Las mismas familias, los mismos círculos sociales, los mismos nombres se suceden uno tras otro cuando se trata de identificar quiénes dominan las distintas tientas políticas o quiénes se reparten los escaños del Congreso, de la alcaldía de la ciudad más importante, o hacen de opositores y también de gobiernistas.
Pareciera que en estas familias “aristocráticas”
eligen dentro de sus vástagos aquellos que cuentan con ciertas personalidades y
habilidades para “infiltrarlos” dentro de las distintas hordas mercenarias que aquí
están inscritas como agrupaciones políticas,
para asumir en ellas la férrea defensa de sus privilegios en esta especie de huerta
postergada.
Si Pablito tiene personalidad
bonachona y tolerante con la empleada y las mascotas, seguramente, lo harán ingresar
a alguna agrupación de izquierda como “topos” que vociferarán ese libreto progresista
y social con ese limitado estribillo digitado que se resume a que el homosexual
pueda casarse o no, pero su principal lucha será siempre jugar “bajo
la mesa” el mantenimiento de toda esta inequidad y sistemas de castas que se
sigue manteniendo en el Perú.
Si uno de los hijos es muy religioso,
algo degeneradito, racista y ruin, seguro que el padre lo empadronará en alguna cofradía
fujimorista, de Acción Popular, PPC, o quizás en una tribu independiente de
color morado.
Este tipo de pendeja repartija no
tendría nada de malo, si es que estos grupos no serían tan torpes o miserables.
Es que el problema está en que este estrato
social que domina el Perú desde el inicio de la república, está degradado, está
corrompido hasta el tuétano, y ya son tantas las generaciones que viven de esta forma que cualquier
eugenesia sobre ellos es por ahora imposible, por
eso es muy difícil que cambien toda esta podredumbre que dicho sea de paso
difunden gracias a sus influencias a la hora
de gobernar esta comarca.
Los Belaunde, los Diez Canseco, los Villarán, los Terry, los
Gonzales Posada, Los Lets, etc. en decir, la lista es larga y sobre todo lúgubre.
La última de este oscuro linaje ha
sido Susana Villarán, miembro de una de estas familias que describíamos y que
los sociólogos e historiadores peruanos han escrito libros enteros que ahora están
empolvados.
La izquierda está plagada de ellos y, ni qué decir, la derecha y también los de
centro. Es que estas dinastías están podridas de racismo y una anómala
autoestima inflada por una supuesta superioridad, sin ningún sentimiento de
pertenencia con este suelo milenario, crían felones y vende patrias, y son “barateros”
con su propia tierra, claro está, hay contadas excepciones, que al final solo queda
en eufemismos.
Son un riesgo para este país que
quiere desarrollar.
Y el drama se agudiza cuando vemos que
las clases medias los miran como ejemplos y los imitan, deseando estar junto a
ellos y hasta quieren llevar sus apellidos, ir a sus mismos clubes, arrastrando así a un enorme sector de nuestra
sociedad.
Y el pueblo si se mantiene alejado y
se instruye solo, seguro que se salvará de toda esta degradación.
No veo que con estas élites el país
pueda desarrollar, a menos que yo esté hasta las orejas de alcohol, el futuro seguirá
como ahora y como lo ha estado el siglo pasado.
Y todo esto es redundante porque ya lo dijo a finales del siglo XIX Gonzales
Prada.
Estos grupos están fermentados en vicios muy alejados de la disciplina, eficiencia,
cohesión, creatividad y autoestima inca y quechua.
Falta una completa renovación en la
forma de pensamiento de toda esa élite que domina la clase política peruana, y esto no lo van a encontrar en un diplomado en el extranjero, sino en la lectura de
nuestra propia historia; mientras no ocurra esto, seguirá toda esta
tragicomedia.
Estamos hablando de rescatar esos
valores milenarios dentro de cada una de nuestras familias peruanas. Un
pensamiento de solidaridad, de respeto al bien común, a la norma y al
estado; y un firme desprecio a la corrupción que lleva a la
degradación humana y a la extinción de
las sociedades.
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