meneses Cornejo representa eso, una generación que menos mal,  ya quedan pocos. Son tan viles estos grupos que la providencia ha hecho que no tengan casi descendencia, quizás, para que no sigan contaminando esta tierra de libertad y  tolerancia que es Arequipa, y los que sí pudieron procrearse, la buena fortuna ha enviado a sus proles a otras latitudes, fuera de nuestra variada y sana convivencia.
Cuando llegaron los primeros españoles para fundar esta ciudad huyendo de la malaria  camaneja, Garci de Carbajal y sus huestes encontraron familias ya formadas entre indígenas e hispanos, y niños mestizos jugaban entre estos parajes. Ese mestizaje siempre ha caracterizado a nuestra cultura arequipeña y ninguna mente lúcida lo puede negar, fue un mestizo que no renegaba de sus ancestros indígenas como ahora  sí lo hace quizás el mexicano.
Carlos Meneses Cornejo, si bien tiene muchos años en el periodismo local, estos han sido años desperdiciados y fútiles, como lo fue en su momento el diario “Arequipa al día”, con pobres transcripciones y artículos escritos con un lenguaje de "adolescente" que no contribuyeron para hacer de nuestra sociedad algo más evolucionada en tolerancia y lucidez.   

domingo, 18 de junio de 2017

El discurso ecuatoriano

Un tecleado más, uno más,  mientras el televisor continuaba encendido. Esta vez, en esa caja  boba no estaban las putas ni los mismos musculosos con cerebros de mierda. Ni salía el conocido lenguaje baboso y chueco de Becerril, no estaba Jorge del Castillo excluyendo a los quispes y mamanis, junto a toda esa jauría de perros de presa que salpican diariamente su gargajo más fanático y que tienen el micrófono siempre abierto para su protagonismo tan  repugnante  como ese chucho inflado en la torrentera porque sigue relleno de esa enorme cantidad de gusanos.  
Ese televisor de 14 pulgadas, ahora no se trastornaba  con el alarido yihadista de Phillip Butters  afirmando que para ser peruano tienes que vestirte con un atuendo morado y cargar aquellas pesadas andas en esa procesión o cuando emite la voz de Luz Salgado y  sus ínfulas de zarina caprichosa.
Parecía que algún alma en pena había vuelto de la Constituyente de 1979  y estaba dando un discurso plagado de  humanidad, sensibilidad social y bien común, una costumbre hoy extinta desde que el fujimorato impuso  ese leguaje de estólido cajero a  los que tienen la palabra en ese tipo de ceremonias.  
Era extraño escuchar esas progresistas soflamas en la televisión y los medios de hoy en día  que más destacan  a los que lideran la revista Forbes que al número creciente de tuberculosos que da el MINSA.
Estaba oyendo palabras como reciprocidad, respeto al ser humano, más o menos, como la voz de un gobierno que velaba por los intereses de sus ciudadanos. Era raro no escuchar a Velásquez Quesquén disculpándose reiteradamente  para no ofender a esa  trasnacional de telecomunicaciones o a la millonaria minera toxica y a la vez consintiendo  que continúe sin pagar sus impuestos dejando entrever que ambas tienen más derechos que un  simple ser humano.
Aquella extraña disertación hablaba de respeto a la diversidad y el sentido de pertenencia a un pasado milenario y de patriotismo pero no ese manotazo de yuppie que a duras penas se sujeta a un plato de ceviche o un pisco, sino, de aquel que te asienta los cojones y te afirma a una tierra  porque sabes que existe un gobierno que no ha sido suprimido con ese discurso noventero de finales del siglo XX, por el cual, al seguir la línea de la “NO intervención del estado” han exagerado tanto hasta llegar  a olvidar la salud y la educación y el sentido de bienestar de la población.
Extra planetaria alocución con un acento que no era de acá. Dejé de teclear y me acerqué a la pantalla para ver quién era el que pronunciaba tan saludable arenga y me encontré con la juramentación del nuevo presidente del Ecuador.
Qué sano se escuchaba ese discurso sin las peroratas de Luz Salgado, los galarreta, los becerriles,  los del Castillo y los alanistas, las keikos y sus chacones. Sin la irracional barbarie de ese largo etcétera.
Tal vez ahí está la razón por la que en ese pequeño territorio han sabido equilibrar bien su población: tienen a Quito y Guayaquil como las dos grandes urbes del país que compiten por ser las mejores, uno desarrollando los Andes y la otra mirando al mundo, una nacionalista y la otra cosmopolita. Encontraremos también dentro de todo esto, las razones por la que un equipo de fútbol  ecuatoriano como el LDU de Quito ganó la Copa Libertadores en el año 2008.
Defensa de los recursos de tu país, patriotismo,  solidaridad con los que menos tienen, respeto a tus raíces. Cuán necesarios son para elevar la autoestima de un pueblo. Esa es la pura verdad.

jueves, 15 de junio de 2017

Perú el viejo mundo



Hace poco, un imberbe reportero capitalino, de esos que abundan en esta letrina expuesta que es la televisión peruana, con  micrófono en mano, seguía  nombrando  como "nuevo mundo" al Perú y  llamando "viejo mundo" a Europa.
Usted se preguntará: y, ¿qué hay de malo en eso? Pues nada, si es que uno se empecina en seguir creyendo en  cosmovisiones erradas.
Los peruanos paramos extraviados, por eso, sus verdugos,  hacen lo que les venga en gana. Ese, es uno de sus grandes problemas,  seguimos desconociendo mucho, y miramos a través de eso espejos empañados que no nos deja distinguir  qué nos rodea y  qué necesitamos, por eso elegimos mal, sobre todo, las recetas que creemos que nos aliviarán de nuestros males.
Lo tenemos claro, el subdesarrollo no pasa simplemente por carecer de lo económico, ni mucho menos, porque  este tercermundismo es generado, principalmente por la manera de pensar,  y aquí,  seguimos guiándonos por ideas erradas, que no nos deja entender  lo que significa qué entiendes como tu nación, en este caso, el Perú.  Cuanto mayor es el desconocimiento sobre este aspecto más fuerte será el mazazo  que caerá sobre nosotros, convirtiéndonos en apátridas con nuestro propio país al entregarlo, sin el menor escrúpulo,  para que sea devorado por esos lobos hambrientos  que  pululan en el exterior. 
En este momento para un peruano que sabe leer y escribir, es anacrónico y hasta ridículo,  seguir poniendo el rótulo de  "viejo mundo” a Europa, y antes que te carcajees y te caigas de culo, pasaremos a explicar las sencillas pero contundentes razones.
Pero, hay que aclarar, esto, no lo afirmo dominado por un chauvinismo ciego o nacionalismo ortodoxo, sino, parte de solo medir y comparar los tiempos entre la antigüedad de la cultura peruana  y la europea.
Y en ese paralelismo comparativo entre ambos procesos  histórico, nos daremos cuenta de que, lo que conocemos como  civilización moderna, estamos hablando, de vivir en ciudades y sociedades complejas, comenzó  en el Perú, más de mil años antes que en el continente europeo.  
Mientras aquí, el antiguo peruano vivía en una urbe  como Caral  (2700  a.C)  entre pirámides truncas y complejos  sistemas sociales y económicos,  en toda Europa no existía algo parecido porque Grecia y sus avances surgiría más de mil años después. 
La civilización de Caral que se desarrolló hace más 5000 años, -recalco-,  coloca  a nuestra  cultura peruana como más antigua que la europea.
Entonces, esto quiere decir que, desde la perspectiva peruana y de los peruanos, ya no se debería seguir nombrando a Europa como "viejo mundo" porque el viejo mundo realmente es el Perú, esto es lo coherente.
Pero, esto no ocurre así, por varias razones, que van desde lo político y social, hasta el tema educativo, y en este último aspecto, en las escuelas peruanas se imparte una historia que censura este tema completamente. 
Ese reportero, con el que comenzábamos la nota,  como muchos connacionales, siguen y seguirán este equivocado guión, y la murga es enorme, porque, lo siguen también los historiadores hasta las denominadas "prestigiosas" universidades del país, todos desconocen o se niegan a aceptar que 5 mil años  es mayor  que 3000. Es increíble.
También, no hay que ser ingenuos, esto, directamente se debe, a que muchos peruanos mantienen enormes prejuicios raciales, étnicos y culturales contra su propia cultura primigenia que aprendieron en los centros de estudios y entornos dentro de su propio país, y es irónico, porque esto los convertirá en sus más encarnizados enemigos.
Esos funcionarios del Estado, esos empresarios,  esa élite, por esos malsanos prejuicios que lo aprendieron de niños en sus familias o escuelas, tampoco quieren aceptar esta verdad de que el Perú vendría a ser el viejo mundo, porque tampoco no les conviene, y es lógico, imagínense que los peruanos desterremos de nosotros ese complejo de inferioridad que tenemos frente a las potencias mundiales y comencemos a ver el mundo más horizontalmente, creyendo en nuestras fortalezas, acrecentando  así nuestra autoestima; pero esto nunca ocurrirá si gran parte de los libros que se utilizan en la escuelas del país son de editoriales extranjeras, españolas conservadoras, particularmente.
Seguramente, esta es otra de las razones para que se desconozca o se rechace que la cultura peruana es más antigua que la europea.
No me imagino, por ejemplo,  a la conservadora Editorial Santillana empastando libros en donde aclaren que el Perú es el viejo mundo y no Europa, menos aun España. Es imposible creer que pueda ocurrir esto, una Editorial Santillana que instruya a los estudiantes peruanos que su cultura peruviana es mas antigua que la española, por ende mas importante, ¡qué se van a atrever! cometer semejante error y ayudar para que con el tiempo ese estudiante nacional infiera que lo traído por los españoles no fue superior a lo que construyeron y crearon las culturas del antiguo Perú,     -yo, creo que eso, les daría sarpullido a esos editores-, dejar ese "granito de arena" de sentido común en los cerebros de los jóvenes peruanos, haciéndoles en el futuro madurar conciencias más autónomas, para que con el tiempo, elijan crear tecnologías propias antes que preferir  las importadas, apoyando primero lo nacional antes que lo foráneo. 
No creo que ningún funcionario felón ni editor hispanófilo quiera esto, porque no le conviene a nadie ni siquiera a ese presidente vende patria.

jueves, 8 de junio de 2017

La Gran Victoria peruana en la Guerra de 1879

Los británicos nos dan cátedra a la hora de plasmar en sus  libros la historia de tu propio país. Ellos y sus historiadores fuera de los prejuicios y con férreo sentido de pertenencia  han sabido hábilmente  ilustrar en sus libros invirtiendo  una estrepitosa derrota  en transcendental  victoria.
Por algún motivo  los que escriben la historia en nuestro país, han olvidado, o en realidad, han ocultado el mayor triunfo psicológico ocurrido sobre las tropas chilenas  en la decimonónica Guerra del Pacífico.  Y utilizo la palabra  “ocultando” porque muchos de estos historiadores,  escritores y también aquellos funcionarios puestos a dedo en el Ministerio de Educación  afectados por los prejuicios un  virus endémico en el país que les hace  instintivamente  depreciar ciertas hazañas realizadas por gentes  que  por generaciones han considerado inferior, negando de esta manera,  la oportunidad de que estos aparentes “insignificantes”  triunfos  se vuelvan grandes y trascendentales epopeyas  que pueden servir como instrumentos  que eleven  la autoestima y el patriotismo dentro de la población.
Los Andes han sido siempre una enorme frontera infranqueable y poderosa, y cuando el ser humano lo ha utilizado para la defensa  constituye una pieza fundamental  para obtener la victoria.
Cuando uno revisa la Guerra del Pacífico, no encontramos algún triunfo sobre las fuerzas chilenas que se equipare  por su relevancia a las derrotas  que le infligimos  ese 9 y 10 de julio de 1882. Nos referimos a las batallas de Concepción,  Marcavalle y Pucará, origen de la mayor derrota psicológica que ha sufrido aquel ejército extranjero invasor en esa infausta guerra.
Esos días unos cuantos campesinos quechuahablantes,  hoy olvidados por la inhibida historiografía capitalina, lograron la mayor victoria acaecida  sobre el ejército invasor chileno.  Hombres humildes con solo hondas y uno que otro fusil anticuado derrotó a lo mejor de la elite chilena armados hasta los dientes con lo último de la  tecnología militar británica y norteamericana.
Este triunfo de estos peruanos  no fue un hecho aislado o producto del azar, no. Y desde aquí lo venimos escribiendo hace buen tiempo. El carácter del Perú está en los Andes. La energía victoriosa, esos valores que  hacen de un pueblo  fuerte y hacedores de los mayores laureles siempre ha tenido un cariz andino. Ahí están los motivos por los que hoy somos conocidos en el mundo con esas maravillas modernas manifestado también con esa riqueza gastronómica. El triunfo nos  aguarda  en el mundo si este es producto de interiorizar ese brío que emana desde nuestra cultura milenaria,  y muchos lo saben,  Gastón Acuario no nos dejará mentir. El blanco peruano como Jean Pierre Magnet o el tenor  Juan Diego Flórez se envuelven de respeto y fortaleza frente al público cuando  eligen este camino  y  la destacada negra Bartola se enaltece  de  orgullo cuando lo destaca, y  el indio, cuando se asume, levanta el rostro automáticamente sanando de esa enfermedad que lo estropea siglos.
Y cuando el jugador de fútbol Claudio Pizarro escribe en quechua y aconseja a que el resto lo haga se convierte en un ganador de por vida,  como Gian Marco cuando termina sus conciertos entonando en quechua trasmite toda esa energía a sus espectadores que al salir del espectáculo se cargan de un inusitado arresto.   
Lo mismo ocurrió con esos campesinos quechua hablantes al arrancar de sus entrañas  esa fiereza de inspiración andina,  energía milenaria que les dio el triunfo en Concepción, Marcavalle y Pucará.

Este es el gran mensaje que podemos extraer de la más importante victoria  que hemos tenido sobre el ejército invasor chileno en la infausta Guerra del Pacífico de 1879.

Ridley Scott en su Waterloo

  Las oscuras nubes de unas horas bajas no solo ensombrecen a Occidente en su enfrentamiento con Rusia para conservar la unipolaridad en el ...