jueves, 18 de abril de 2019

El Beato de la corrupción



Este país no deja de sorprendernos, ahora con la muerte del personaje Alan García, que junto con Abimael Guzmán y Alberto Fujimori, formó parte de esta especie de trilogía del mal, causantes directos del recrudecimiento de los principales problemas que arrastramos los peruanos hace buen tiempo.
Bueno, a estas horas después de los comunicados oficiales, y todo ese conocido ajetreo de los medios que ya de por sí han perdido total credibilidad, solo quedan preguntas sin contestar y respuestas vagas e incoherentes.
Pero, lo que sí es real, es que este personaje político creado a comienzos de los ochenta por los mismos medios que hoy lo están enterrando ha cumplido su ciclo. Así que ya no tendremos las peroratas desequilibradas apoyando el fanatismo ágrafo religioso, la corrupción como modus operandi, y el racismo incoherente y bobo.
Una solitaria amputa flor, y hasta creo de plástico, tirada ayer en la tarde en la puerta de su domicilio, reflejaba ese rechazo mayoritario de la población peruana hacia este personaje que siempre confundió a  sus compatriotas con párvulos a los que se podía timar y patear. Tenía orígenes andinos, del Cusco, y, paradójicamente, fue un encarnizado difamador de personajes del incanato, fue un visceral racista que no se quedó solo en insultos, en conversaciones o burlas, sino, que lo puso en práctica con los nativos que masacró en la zona de Bagua.
Los últimos años sus problemas mentales le pasaron factura a tal punto que comenzó a patear y llamar imbécil hasta a su sombra.
Su final fue tan medroso como tantos otros personajes despreciados por la población que cuando están acorralados eligen siempre el suicido antes de ser expuestos al juicio de los que burlaron y maltrataron con total impunidad, anteriormente ya lo hicieron Hitler y tantos otros sanguinarios delincuentes.
Su triunfo casi  “milagroso” en las Elecciones Generales del 2006 lo volvieron mucho más supersticioso tanto que se convirtió en un fundamentalista religioso, ese fanatismo, le llevó a cometer flagrantes errores, como aquella vez, ebrio de fervor, habló en público sobre  sus amigos brasileños que le dieron el dinero para construir su Cristo del Pacífico, torpeza que a la larga le perseguiría hasta sus últimos minutos de vida.
Alan García no quiso darle gusto a esos millones de peruanos que querían verlo entre rejas, es que para su desmesurado ego la corrupción no era uno de los más grandes problemas del país, para él, era una forma de vida, era su mayor convicción; tanto que, hasta después de muerto sigue obstaculizando las investigaciones sobre esta enorme red  que alcanzaría hasta jueces, periodistas, políticos, testaferros, concubinas, discípulos, es decir, una enorme población que seguramente al escuchar su fallecimiento estarán respirado más tranquilos.
Alan al final se inmoló por toda esa corrupción que aún sigue vivita y coleando, y todos los miles de corruptos que aún están ocupando un cargo importante y depredando nuestros recursos y difundiendo todo este cochambre con su impune accionar.
Ellos, justamente, los que viven bajo el mandato de la corrupción lo beatificarán como uno de sus principales patronos  que  nunca  pagó sus culpas ante la justicia.
Alan García refleja un país  y una generación de sinvergüenzas que se han venido manejando por la coima por lo ilícito y que hicieron fortuna gracias, no a un trabajo honesto, sino, de beneficiarse de este entorno con instituciones débiles, justicia corrupta, oligarcas corruptos, periodistas corruptos, curas corruptos, y una población ignorante, que al final por su enorme número siguen manteniendo este subdesarrollo y tercermundismo.
Su desaparición debería significar para los peruanos el inicio del fin de toda esta corruptela o al menos el compromiso para acabar con esta forma de hacer política, esta corrupción generalizada, que al final solo trae subdesarrollo y para sus protagonistas infiernos permanentes y finales trágicos.
El siglo XXI para el Perú debería comenzar hoy, estos hechos debería significar el nacimiento de un país distinto uno que busque la prosperidad en democracia en base al trabajo limpio, creativo e inteligente.
Ya no se debería seguir con esta corrupción que viene desde el mismo nacimiento de la República y que ha continuado hasta nuestros días y en el que han destacado este tipo de personajes que hunden a todo el país junto con su biografía.

1 comentario:

DAVID EDWIN QUISPE OJEDA dijo...

bien dicho por lo menos algo que nunca se dio en la historia del país para que reflexionen que nosotros somos cómplices de permitir tremenda cojudez.

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