lunes, 4 de diciembre de 2017

Jorge Benavides y el Frankenstein peruano


¡Soy blanco! Sacando pecho exclamaba en ese estudio de televisión de escenografía de  triplay.  A pesar que muchos conocían su ascendencia negra,  nadie se atrevió a contradecirlo,  no hubo murmullos ni el mínimo gesto que pudieran objetar lo dicho.  No estaba en el libreto, pero  era el momento de gritarlo  para que se escuche en cada rincón de esa madriguera que el  “zambito”  o ilegible cholito del pasado hoy estaba enterrado para siempre y qué mejor ponerlo bien claro a todos sus empleados y  televidentes ese día.

Escudándose en sus imitaciones  Jorge Benavides de vez en cuando  elije el escandalo para facturar y sus víctimas serán siempre los cholos y los negros, y los hijos de puta sobran para difundir sus bodrios. ¿Es solo esto? O es que a pesar de los años y las distracciones  no ha logrado disipar aquellos  infiernos que surgieron de niño en ese mercadillo limeño campeones en no  fabricar automóviles ni acerías  ni de dar artistas lucidos y de buen gusto al mundo sino en discriminar.

Jorge Benavides fue torpe en la escuela, como era lógico, así que solo le quedó apostar a lo que le heredó esa alacridad quimbosa de sus genes africanos, y se presentó, según cuentan,  a Risas y Salsa apenas  terminado la secundaria. Ahí se encontró con la crema y nata de la comicidad peruana pero también con toda esa enfermedad que han hecho de este país lo que conocemos.

El “flaquito” llegó al lugar indicado, Risas y Salsa, el café teatro televisivo. Nido de navajeros y horteras. Lo miraron de reojo por sobre el hombro, fue el cojudo el huevón, “el pollito” de las putas. Pero no siempre iba ser así, algún día tenía que dejar de ser el segundón descendiente de negros y cobraría venganza no contra los que le patearon y le escupieron en el rostro sino torpe elige ir en contra de los que padecían junto con él.

Jorge Benavides, detesta tanto su pasado negro y pobre que lo vomita con sus representaciones del “negro mama” y la “chola Jacinta”.  Ese odio a los negros es la negación a el mismo y con su inquina a los cholos continua la tradición de la Lima colonial que dio la espalda a los Andes abrazando en su lugar el arenal y lo africano, el origen de todos los males de esta milenaria nación.

En ese aniego de prejuicios se maceró Jorge Benavides, los insultos en su niñez y adolescencia le hizo crear un solo objetivo de vida: blanquear a su prole para que ellos no sufrieran lo que él pasó, y claro, con esa mente enferma de humillaciones y auto flagelo le hicieron cavilar la forma de tomar venganza, esa sería insultar a los que consideraría inferiores, así, sus víctimas serían el negro y el indio.

A peruanos como Jorge Benavides los llaman “racistas”, ¿Racistas?, si son solo patéticas deformaciones hasta las orejas de ignorancia que pudren de prejuicios nuestra sociedad diversa y plural. Y no estoy hablando de mil o de cien mil, estoy hablando de millones. Soy honesto, porque no candidateo a nada.  Estos seres me repugnan, porque sé, que, a través de la historia, por su cobardía, siempre han sido el cáncer y el pus dentro de cualquier pueblo, enfermos terminales, resignados y abandonados a su propia suerte. Encima analfabetos que se empecinan en ese círculo vicioso de subdesarrollo.  Condenados por ellos mismos a vivir entre ridiculeces de color de piel y apellidos, que siempre les impedirá estar preparados para formar parte de una sociedad moderna e industrial, pero eso sí, reúnen todos los requisitos para ser los sucios personajes de una ridícula y lúgubre película rural mejicana.  


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