Si tú crees que el
desarrollo de un país se limita a solo incrementar los ingresos de un determinado
grupo de personas. Si crees que contar con los mismos ingresos de uno del
primer mundo, ya te puedes considerar
como parte de ellos. Si eso es lo que crees. Pues, te digo con todo el dolor de
tu falso orgullo, que estas, totalmente equivocado.
El subdesarrollo de
una sociedad causada por la pobreza solo
es una pequeña parte del problema, porque, la principal causa de ese subdesarrollo
y estancamiento es la cuestión mental,
es el conjunto de pensamientos que posee esa deprimida población.
Lo he escrito
tantas veces o lo he dejado sobre entendido. El pensamiento del peruano no ha
avanzado nada en autocrítica. En pocas palabras no ha evolucionado. Todo lo
contrario. Se ha congelado en el tiempo o ha retrocedido. A pesar de haber
vivido un periodo largo de extrema violencia interna con el enfrentamiento
entre peruanos, no hemos aprendido la lección, porque, la inequidad social, la corrupción institucionalizada, la
ineficiencia de gestión y la ignorancia en
general se han mantenido y se ha propagado aun más. Haciendo que el pensamiento crítico de los
que deberían tenerlo se ausente o no exista.
Los mismos
problemas y alegrías tenía el peruano de 1988. Hoy como hace veinticinco años ese
temor del limeño de salir a la calle no ha variado, porque, ahora esa violencia maoísta ha mutado en
ejércitos de sanguinarios sicarios que han
tomado las principales ciudades, destapando a una seguridad que como hace veinticinco años era
ineficiente y corrupta.
Hoy como hace
veinticinco años la educación que brinda el estado es mediocre y no hay ninguna universidad
privada que esté a la altura de las principales de Latinoamérica -y no menciono
a las públicas-.
Hoy como hace
veinticinco años la sociedad peruana sigue siendo en su mayoría mística y
religiosa, desenvolviéndose -sin saberlo- con muchos miedos, prejuicios, estereotipos
y supersticiones.
Hoy como hace
veinticinco años no leemos, y si lo hacemos, leemos lo mismo.
Hoy como hace
veinticinco años el peruano enfermo sigue siendo racista, porque continúa
despreciándose despreciando todo lo
indígena, por temor a reconocer o por desconocimiento que como él, el 80 % de la población tiene una
enorme carga amerindia en sus genes y rostros.
Hoy como hace
veinticinco años, no creemos que los peruanos
–junto al “perturbado occidental” Alan García- formamos parte de una cultura
milenaria repleta de conocimientos que nos insta a la perfección y a la
consecución del objetivo, logrando hacer de él un ser humano cada vez mejor y haciéndole renacer una milenaria fortaleza y seguridad que le hará sobrevivir en las peores
condiciones.
Hoy como en 1988 en
las olimpiadas de Seúl, esa timorata mentalidad afro criolla no mantiene un
resultado y a pesar de estar ganando el
encuentro, el lozano fruto de esta sociedad suspendida en el tiempo, no cree en ese éxito que ellas mismas estaban
gestando y caen derrotadas no por el rival que tenían al frente, si no,
ante otro que es peor, porque, está oculto e imperceptible. Es esa vacilación
y vulnerabilidad que da la herencia de una mentalidad perdedora, corrupta,
licenciosa y desordenada, que trajeron los moriscos en sus carabelas y que defienden los más obstinados tercermundistas,
hoy como hace veinticinco años en el Perú.
Es el eterno
subdesarrollo. Es el eterno estancamiento. Mientras tanto nos conformamos con putear,
saquear, embriagarnos, o un simple cuarto puesto, cuando pudimos pelear el primero. ¡A la mierda con
todo!
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