Quiero que quede claro algo.
Porque algunos visitantes a esta bitácora, después de leer algunos de mis
artículos, se han encrespado tanto, que
no han visto mejor forma de acompañar sus comentarios con no
pocos insultos que –obviamente- me he dado
la libertad de no publicar. Llegando incluso a acusarme de mantener en mis diatribas una cierta superioridad racial de tal y de cual.
Nada más absurdo. Porque desconocen lo que verdaderamente busco cada vez que me pongo a teclear, que es intentar poner las cosas en su sitio. Porque
en esta tierra de analfabetos e
ignorantes, algunos en su paranoia se crían con unos prejuicios tan cojudos por labriegos y
medievales, ocupándose el tiempo inútilmente
en competir con el otro por quien posee la piel menos oscura o los apellidos o la ascendencia menos indígena. Llegando los mas asnos -con el perdón del équido- a despreciar todo lo que signifique andino. Ridícula sinrazón. Porque a estas alturas sabemos que para ser
el mejor imbécil no necesariamente tienes que ser blanco, negro, indio o
amarillo, ya que durante estos más de
cien mil años el homosapiens se ha mezclado tanto que hoy por hoy hasta el mismo término “raza” se
encuentra muy discutido. Esto es lo real
y el resto es solo ignorancia. Nada más.
Entonces, que quede claro, si de alguna “raza” soy fanático, esta quizás sea de la Holstein, sobre todo sin
dan buena leche.
Nuestra cultura andina no la
veo como
los rezagos de una población degradada, sino con la perfección que se ve en la piedra
de los doce ángulos, las líneas de
nazca o los textiles paracas. Es lo que
intento rescatar. Y si sobresalgo lo andino
en mis artículos es producto de rescatar y trasmitir estos valores
antiquísimos que de igual forma resalta
la comunidad científica internacional: una cultura milenaria, la cuna de la civilización
en el planeta, creadores de una maravilla moderna y del imperio más extenso, y
que dieron nacimiento a estadistas como
Pachacutec considerándosele a la altura de
Napoleón y Alejandro Magno. Con semejantes hechos concretos y tangibles, hay que ser un verdadero imbécil u obtuso
ignorante o un estúpido prejuicioso para
no aceptarlo y difundirlo dentro de la
población, sobre todo cuando estas gentes no encuentran razones coherentes como para
comenzar a levantar la cabeza y mirar al horizonte de manera más auspiciosa. Y
ayudar en algo para formar una sociedad más sana y con gentes que al mirarse al espejo se sientan aliviados con
lo que ven y no como ocurre ahora, seres
insatisfechos añorando ser otros.
Disminuidos que se desenvuelven en
entornos decadentes llenos de caos,
corrupción, violencia, frivolidad,
vacío consumista, aculturación, depresión, stress, y una visible crisis de valores en general.
El aliciente para seguir con
esto, es encontrar gentes progresistas
que ven al Perú y los peruanos de manera distinta. Superando todo tipo de
prejuicios encuentran grandiosidad en lo
que para otros enceguecidos puede pasar desapercibido.
Uno de ellos es Jean Pierre Magnet.
Aquel día la Ciudad Luz fue testigo de
su arte y como antesala fue presentado como se merece un artista de su talla.
En esa entrevista el reconocido músico dio en pocas palabras un gran ejemplo de cómo debería pensar un peruano en el siglo
XXI. Sin haber nacido y crecido en los
andes como Augusto Polo Campos, Chabuca
Granda o el mismo congresista Yohny Lescano. Jean Pierre Magnet, sin complejos o
prejuicio alguno, declaraba sobre la música andina, cómo la apreciaba y la entendía,
afirmando que de todas las culturas
conocidas y los sonidos disfrutados y después de haber experimentado con tantos
estilos, con el que más se identificaba y
se sentía cómodo era con las melodías que provenían de los Andes, porque con
estos sonidos podía expresar mejor sus sentimientos y emociones.
Con cada pregunta del acreditado
francés, reafirmaban a un Jean Pierre Magnet
cosmopolita y sensato y gran entendido del
arte que ejecutaba.
Que distinto es el peruano que forma
su identidad nacional a partir del conocimiento de la transcendencia de una cultura milenaria. Mira de frente, sin ningún
complejo. Sin rasgo alguno de inferioridad
se para frente a un francés, alemán o americano y se distingue de ellos
con horizontalidad, y estos, lo escuchan y lo respetan. Un gran ejemplo dio el notable músico en
aquella entrevista de lo que debería ser
el propósito y la autoestima de ese futuro peruano del bicentenario. Que distinto
seria que esos infames que pueblan la Plaza de Acho los meses de octubre
pensaran así, este país tendría definitivamente ese par de huevos bien puestos.
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