Cuando tuve
la oportunidad de estar en el Cusco, logré olfatear lo suficiente la ciudad y sus habitantes y notamos algo paradójico
y hasta extraño. Inexplicablemente, gran parte de los cusqueños sentían una enorme
vergüenza cuando lo identificaban con un
indígena, despreciaban no solo los
apellidos de origen andino sino hasta el
mismo hecho de hablar el idioma quechua; preferían que los vean como mestizos antes que
indios y hasta
algunos llegaban en sus delirios huachafos a
afirmar orondos que eran los descendientes lejanos de algún cura español.
Resultaba incoherente,
nacer en la ciudad que fundaron los incas y no sentirte alagado y orgulloso cuando
te relacionan con lo quechua o con lo indígena
o amerindio.
Ese miedo a
muchos los convertirá con el tiempo en serios enemigos de todo lo andino, y es justamente por estas razones que de los Andes
casi siempre surgen los mayores racistas y genocidas de poblaciones quechua hablantes (Alan García, por ejemplo, era descendiente
de cusqueños pero a la vez era uno de los que más destacaba en desacreditar a Cahuide o Manco Inca), como él también muchos pobladores nacidos en otras ciudades andinas
como Puno y tantas otras caen en lo mismo.
Pero, allá
ellos con sus infiernos. Lo que nos preocupa es que de esas atmósferas inhibidas
salen gentes rencorosas hacia todo
lo indio; muchos de ellos llegan a ocupar cargos públicos y como funcionarios se dedican a dañar nuestra cultura milenaria, censurando, denigrando y minando cualquier
intento de rescatarla del abandono de parte del Estado, llegando incluso a realizar pogromos en contra de su propia etnia.
La historia del
Perú precolombino, y más aún, la etapa del
Tahuantinsuyo, está en proceso de
descubrimiento; por esta razón todavía
falta demasiado por develar. Muchas veces lo que se sabe de ese grandioso imperio por
ejemplo se limita a lo que dice la prensa tercermundista que en lugar de informar seriamente confunde
al destinatario.
Hace algunos años,
se inició desde la ciudad del Cusco una bola de mentiras que ha ido creciendo con el correr del tiempo.
Un día apareció de pronto una bandera con los colores del arcoíris y de un momento
a otro afirmaron que era el verdadero estandarte del Imperio de Incas. Tamaño error
que se ha ido difundiendo equivocadamente por todo el país.
Importantes y
reputados estudiosos lo han afirmado: esa banderola multicolor que se asemeja al arcoíris NO ES
EL VERDADERO ESTANDARTE DEL TAHUANTINSUYO.
¿Pero cuándo
se dio origen a semejante disparate?
Este craso
error se inició en la misma ciudad del Cusco
hace ya varias décadas, cuándo una radio llamada “Tahuantinsuyo” se identificó con
esa conocida banderola multicolor
parecida al arcoíris; tanto les gustó a los
cusqueños esa banderín que con el tiempo no solo identificaron con ella a esa
radioemisora sino también a la ciudad y hasta al mismo imperio de los incas.
Con los años esta confusión se ha ido propagando
por el resto del territorio peruano y hoy se cree erróneamente que esa bandera
multicolor que se asemeja al arcoíris fue el verdadero estandarte de los incas.
Si tuvieron o
no un estandarte los incas a ciencia cierta aun no lo sabemos; pero, de lo que
sí estamos seguros, es que esa conocida y muy difundida bandera que
se asemeja al arcoíris de ningún modo lo fue, pero, si en realidad quisieran encontrar colores para una moderna bandera que represente a ese milenario mundo andino, entonces, deberían encontrarlo en esa variedad cromática que nos viene mostrando una cerámica mochica o un tapiz wari.
No hay comentarios:
Publicar un comentario