Estos enfermos que pueblan la televisión peruana nos dieron y nos darán interminables momentos de inspiración. Los hemos descrito tantas veces: inválidos mentales de todos los tipos. Los más repulsivos son los racistas (En el Perú, el término apropiado seria prejuicioso) sobre todo, aquellos que intentan encubrirse con un fingido careto amable y de apertura. A estos, algunas veces, esta ventana lucida los ha desenmascarado, porque dejaron escapar un pequeño rastro, suficiente para que nuestro olfato descubra y muestre al lector sensato toda la podredumbre del que están hechos.
Es que esta televisión se ha vuelto muy agresiva con la mayoría de los
peruanos, y no lo digo solo por la sangre y los puñetes y patadas, si no, porque todos los días insulta a ese poblador, exponiendo en sus pantallas rostros tan
distintos étnicamente de los que se ven mayormente en las calles de cualquier ciudad
peruana.
Los pálidos rostros de esta homogenizada televisión que representa solo a cuatro millones, diariamente desprecia al resto de veintiséis millones de peruanos que poseemos los rasgos distintos y la piel más oscura. Como en la peor época del apartheid sudafricano, nuestros semblantes están prohibidos de hacerse públicos, a menos que sea vistiendo esos trajes folclóricos desde un arenal y entre alguna que otra chabola. Nunca con saco y corbata conduciendo un programa de televisión serio ni mostrándonos en el papel de gerente de una empresa. Y si aparece alguna cholita rica en la pantalla le quitan la identidad llamándole con nombres tan falsos como Schwarz o Pillman.
Los pálidos rostros de esta homogenizada televisión que representa solo a cuatro millones, diariamente desprecia al resto de veintiséis millones de peruanos que poseemos los rasgos distintos y la piel más oscura. Como en la peor época del apartheid sudafricano, nuestros semblantes están prohibidos de hacerse públicos, a menos que sea vistiendo esos trajes folclóricos desde un arenal y entre alguna que otra chabola. Nunca con saco y corbata conduciendo un programa de televisión serio ni mostrándonos en el papel de gerente de una empresa. Y si aparece alguna cholita rica en la pantalla le quitan la identidad llamándole con nombres tan falsos como Schwarz o Pillman.
Muchos de los blondos personajes que
ahora abundan en la televisión peruana
tienen orígenes de alcantarilla y lo manifiestan cuando nos muestran con decoro su vileza. Y
esto sucede frecuentemente, porque, encontrar dentro de esa minoría étnica, individuos que se atrevan a salir del anonimato para hacer el ridículo, ese número se
reduce aun más. Quedando para los productores escogerlos de entre los blancos
pobres, generalmente con
instrucción básica, es decir, iletrados o en su
defecto los captan de aquellas “familias
bien” pero con ascendencia viciosa (mafiosos,
drogadictos, políticos , delincuentes, etc.) Además de los
recientes mestiblancos, atareados en dejar lo más pronto posible su callejón y sus raíces oscas. Cuando escasean estos rostros pálidos nacionales, los realizadores
se ven en la necesidad de importarlos del extranjero. No interesa de donde sean: vagos o asesinos en serie
argentinos, traficantes y sicarios colombianos
o balseros cubanos, porque el objetivo es cubrir rápidamente con rostros blancos esta televisión racista
peruana.
Entre juego y juego en esa orgia de
culos y músculos sobresalía un podenco
muy especial, y no era porque su dueña sea
Johanna San Miguel, si no, porque el otro día me enteré que esta petisa le había puesto un nombre muy particular a su
mascota.
Hurgar dentro del encéfalo de los individuos
que vemos en la tele es muy complicado, sobre
todo, -como en este caso-, para poder entender qué motivó a esta conductora el bautizarle
con el nombre de “quechua” a su querido animalito.
Quizás, sea la muestra más clara de la ignorancia - creo que es lo más certero- , o será la manifestación de una simple hija de puta que
no se atreve a gritar frente a cámaras a
la mayoría de peruanos ¡indios de
mierda! Pero, como buena alumna de las
monjitas del Santa María, astutamente lo
disimula, eligiendo sutilmente el insulto adecuado y lo vocifera a nivel
nacional, llamando a su chucho con el nombre científico de la etnia que mayoritariamente
puebla estos territorios. Etnia cuyos antepasados
construyeron Machu Picchu. Como son también de origen
Quechua los apellidos Pachacutec, Quispe,
Humala, Mamani y tantos otros.
Pero, qué divago, si está claro que la intención de esta vacía, era
deshonrar a la etnia Quechua. Siempre fue este el objetivo dentro de la
mente prejuiciosa, estereotipada de esta ingenua conductora, valiéndose –como no- de que
su grupo étnico tuvo y tiene bajo su poder la televisión peruana. Por estas razones se permite
la licencia de insultar a un pueblo que sigue vivo, -algo desorientado- pero vigente.
Inútil resultaría ilustrarle a esta graciosa bufona que
Quechua es sinónimo de Inca. Y que esta etnia construyó maravillas modernas e hicieron del Tahuantinsuyo el imperio más grande del
hemisferio occidental, y además, los Quechuas,
le heredaron al Perú
todos esos motivos por lo que hoy somos reconocidos en el mundo. Pero, para esta preciosa pequeña y muestra clara del más oprobioso desconocimiento albo, no significa nada.
Hasta cuando seguiremos observando a
toda esta camada de ignorantes prejuiciosos insultando
continuamente nuestro pasado, nuestra
cultura y a sus habitantes originarios. Hasta cuando esta gente no se largará de nuestros
territorios si es que tanto les incomoda sus verdaderos habitantes.
Johanna San Miguel, si su objetivo era disminuir
la trascendencia del pueblo Quechua llamándole con ese nombre a su mascotita, le podemos asegurar
que lo único que ha conseguido es que su
canino por la denominación que ahora detenta sea desde ahora una GRAN PERRA.
1 comentario:
seguramente esa golosa nariz que ostenta la petiza johana materia de su comentario fue su mayor traidora al momento de sincronizar cerebro y palabra, por los cerebros adolescentes victimas de esta basura televisiva ¡QUE VIVA LA GRAN PERRA!
Publicar un comentario