jueves, 30 de abril de 2020

¿Cuál fué el final de Adolfo Hitler?


La extrema religiosidad que existe en el Perú ha sido una de las principales  causantes para que  este país sea tierra fértil  para ideas ultra conservadoras  y de extrema derecha. Un conspicuo fanático  fascista fue  el expresidente Oscar R. Benavides,  así como también algunas agrupaciones políticas como el APRA o las hordas fujimoristas. Así mismo,  hubieron personajes destacados como Alan García que en su momento recibieron  protección del mismo Francisco Franco, así también el jurista Valle Riestra. En fin, la lista es interminable de los amantes de la ideología que popularizó Adolfo Hitler, nombre que, dicho sea  de paso, está muy difundido entre varios connacionales como ese alcalde mollendino.
Por estas razones aquí el tema de Hitler siempre a despertado todo tipo de interes sobre todo  cómo fué su final, y es en este aspecto que se han tejido muchas historias. La BBC de Londres acerca de estos hechos nos despeja muchas dudas. A continuación transcribimos la verdad sobre aquellos sucesos.
Tras el éxito de su ofensiva sobre Berlín en abril de 1945, las fuerzas soviéticas se hicieron con el control del refugio que el Führer tenía en la sede de la Cancillería alemana.
El 2 de mayo, miembros del cuerpo de contrainteligencia soviética -conocido como Smersh- sellaron el jardín de la Cancillería y el búnker donde el líder nazi se había instalado desde enero cuando el Ejército Rojo avanzaba sobre Polonia rumbo a Alemania.
La operación de búsqueda del cadáver fue ejecutada bajo el más absoluto secreto al punto de que, según el historiador Anthony Beevor, incluso al mariscal Georgy Zhúkov, comandante de las fuerzas soviéticas que ejecutaron el asalto sobre Berlín, le fue negado el acceso con el argumento de que "el lugar no era seguro".
Al mismo tiempo, iniciaron los interrogatorios a todo el personal que lograron identificar. De acuerdo con Beevor, el proceso era seguido con mucha atención e interés desde Moscú.
"(Josef) Stalin estaba tan desesperado por recibir noticias que un general del NKVD, predecesor de la KGB, fue enviado a supervisar los interrogatorios. Él recibió una línea telefónica segura con un codificador para que pudiera informar a Moscú después de cada entrevista", contó Beevor en un artículo publicado en The New York Times.
El 5 de mayo, los agentes del Smersh hallaron el cadáver de Hitler y de su pareja, Eva Braun, enterrados en un hueco abierto por una bomba en el jardín de la Cancillería.
Los cuerpos habían sido rociados con gasolina y estaban parcialmente quemados. El de Hitler era difícil de reconocer, por lo que una vez en la morgue le removieron la mandíbula para intentar identificarlo a partir de la dentadura. Esto pudo hacerse pocos días después, cuando los soviéticos ubicaron a Käthe Heusermann, asistente del dentista del Führer, quien les facilitó su historial médico y los datos requeridos con los que confirmaron que, en efecto, se trataba de él.
Posteriormente, un estudio de odontología forense realizado por los doctores Reidar F. Sognnaes, de la Escuela de Odontología de UCLA (California), y Ferdinand Ström, de la Universidad de Oslo, ratificó en 1973 que el cadáver recuperado era, en efecto, el de Adolf Hitler.
Dado que los soviéticos habían confirmado desde el principio la muerte del líder nazi, ¿por qué siguieron alimentando durante años la idea de que estaba vivo?
"La estrategia de Stalin, evidentemente, era asociar a Occidente con el nazismo y hacer ver que los británicos o los estadounidenses debían estar ocultándolo", escribió Beevor en su libro "Berlín, la caída 1945".
Luke Daly-Groves, historiador en la Universidad de Leeds, considera que era una jugada política del dirigente comunista.
"Él sabía que los soviéticos habían hallado los restos del Führer cuando decía que Hitler podía haber escapado a España o a Argentina. Pero diciendo esto ayudaba a debilitar a sus oponentes políticos y fortalecía su posición en las disputas territoriales", escribió Daly-Groves en la revista NewStatesman.
Al final de cuentas, la derrota del nazismo abrió las puertas al inicio de la Guerra Fría.
Moscú contaba con una gran ventaja para defender su versión: tomaron y controlaron Berlín de forma exclusiva de mayo a comienzos de julio de 1945, cuando se establecieron las zonas de ocupación.
Además, detuvieron y mantuvieron cautivos por años a varios de los sobrevivientes del búnker, incluyendo al ayudante de cámara de Hitler, Heinz Linge; a su asistente de campo, Otto Günsch, y a su piloto, Hans Baur.
En su empeño por ocultar la verdad, detuvieron en secreto a Käthe Heusermann, la asistenta dental que les ayudó a identificar el cadáver. Tras seis años en aislamiento, la condenaron por haber participado voluntariamente en el tratamiento odontológico del Führer.
Los restos de Hitler permanecieron al cuidado de la unidad Smersh que los encontró. Cada vez que esta se trasladaba, los llevaba consigo.
Así, estuvo enterrado en un bosque a las afueras de Berlín, luego en la localidad de Rathenow (en el estado de Brandemburgo) y finalmente en una base que los soviéticos instalaron en 1946 en Magdeburgo, en el centro-este de Alemania.
No fue sino hasta 1968 cuando en un libro escrito por Lev Bezymenski, un periodista y agente de inteligencia soviético que participó en el asalto final a Berlín, se dieron a conocer públicamente detalles de los archivos que Moscú tenía sobre Hitler, así como de su autopsia.
Unas tres décadas más tarde, en 2009, el entonces jefe de Archivo de la policía secreta FSB (sucesora de la KGB), Vasily Khristoforov, informó que los restos de Hitler fueron incinerados en 1970 y las cenizas lanzadas al río Biederitz.
La medida fue recomendada por el entonces jefe de la KGB, Yuri Andropov, después de que la Unión Soviética acordó traspasar a Alemania oriental el control de la base en Magdeburgo.
Según explicó Khristoforov, los restos de Hitler fueron convertidos en ceniza para evitar que su tumba se convirtiera en un santuario nazi.
Moscú, sin embargo, conservó en la sede de la FSB la mandíbula con la dentadura de Hitler y en el Archivo del Estado un fragmento de su cráneo.
Un informe presentado en noviembre de 1945 por el historiador Hugh Trevor-Roper, quien durante la II Guerra Mundial sirvió como oficial de inteligencia británica y estuvo a cargo de investigar la muerte de Führer, sostuvo que este se suicidó en torno a las 15:30 del 30 de abril de 1945, junto a Eva Braun, con quien se había casado el día anterior. Él se quitó la vida detonando una pistola en su boca, mientras que ella habría ingerido una cápsula de cianuro.
Esta versión fue puesta en duda en el libro de Bezymenski, en el que se menciona además que al cadáver de Hitler le "faltaba una parte del cráneo".
Los periodistas Jean-Christophe Brisard y Lana Parshina, a quienes el gobierno de Vladimir Putin dio acceso parcial y controlado en 2016 a los archivos de Estado de la Federación Rusa, así como a archivos militares y de la policía secreta relacionados con el caso, señalaron que en la dentadura de Hitler se hallaron trozos de vidrio -lo que sugeriría que él tomó cianuro- y pusieron en duda que se haya pegado un tiro.
En una entrevista en 2018 con el diario Times of Israel, Parshina refirió que el líder nazi daba muestras de sufrir Parkinson durante sus últimos días, por lo que se preguntaba cómo pudo dispararse con su mano derecha en esas condiciones.
Brisard, por su parte, destacó que no hallaron rastros de bala en la boca de Hitler, aunque cree posible que él haya pedido a alguien de confianza -como su asistente Heinz Linge- que le diera un tiro de gracia tras tomarse el veneno.
Otras versiones sugieren que se suicidó ingiriendo veneno y, luego, disparándose en la sien.
Brisard y Parshina creen que Putin está utilizando la historia de la muerte de Hitler como un instrumento político para sus propios fines, como hizo en su momento Stalin.
Entodo caso, en general, los expertos coinciden en que el cadáver hallado por las fuerzas soviéticas es el de Hitler y en que la versión que ofreció la radio de Hamburgo y el almirante Dönitz aquel 1 de mayo de 1945 erraba en dos cuestiones centrales: el líder nazi no había muerto aquel día y, más importante aún, no lo hizo en combate.
No estaba en la vanguardia sino, más bien, se batía en retirada para evitar sufrir la suerte de Benito Mussolini -de cuya ejecución sumaria había sido informado dos días antes- o tener que rendir cuentas por sus actos ante la justicia.
El hombre que había prometido construir un imperio que duraría un milenio abandonaba la carrera tras pasar en el poder 12 años, en los que sacudió al mundo a sangre y fuego, dejando una Europa en ruinas y una Alemania destruida y ocupada.




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