En 1821, la aparición del Perú como un nuevo país dentro de la comunidad internacional, fue, sin
exagerar, como arrojar un pedazo de carne dentro de una jaula repleta de lobos hambrientos.
El país inca, después de la Guerra de Independencia, sin dramatizar, quedó “hueso y pellejo”.
Tuvo que esperar hasta mediados del siglo XIX para gozar de cierta estabilidad política
que iría acompañado de un crecimiento económico provocado por la exportación
del guano de isla que enriqueció a pocos; dentro de ese, exclusivo grupo,
encontraríamos antiguos aristócratas terratenientes
que venían desde la época colonial, junto con otros nuevos y astutos mercaderes
y especuladores y miembros de la clase política corrupta.
En ese territorio peruviano, casi
virgen, entre las décadas de 1850 y 1870, con los ingresos que llegaban del
guano, realmente, lo que dejaban los
consignatarios u otros terceros, el Estado peruano logró construir cierta
infraestructura, como ferrocarriles, puertos, irrigaciones, y el capital
privado no se quedó atrás, ya que, estableció bancos y opulentas mansiones, en
fin, en esa época se dejó rastros de que este país estaba interconectado,
dentro de su ínfima posición, a esas líneas comerciales que lo unían con esa
Segunda Revolución Industrial europea.
En el Perú decimonónico, las pocas fortunas aumentaron, pero, también los
problemas. La casa aún arrastraba de los tiempos coloniales el desorden y la corrupción. Había iniciativas de cambio,
pero caían en saco roto, como siempre, mientras tanto, Europa se
industrializaba rápidamente. Inglaterra y Francia, encabezarían la modernidad
en esa parte del mundo.
En América, los Estados Unidos, su gran despegue sería después de la Guerra de secesión.
Pero fue Inglaterra con su imperio la que notoriamente acapararía el
monopolio de poder en el mundo durante toda esa segunda mitad de ese siglo XIX, (que son las décadas que nos
interesan para estas líneas).
Los últimos avances tecnológicos, los mayores barcos, los trenes, las
herramientas más modernas se manufacturaban en los complejos industriales que
humeaban en las islas británicas, cuya capital Londres, tenía la distinción de ser la ciudad más poblada del planeta.
Inglaterra dominaba los mares y la economía mundial, y claro, poseía la
mayor armada. En ese siglo, no había conflicto en el mundo donde no estaban en
juego sus interés, desde las Guerras Napoleónicas, el establecimiento y
desarrollo de la Compañía de las indias
orientales, la Guerra de los bóxer (1899-1901), las Guerras de los Boers (1880-1881;
1899-1902) ya finalizando la centuria. Pero, antes, en Sudamérica, los hilos británicos en la Guerra del Paraguay contra la Triple Alianza
formada por Argentina, Brasil y Uruguay (1864-1870) sería un anticipo de lo que
le ocurriría al Perú en la Guerra del
Pacífico de 1979.
Si algo caracteriza a las elites que manejan a los países que llaman desarrollados
y potencias mundiales es la rígida planificación que hacen cuando se proponen
un objetivo. Esto, muchas veces implica,
trabajar a largo plazo, para obtener territorios o mercados o esclavos, o todo
el paquete junto, que al final, resultan siendo,
el principal motivo de los conflictos y que ellos muchas veces originan.
La Guerra del Pacífico, Guerra del salitre o también llamado Guerra con Chile,
es un claro ejemplo de esto.
En esa conflagración ocurrida en esta parte de Sudamérica entre 1879 y
1884, y que tuvo como protagonistas a los estados sudamericanos de Chile,
Bolivia y Perú, detrás también estuvieron los intereses británicos.
La derrota peruana, ya estaba cantada, y fue contra el imperio británico y no contra Chile como erróneamente nos dijeron, ya que su ejército
solo actuaron como una especie de mercenarios de los británicos, ya que el verdadero
ganador de esa Guerra contra el Perú, remitiéndonos a las evidencias y siendo pragmáticos, fue Londres.
En toda guerra compleja y moderna no sabremos quién o quiénes lo originan si antes no esperamos un tiempo prudente para identificar quién
o quiénes saldrán los más beneficiados de ese conflicto.
Y, entonces, en esos años, ¿Por qué Inglaterra querría cavilar semejante
infamia contra el Perú?
Después de la Guerra con España de 1866, el Perú salió como el gran
vencedor, Chile no existía, menos aún Ecuador, que fueron sus aliados en ese
conflicto. El país inca era el que se llevaría todos los laureles y se alzó a la palestra internacional -y la comparación es válida-, como lo harían después
EEUU en 1898 frente a la misma víctima ibérica o como el Japón venciendo a
Rusia en 1905. El Perú había derrotado a una España mucho más poderosa que, la que apabulló el Tío Sam en Cavite y Santiago de Cuba.
Esa victoria fue un gran logro diplomático y militar del Perú y demostraba
que era la principal potencia de esta parte del Pacífico sur, y esto, ayudó a que, en el país, se formara una conciencia de nación, tanto que hasta sus principales
buques de la armada no los "bautizaban" como ahora con nombres españoles y coloniales, si no, con nombres de emperadores
del Tawantinsuyo. Esa era la atmósfera victoriosa llena de autoestima y
nacionalidad que en ese Perú se respiraba antes de 1879.
Afuera los lobos, lo veían distinto. La existencia de un país con esa
fortaleza no convenía a Inglaterra, porque sería en el futuro cercano un molestoso
opositor para los proyectos que tenía para
esta región sudamericana. Ahí la suerte
del Perú estaba echada. Fue así como los británicos estuvieron detrás de todos
esos supuestos deslices que sufriría el país en las próximas décadas.
Por esos años en el Perú, hubo políticos muy influyentes que ayudaron, queriéndolo
o no, para que se consumara la crisis económica, las firmas de tratados onerosos
para la patria, y hasta el mal accionar de sus buques y soldados en ese
conflicto de 1879. Fueron numerosos personajes, destacando, Nicolás de Piérola,
que influenció para la firma del Contrato Dreyfus que a la larga produciría la banca rota fiscal previa a la Guerra con
Chile.
Como ya dijimos, los británicos estuvieron detrás de cada derrota peruana, porque
fueron ellos los que cañonearon al Huáscar que destrozó el cuerpo del glorioso
Miguel Grau en Angamos y fueron maquinistas ingleses infiltrados dentro del
Independencia los que sabotearon ese buque haciéndolo encallar en Punta gruesa.
Aquí debemos denunciar el injusto trato que recibió el comandante de ese buque: Juan
Guillermo Moore Ruiz, ya que se llevó sobre el hombro el peso de esa derrota,
cuando era completamente inocente por ser, en ese momento, uno de los mejores
marinos de la Armada peruana -por no decir el mejor-, galardón que se ganó a pulso cuando cruzó el Caribe y las costas atlánticas
sudamericanas doblando el cabo de hornos hasta llegar al puerto de El Callao con un par de monitores
fluviales: el "Manco Cápac" y el "Atahualpa". Fue tan importante esta hazaña marítima
que hasta ahora es estudiada en las escuelas navales de distintas armadas del
mundo. Desde esta humilde ventana hacemos un acto de desagravio para ese insigne
marino, que fue una de las tantas
víctimas peruanas de esa farsa que conocemos como Guerra con Chile.
Piérola jugó un rol fundamental para la derrota peruana, porque, mientras estuvo en
sus manos, lideró dentro del país revueltas en plena guerra con los chilenos, para
desunir y así debilitar a las fuerzas peruanas. Primero lo hizo levantándose en
armas contra el legítimo presidente Mariano Ignacio Prado que tambien sería otro mercenario de la causa británico-chilena. Piérola, en lugar de mostrarse con
sentido de pertenencia con el Perú y el contexto que se estaba viviendo, no buscó
el dialogó en esos momento críticos, sino, se enfrascó en el enfrentamiento entre peruanos. Aquí, hay que
poner como ejemplo a los chinos que, cuando estaban enfrentados en plena Guerra Civil
(1927-1949), Chiang Kai-shek y Mao
Zedong, cesaron sus hostilidades entre sus dos ejércitos para oponerse a los japoneses, que eran en realidad el principal enemigo de ambos y que estaban invadiendo sus territorios. Piérola no actuó así, porque solo buscaba debilitar a los peruanos,
negándose atacar sorpresivamente a los chilenos en Chorrillos o poniendo trabas en la organización de la
defensa de Lima. En esos días era impensable creer esto de Piérola y de otros personajes.
Miguel Iglesias fue también otro que se sumó en esa lista de fieles
colaboradores de los intereses británicos, adelantando la firma del Tratado de Ancón,
cuando Chile a pesar de su victoria en Huamachuco, estaba muy extenuado por este prolongado conflicto que no
podía mantenerlo un año más. En esta etapa debemos precisar que gran parte del
territorio peruano (más del 60% del país) aún no había ingresado a la guerra,
ya que, Arequipa, Puno y Cusco, las zonas más poblada del territorio peruano de
aquella época, aun no habían sido ocupados por el ejército mercenario chileno, y
nunca lo hubieran hecho, porque en ese momento no tenían la logística suficiente como para hacerlo. Es por estas razones que los británicos y chilenos buscaron a peruanos
que se sumaran a sus intereses para adelantar la firma de ese famoso Tratado de Ancón. Ya que, si se
prolongaba un año más e ingresaba esa parte del Perú al conflicto, el final de
esa guerra no hubiera sido tan catastrófico para nuestro país, y eso, definitivamente, no podía ocurrir, porque malograrían escandalosamente los
planes británicos.
Una vez consumada la derrota peruana y firmado el tratado de Ancón, faltaba
algunos detalles para formalizar económicamente
ese descalabro, y así, hace su aparición el Contrato Grace, con el cual, se mostraría
a Inglaterra como la verdadera ganadora de esta infausta guerra, porque en ese
contrato se obligaba al Perú la entrega a Inglaterra de sus más preciadas
joyas, que eran sus ferrocarriles, dentro de otras concesiones, también, estuvo el
pago de 33 anualidades que tenía que hacer el Estado peruano a los ingleses. El Perú quedó como una colonia británica de facto.
Sin contar que despues de esta guerra colonial inglesa, mediante los negociados de John Thomas North, el salitre de Perú, Bolivia y Chile, sería monopolizado y explotado por los británicos, y esto desencadenaría posteriormente en Chile la Guerra Civil de 1891.
En una guerra el principal ganador siempre escribe la historia y en esa
época el Imperio Británico escribió cada
letra de la parte de la Historia del Perú que concierne a la Guerra del
Pacífico, Guerra del Salitre o Guerra con Chile que ahora conocemos.
Ese “nuevo mundo” post corona
virus, esperemos que sea uno, en donde, prime la verdad, porque, a estas alturas, y siendo pragmáticos, en esta aldea global, nada es estático, y nunca lo ha
sido, porque hoy estaremos en al sótano pero mañana seguramente no. Es lo que
nos enseña la sabiduría milenaria quechua. Los ciclos, buenos y malos.