A pesar de que los piromaniacos sociales lo ahuyentaron de las
redes sociales, Gian Marco sigue siendo el referente en la música
contemporánea peruana. Profeta en su tierra que dentro de ella ha recibido
muchos reconocimientos, colocándolo -sin exagerar-
entre los más destacados cantautores de América Latina
y hace buen tiempo merecedor a ser el protagonista de uno de
esos conocidos Unplugget de la cadena MTV.
Cuando Gian Marco pisa cualquier programa de televisión
peruano, se nota su seguridad dentro de estos, y hasta se le ve
canchero. Así es como generalmente lo habíamos visto, hasta que el otro
día lo encontramos en un programa mexicano.
Ese día estaba con un semblante y una actitud muy distinta,
despertando en nosotros en algunos momentos las ganas de gritarle:
¡Sal de ahí y mándalos a la mierda!
Todo ocurrió así. Era una tarde templada y me encontraba recostado
cómodamente buscando algo que ver en ese viejo televisor de 14
pulgadas. Uno tras otro los canales los pasaba con sus manoseadas y
aburridas películas e insoportables realitys. Hasta que me detuvo un
rostro conocido, era Gian Marco.
Después de dominar mi desconfianza porque tanto canal como el programa eran mexicanos, tomé
un respiro y dije: “qué diablos, será por unos minutos”.
El programa llevaba como nombre algo como “Show Show”
y lo conducía un pelmazo mexicano de típico rostro tolteca pero seguramente
en el fondo queriendo ser los más albo posible, y más gritón y perturbado que
la Marta Chávez en su primera vez…en el Congreso y, rivalizaba con el mismo Carlos
Galdós para llevarse el trofeo al mejor rompe huevos de aquella tarde.
Pero, lo que más nos llamó la atención del conductor fue su
notoria hostilidad en contra del cantautor peruano. A cada instante lo
interrumpía, no interesaban sus más de veinte años de
trayectoria en el Perú, porque para este magante azteca era un
total desconocido al que se le podía humillar, obligándole a
asentir todos sus gritos y burlas como si el famoso “cara de dedo” fuera
un completo aprendiz, un triste simplón sin amor propio implorando una dadiva
de atención. Era un gran pelmazo el conductor hijo de puta.
Gian Marco, estaba inseguro, incomodo, como obligado soportando
estoicamente el programa entero y sobre todo ese notorio maltrato de ese insufrible anfitrión.
Mientras asimilaba toda esa escena, me preguntaba: ¿Qué
distinto hubiera sido ver otra actitud? Quizás esperar aquella reacción es que algunas veces vemos en artistas con otro tipo de autoestima y que mandan todo la
mierda y les llega al píloro el contrato y la plata. Quizás una actitud que te
ayude a meditar y exigir ¡Carajo! ¿Qué coño hago aquí? ¿Quién coño se cree este
payaso extraído de la vecindad del chavo para bromearme irrespetuosamente
haciéndome ver como un verdadero cojudo? ¿Tanto cuesta entrar a este enorme mercado
del mal gusto? ¡Qué puta hago acá! ¡Soy el que llena estadios en el
Perú y se divierte en sus programas de televisión! ¡Y me llega al píloro que
sean cien millones de posibles compradores de mis discos y que soporten
la voz de Thalia!. ¡Soy Gian Marco y merezco un mejor trato, y si
no es así, por mí, se pueden ir todos a la misma mierda!
Nunca sabremos que ideas pasaron por su cabeza durante su estadía
en aquel programa. Pero lo cierto es que durante su presentación se lo
vio cabizbajo y disminuido, con ese
conocido semblante que llevan las empleadas del hogar cuando pisan esas
exclusivas playas de Asia repletas de miradas despectivas de unos racistas
hijos de puta.
Es que lo que escribo es lo que siento. Cuando se trata de
defender mi valía y dignidad no dejo que me pisen el poncho. De eso puedo
jactarme.
¿Por qué tenemos que sentirnos menos que el resto? ¡Carajo!. He nacido
en un territorio que fue cuna de la civilización, los incas dominaron
Sudamérica, construimos una maravilla moderna. Todo esto son razones
indiscutibles para no sentirnos menos que nadie y nos hace tener
los huevos necesarios para exigir un mejor trato a cualquiera.
La realidad
es que afuera y como en cualquier otro lugar, te tratan como quieres que te
traten.