Desde México hasta Chile, los países
hispanoamericanos arrastramos los mismos males: la tiranía, la impunidad y sobre todo, el continuismo masoquista de aquellas ideas y
costumbres que en otras latitudes se han
descartado por caducos.
Cruzando el charco estas desgracias
no tienen mejor apoderado que la monarquía
española. Este régimen fue la creación del
dictador Francisco Franco, quien eligió a un Juan
Carlos I como su perfecto heredero político, que apenas estrenado en el
cargo blindó al generalísimo contra cualquier intento de acusación por sus
numerosos crímenes de lesa humanidad. La
impunidad desde aquellos años ha sido su consigna. El proceso histórico en donde el pueblo español en mayoría decidió por la república, fue abruptamente interrumpido en 1939 con el
triunfo de Francisco Franco. Lo que
ocurrió después, fue una imposición sobre el normal desarrollo de hechos que se estaban
suscitando en el país ibérico. Este largo paréntesis que significó el franquismo intentó
borrar de la memoria el recuerdo de que
España en 1931 ya había optado por el
fin del estado monárquico. La primera
etapa de ese régimen finalizó con la muerte del generalísimo, la segunda se inició con
la coronación de Juan Carlos I y el periodo de transición, en el cual, sus fuerzas
e intereses mantendrían del cuello a la joven democracia española.
La abdicación de Juan Carlos I desde Moscú, me hizo recordar aquella renuncia que hizo vía
fax el ex tirano Fujimori. Qué coincidencias, ambos dimitieron a sus respectivas
investiduras aprovechando su estadía en tierras lejanas y en ambos casos también ocurrieron en momentos en donde el nivel de desaprobación
era mayoritario dentro de sus respectivos países.
Esta Monarquía constitucional
heredera del espíritu franquista, ha llevado
a España a esta actual crisis económica, social y política, y testarudos, insisten en no dar un milímetro
de concesión a cualquier reforma. La
persecución a Garzón y el resurgimiento de la polémica sobre el aborto, solo son muestras claras de que esos ideales del régimen franquista siguen vivitos y coleando. Esta necedad e insensatez también va provocar
la futura escisión de Cataluña y el
debilitamiento del bipartidismo que muestra a un Partido Popular tan decadente como el PPC y AP de este lado del charco. El
PSOE está como Alan García, cambiando de camiseta según les dictaminen los bolsillos
y la vanidad. Vanidad que ha llevado a muchos españoles a caer
rendidos ante esa provocadora cursilería, al aceptar algún título nobiliario,
desde Adolfo Suarez hasta el mismo premio nobel Mario Vargas Llosa.
Hoy aquellos poderes torpes y soberbios, -irónicamente- nos muestran a España
como una democracia subdesarrollada y
muy latinoamericana, que trata a su pueblo como simples ciudadanos de
segunda clase al impedirles el legítimo derecho
de elegir si continúa o no la monarquía, y con enormes orejeras raudamente intentan
imponerles un nuevo rey.
América hispana, idiota y terca
perdedora, tiene sus ojos puestos sobre su mentora. Sus cuatrocientos millones de habitantes merecen
un buen ejemplo, quizás uno que ayude mucho
en quitar de nuestra cultura todas esas ideas caducas que siempre nos han estancado.
Pero, esto nunca llegará, porque, España
está condenada a aferrarse a lo vetusto. Así lo ha venido haciendo en su
historia, ¿Por qué tendría que ser distinto ahora? Perdón, salvo la pequeña y gloriosa etapa de la II República.
No hay comentarios:
Publicar un comentario