El día despejado ayudaba a distinguir muy bien cada vericueto de esta escuela secundaria de un barrio sin importancia de la ciudad de Arequipa.
Afuera hacía calor, un día perfecto como casi siempre te permite el clima sano de esta urbe sur peruana.
Pero es paradójico, mientras fuera el clima era cálido y placentero, en la sombra ocurría lo contrario, era tiritero y escalofriante.
El humilde profesor ingresó a ese ambiente hacinado de docentes que impacientes esperaban el inicio de la reunión.
Con el rostro notoriamente derrotado, impotente y el cuerpo reducido como un preso con camisa de fuerza, solo atinó a decir con voz entrecortada:
- Maestros, no podemos hacer nada más. Si
el estudiante no quiere trabajar y les ofende, ustedes, tienen que quedarse
callados y no hacer nada. No podrán sacarlo del salón, porque las leyes están
en nuestra contra. No nos hagamos problemas. Estamos solos en esto. Les
aconsejo mejor no se metan en problemas.
El habitáculo quedó en completo
silencio y el profesional en educación abandonó el lugar ahora con el rostro rotulado
de inutilidad y vergüenza. El mismo rostro se veía en el resto de sus colegas
que solo les quedaba mirarse entre ellos y aceptar la terrible realidad de ver como
se producía esta sutil destrucción del papel formativo del docente peruano que se está llevando a cabo los últimos años de
forma sistemática y constante.
Lo sorprendente es que, cuando
alguien analiza de dónde proviene esta decadencia y degradación, nos enteramos que
derivan de las directrices impuestas por aquellos funcionarios y especialistas
formados en universidades e instituciones occidentales, generalmente de Estados
Unidos.
Y esto es gravísimo, porque los
jóvenes que se deforman con un sistema educativo que no les enseña a percibir
la importancia del respeto de las normas y las leyes comenzando desde la
disciplina y la responsabilidad de cumplir las reglas dentro de un salón de
clase, están condenados a que en el futuro sean ciudadanos soberbios, estólidos e ignorantes, necios y vulnerables ante cualquier tipo de adicción a drogas, desordenados, sediciosos
de las leyes, golpistas en potencia, sedientos de caos y violencia, disociados
del país y la nación. Es decir, son los condenados que condenarán a un país entero
al permanente caos y corrupción, desordenado, débil y vulnerable a cualquier poder
externo. Un circulo eterno de desorden y subdesarrollo.
Para nadie es desconocido
que después de la Pandemia del COVID 19, las instituciones del país se han
debilitado y hemos quedado vulnerables como país a la dinámica de los poderes
externos, particularmente del principal que domina el hemisferio, que es el estadounidense,
que hoy en materia educativa influencia y de forma corrosiva.
Ahora, si leemos los diarios,
vemos que en otras partes del mundo se está dando el mismo problema, como el
caso de Corea del sur, donde también estos males están dañando su sistema
educativo.
Hace algunas semanas el gremio
de profesores de ese país realizó masivas protestas en sus principales ciudades en
contra de la imposición de este tipo de medidas que restringe la autoridad de
los docentes.
Según indican los medios
internacionales, esta problemática llevó inclusive al suicidio de una maestra debido
a la presión y la impotencia que sentía al ver que las normas impuestas le
quitaban autoridad dentro del salón de clase, lo mismo que hoy está ocurriendo
en los distintos colegios públicos del Perú.
Las masivas protestas de los
profesores surcoreanos trajeron sus frutos, y el gobierno surcoreano pro occidental,
tuvo que retroceder en estas medidas degradantes que limitaba la autoridad al
docente y permitió, recordando la antigua tradición de disciplina asiática, que
los profesores surcoreanos volvieran a impartir disciplina pudiendo ahora retirar
del salón a todo aquel estudiante indisciplinado.
Corea del sur es un país desarrollado y
parece que aun sus autoridades mantienen cierta lucidez cuando se trata de
gobernar.
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