Este 16 de marzo se va cumplir un año de la brutal cuarentena
implantada por el expresidente Martín Vizcarra que convirtió a las ciudades peruanas
en grandes guetos, arruinando la economía del país replegándola más de veinte años y debilitando a la nación a tal extremo para dejarlo expuesto a siniestras influencias
externas.
Semejante traición al Perú solo podía hacerlo mediante
una muy bien montada campaña intimidadora de los medios proyectando continuamente
imágenes de un capitán Cueva abofeteando y amenazando con quitarle la vida a un
joven peruano.
Aunque la emergencia sanitaria aún no ha terminado, ahí
están las evidencias de los atropellos a los derechos fundamentales de muchos peruanos
que realizó ese corto periodo de gobierno del moqueguano que fue muy
perjudicial para el país.
Para graficar estos hechos de injusticias y maltratos que
recientemente hemos sufrido los peruanos existe innumerable material en fotografías
y videos, evidencias que en otras épocas era muy difícil de conseguir para
denunciar esos terribles atentados en contra de la humanidad como fue el
holocausto provocado por la dictadura alemana Nacional Socialista, en contra
del pueblo judío, que en afán de extermínalos los confinó en guetos en varias
ciudades de Polonia. El hecho más abominable fue el Gueto de Varsovia.
En un sector que vendría ser el 2,4 % de la capital
polaca se hacinó a cerca de 400 mil judíos, la cuarta parte de la población de esa
urbe por aquellos años.
Durante la existencia del Gueto de Varsovia entre los
años de 1940 y 1943, se logró acumular un rico tesoro de documentos y
testimonios diseñados para contar la historia de este Holocausto.
El Archivo Ringelblum, como se le conoce, fue obra de
Emanuel Ringelblum, un trabajador social polaco que estableció un comedor de
beneficencia, programas de asistencia social e incluso una sociedad para el
avance de las comunidades judías obligadas a vivir detrás de muros de tres
metros cubiertos con alambre de púas.
A medida que el hambre, las enfermedades y el frío
comenzaron a matar a un gran número de personas dentro de los muros densamente
poblados del gueto, Ringelblum se obsesionó con documentar la realidad completa
de la vida de los judíos en ese momento. Junto con un grupo de escritores,
rabinos, trabajadores sociales y otros, subrepticiamente reunieron cartas,
obras de arte, carteles, datos e incluso empaques de los talleres que producían
productos de consumo dentro del gueto.
En septiembre de 1946 diez cajas de metal fueron
encontradas en las ruinas de Varsovia y en diciembre de 1950, en una bodega de
otro edificio arruinado en el 68 de la calle Nowolipki, se encontraron dos cántaros
de leche que contenían más documentos. Entre ellos había copias de varios
periódicos clandestinos, una narración de la deportación desde el Gueto de
Varsovia, notas públicas del consejo judío y también documentos de la vida
diaria, invitaciones a conciertos, cupones de leche, etc.
El trabajo fue encubierto y rápido porque para 1942, los
nazis habían comenzado a deportar judíos del gueto y, entre julio y septiembre,
llevaron a unos 265.000 de ellos al campo de exterminio de Treblinka. Otros
35.000 judíos fueron asesinados dentro del mismo gueto durante las
deportaciones.
Ringelblum escapó a la parte no judía de Varsovia. Más
tarde fue detenido y llevado al campo de trabajo de Trawniki, pero escapó y
volvió a esconderse en Varsovia. Luego, en 1944, alguien denunció su escondite
a las autoridades. Fue llevado a la sede de la Gestapo de Varsovia junto con su
familia y ahí fue asesinado.
El ser humano nace libre y debe vivir libremente,
pero existen gobernantes que siempre pondrán diferentes excusas para vulnerar
este derecho. Para denunciarlos, así como hay genocidas también existen
hombres que entregarán su vida para que estos crímenes de lesa humanidad no queden impune.
Hoy recordamos a uno de ellos.
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