Las gentes que habitan una determinada
urbe, desarrollan ciertas particularidades que se irán constituyendo con
el tiempo en su sello personal, siendo una especie de distintivo de
toda su población. Así se formó ese aire cosmopolita y de apertura del
neoyorkino o el apego de acoger la literatura de otras culturas que tiene el
parisino.
Esa malsana humedad y su
insufrible cielo gris junto a la aridez de sus alrededores va influir mucho a
sus pobladores y el hecho de que sus fundadores procedían de una
patria que los marginaba por ser mozárabes pobres y oscuros, hizo de
ellos, seres podridos en complejos de inferioridad. Estos orígenes bárbaros de
los fundadores de Lima les crearán miedos y traumas, marcándolos para siempre,
una de esas heridas serían los prejuicios raciales, látigos que ellos conocían
muy bien por ser mestizos de sangre mora.
El desenvolverse entre la inmundicia y con los
peores proscritos les fue moldeando como los mejores discípulos en el robo y la
falta de honor y dignidad.
El analfabetismo e ignorancia les
produjo muchos temores y supersticiones cayendo por estas razones vulnerables
en las manos del fanatismo irracional de la religión católica.
Sus recelos hacia el mundo andino
y su sabiduría hicieron de ellos abrazar los compases africanos y esa violencia
furtiva de marginal ensombrecería siempre sus acciones llenándoles
de cobardía. Estos fueron los principales ingredientes que formaron el espíritu
limeño heredado de sus fundadores que tuvieron también estos
apellidos. Aunque por vergüenza algunos lo callan.
Ese particular espíritu significó, en
cierta forma, el origen del triste final que encontraron estos y con los siglos,
para mala suerte, del resto de peruanos, estas innobles enseñanzas se propagarían
como uno de los peores males por toda la
ciudad y el resto del país.
Hasta mediados del siglo XX
gracias al aislamiento que ella misma se había impuesto frente al
interior, todas esas boñigas se mantuvieron contenidas dentro de
los linderos de esa ciudad, pero, con las décadas y el desarrollo
de las comunicaciones, toda esa cultura corrupta e improvisada, llena de
egoísmo y entreguismo y que provocaron la derrota de la Guerra del
Pacífico y la reducción de nuestro territorio, gracias a la política
centralista del estado se fueron diseminaron libremente por el
resto del territorio peruano, contaminando a su población con todo ese decrépito
espíritu limeño.
Hoy somos observadores una vez más de la
insensatez del poblador de la capital de la república, otra vez los limeños se
enfrentan entre ellos desperdiciado cuatro años valiosos, mientras tanto,
esa ciudad que posee la tercera parte de la población del país sigue
tomada por el caos y la delincuencia. Y esta conducta no es de ahora,
porque hace más de cien años, mientras el numeroso ejército
chileno desembarcaba en Lurín, los limeños no
idearon mejor defensa para su urbe que enfrentarse entre ellos en una
estúpida guerra civil.
Es de nuevo ese espíritu que caracteriza
a la población de esta gran urbe, son esas particularidades que se fueron
instituyendo con los años, adquiridas de sus fundadores cuando allá por
el siglo XVI sin pensarlo Pizarro y sus maneras heredó a la futura población de
la ciudad que estaba erigiendo.
Los resultados de esta revocatoria, será
lo de menos. Al final quien salga triunfante no interesa, si es Castañeda, Alan
García, Susana Villarán, Lourdes Flores o el fujimorismo. Lo cierto es que la
gran derrotada una vez más será la propia ciudad de Lima, porque
perdió tiempo valioso en discusiones egoístas de grupos que siempre anteponen
sus propios intereses por sobre las verdaderas necesidades de esta caótica
ciudad.
Y lo más triste de este culebrón es que
esta ciudad llena de gentes insensatas “guían” al resto del país por esas
trochas llenas de incertidumbre y confusión.