sábado, 6 de abril de 2019

Pérez Reverte y el apellido del imbécil



Está claro entonces, algo positivo tenía que salir con la polémica desatada por la carta de AMLO exigiendo un justo perdón a los herederos de los que hace 500 años mataron a 60 millones de seres humanos.
Y quién mejor para darnos luces sobre este problema que las palabras de uno de los españoles actualmente de mayor solvencia y seriedad intelectual, Arturo Pérez Reverte, que a raíz de esa misiva,  el escritor respondió, textualmente: “Que se disculpe él, que tiene apellidos españoles y vive allí. Si este individuo se cree de verdad lo que dice, es un imbécil. Si no se lo cree, es un sinvergüenza.”
Si interpretamos las palabras del autor de la serie “El capitán Alatriste”, tiene justa razón.
¿Cómo en estos temas puedes criticar a España o defender a tus nativos americanos, cuando llevas un apellido español?
Y es cierto, no puedes estar en desacuerdo, completamente, con esa carnicería, si sigues llevando esos apellidos de origen español.
Muchos de los que criticaron a AMLO en México y Perú, tenían apellidos de origen español lo cual les hacían identificarse más con los conquistadores españoles que con los indígenas y a pesar que muchos de ellos tienen  dentro de su ADN un gran contenido amerindio. Lo que debería ser la indignación de un continente se reduce a pocos porque pocos han desarrollado una identidad coherente con el suelo que pisan y en donde –dicho sea de paso- han nacido.
Esos apellidos de origen hispano son un lastre cuando se quiere formar una nación en México como en el Perú. Esos apellidos hispanos manteniéndolos como signo de identificación en  los Andes y dentro de  la población mestiza, nativa o andina,  es como seguir manteniendo esas antiguas cadenas o esas marcas en la piel que le hacían a sus antepasados  los indios, hechas con el hierro fundido del español.  
A través de la historia de Latinoamérica y, del Perú sobre todo, esas iniciativas que han intentado crear una identidad nacional o poner la primera piedra para nuestro desarrollo soberano han tenido grandes probabilidades de caer en un completo fracaso cuando él que lo hacía llevaba ese apellido español, o han existido los  aculturizados, como Humala, que a pesar de tener apellidos aborígenes detestan cualquier vínculo con sus ancestros y su cultura y se han comportado como verdaderos lacayos.
Un tártaro con apellido ruso, el negro con apellido inglés o francés, el kurdo con apellido turco y el quechua con apellido español, siempre serán serán seres humano débiles y proclives de traicionar a su verdadera nación. En el Perú el 75 % de la población debería tener un apellido de origen quechua como hace más de 100 años, pero esto no ocurre por una campaña sistemática que obliga  a nuestros compatriotas a  cambiarse el apellido a uno occidental (español mayormente), asiático y hasta se ha visto el caso de ponerse uno hindú. Pero no hay mal que dure cien años (o quizás doscientos), de eso estamos seguros.
La pena, el desequilibrio, el estrés o como le llames, como peste endémica han cubierto al Perú, y el dinero como ansiolítico  no lo está calmando. Esta pandemia ataca más a los aculturizados, a los débiles, a los que no pueden fortalecer su autoestima asumiendo su verdadera identidad étnica, son enormes grupos de indefensas crías que están por todos lados. Y son a los que el occidental mira por sobre el hombro y los consideran unos “imbéciles” porque esto a pesar de estar tan claro, se niegan a aceptarlo.

miércoles, 27 de marzo de 2019

Un perdón más que merecido



Hasta que se escuchó algo que valga la pena y que  salga de ese  trillado libreto de fantoche  que últimamente caracteriza a los mandatarios de la  Alianza del Pacífico.
Desde la época de Lázaro Cárdenas del Río no se veía algo parecido. Hoy México ha dado un giro de 360° con  Andrés Manuel López Obrador, liderando al hemisferio latinoamericano al levantar la poca dignidad que aún queda al sur del Río Grande  hasta Tierra del fuego.
Exigir disculpas al Papa o al Rey de España por el genocidio de los pueblos originarios en México o en el Perú, es como pedir peras al olmo, pero al menos hay que recordarles lo que hicieron sus antecesores o a los que ahora representan.
Es entendible la reticencia del Vaticano conocidos en el mundo  por ser connivente con sus numerosos acusados de pedofilia.  Si por estas razones no se disculpan menos lo harían por esos millones de nativos que eliminaron al imponerles su religión.   
Lo mismo ocurre con el nuevo rey de España, Felipe VI, el rostro de una monarquía que por su accionar se parece más a un califato magrebí. Coronado a espaldas del pueblo español, blindado en su palacio mientras afuera las cabezas rotas de jóvenes exigían un referéndum democrático para consultar al pueblo si continuaba o no ese régimen heredero del franquismo. La represión antidemocrática sobre Cataluña y la proliferación de la censura habla claramente que el régimen monárquico español no es un buen referente para aprender lo que debería ser una democracia.
Es que el daño ha sido enorme  y  no forma parte de una leyenda negra sino que es muy  real y aún está vigente carcomiendo las iniciativas para que algún día brote una verdadera identidad nacional dentro de los pueblos latinoamericanos.
Y no es solo porque destruyeron a dos culturas (aztecas e incas) que son la admiración en el mundo entero sino que pareciera que la actual España es una “mala influencia” para todos los que hablamos este idioma a este lado del charco.
Nos afectó mucho su papel disociador que nos heredaron y que fueron las causantes directas para que no siguiéramos el ejemplo de federación y descentralización  de las trece colonias inglesas.
Deben disculparse  por su histórico fundamentalismo religioso que ahoga la ciencia y la creatividad del ser humano.
Pedir perdón  por sus torpezas para gobernar  al no tener los cojones para realizar las reformas debidas que lleven a sus pueblos a la modernidad, la misma pusilanimidad, retraimiento y subordinación que han transmitido a tantos grupos gobernantes en Latinoamérica para no atreverse a sacar del subdesarrollo a sus respectivos países.
Sí, están obligados a disculparse con México y con toda Latinoamérica porque son un mal ejemplo, pero también nos dan ese manual de qué no se debe hacer para que un país avance.  
Muy distinto sería si fuese una República Federal. Parece sencillo. Son esa lucidez y sensatez, elementos escasos en la cultura hispana, pero eso sí la corrida de toros, el relajo, y la improvisación, son los ingredientes que nunca faltarán en esa paella ibérica.  

sábado, 23 de marzo de 2019

Ir de putas



La puerta está bien  cerrada con llave, nadie saldrá esta noche.
En esta juerga no pueden faltar las culonas ni las rubias “al pomo”  ni los proveedores de la cerveza.
El guachimán está alerta para que no se filtre ningún “paracaidista” menos los soplones en ese último piso del municipio de José Luis Abascal y Picoy, es que es la juerga de la típica institución corrupta. La pollada en el patio trasero está en su mejor momento, revuelta y con grandes parlantes chuponeándolo todo. La música de Maricarmen Marín acompaña las carcajadas de Magaly Medina mientras publica el lento proceso de extinción de la modelo Angie Jibaja.
Esa nueva crisis ministerial provocada por la renuncia de Cesar Villanueva no tuvo tanto eco como el protagonizado por el congresista puneño Yonhy Lescano que, paradójicamente, detesta el idioma aymara y prefiere siempre el producto importado; parece que se dio cuenta que necesitaba de un escándalo para ser presidenciable porque no le bastó interpretar el mismo papel que también lo hizo en vida Henry Pease haciéndose pasar como un “rojo” izquierdista, cuando es uno  de los más conservadores, macerado en las filas grisáceas y arcaicas del derechismo hipócrita y colonial de Acción Popular,  ahora gracias a sus “patas” le quieren dar la imagen del semental y acosador.
Un año del gobierno de Vizcarra y su imagen como presidente sigue cayendo como esas fotografías de mandatarios intrascendentes que cuelgan sobre clavos oxidados en esa pared de quincha y barro de una sucia UGEL. Desde Felipillo no se vio semejante ridiculez, un  presidente moqueguano con ese frac amarillo, mientras el país sigue en piloto automático y con un personaje sin luces aferrándose en el cargo.
A dos años del bicentenario debería de adelantarse las Elecciones Generales para que esas fiestas  tengan algo de coherencia con lo que espera la población.  
Y a propósito del nuevo gabinete, este, no sorprendió a nadie,  porque sigue teniendo esa imagen frívola y teatral, y que mejor rostro que represente todo esto que el nuevo premier Salvador del Solar.
El único momento aterrador lo sufrimos en Arequipa cuando nos enteramos que dentro de las voceadas para integrar el nuevo gabinete estaba el nombre de una ex gobernadora regional, para tranquilidad de todos, solo fue una falsa alarma.
El Perú no es ni será occidental, a pesar de la enorme influencia que sufrimos desde hace quinientos años, así que aquellos alcaldes de apellidos nórdicos y con meninges de peloteros, deberían respetar estas características dentro de la población peruana  una  de cuyas manifestaciones es  sobrevivir mediante el pequeño comercio ambulatorio, obligado porque han sido abandonados por el estado, cuyos gobiernos permiten sueldos bajos, y en donde,  las condiciones laborales son de las más deprimidas de la región.
El hollín y la grasa se han mezclado mucho y han cubierto toda la comarca y ahuyenta caminar por sus calles. Mientras tanto Guaidó sigue "resistiendo" y aquí sus representantes son bien vistos solo por los grupos fujimoristas y apristas.

miércoles, 6 de marzo de 2019

Walter Aduviri y el aimara bamba



Esos tres siglos de colonialismos español y los casi 200 años de república criolla le han sacado la mierda al indio, al cholo, al nativo; tanto que los sobrevivientes quedaron tan desorientados y con un enorme conflicto interior. Es una lucha entre reconocerse con una identidad originaria  pero a la vez entra en conflicto porque aun arrastran conductas heredadas de aquellos que los mantuvieron oprimidos por centurias.
Como muchos asalariados de los que mueven los hilos, en estos últimos años el nombre de  Walter Aduviri  ha estado al lado de las protestas y la toma de carreteras, como un “Evo Morales” pero “bamba”  creado para el único fin de minar con violencia y división el resurgimiento andino.
Parecían que sus reclamos eran justos, viniendo de una región como Puno que sufre tan marcada pobreza y desnutrición infantil, Aduviri,  escandalosamente y levantando las banderas de la reivindicación de lo andino de lo aimara, hasta ahí, parecía creíble ver que estaba apareciendo ese líder que el abandonado altiplano necesitaba; pero estábamos equivocados porque apenas se estableció en el poder formal como gobernador sus acciones nos han mostrado a una especie de “topo” puesto como protagonista para atacar y destruir este resurgimiento andino que se está viviendo en esta época.
Y esto Aduviri lo hizo notar los últimos días al mostrarse necio y hostil  frente a Cáceres Llica  cuando la situación solo le exigía  buscar ese consenso que beneficie al grupo de población que ellos representan y que sufren el centralismo limeño.
Aquí no se trata de quedarse sin agua o liarse a golpes en esta especie de conflicto limítrofe creado por torpes caciques que han heredado la ambición y desunión de sus antiguos amos españoles.
El mundo andino se ha caracterizado desde hace miles de años por su reciprocidad, por el vínculo,  por buscar siempre la unión de los pueblos que habitan estos territorios, ese ha sido el camino histórico, hasta que llegaron los españoles y trajeron su cultura egoísta miserable, desligada, esa que trajeron desde la península, la desmembración que proponen los califas en sus  taifas que hasta ahora divide España y a esa parte de América que habla castellano y que ha sido una de las razones por la que no prosperaron los planes de Bolívar o Santa Cruz y tantos otros proyectos lucidos para unir a los pueblos latinoamericanos.
Aduviri actuó de la misma manera que llevó a Pumacahua aliarse a los españoles para  luchar contra el propio Tupac Amarú II.
Es esa mala herencia hispana de pelearnos entre connacionales y Aduviri es uno de ellos, un poblador altiplánico aculturizado que en el fondo no piensa ni siente como aimara y que solo realiza sus actos con chamanes y pagos a la tierra con el mismo histrionismo de PPK cuando habló  en quechua durante su mensaje del 28 de julio.
Politicastros, que levantan la Wiphala aprovechando el contexto,  pero son un fraude, demagogos de los que muchos han aparecido aprovechando la desesperanza del pueblo y su espera de ver concretizado ese mesianismo andino, llegan al poder solo para para beneficiarse a costa del caos que originan, el subdesarrollo y la corrupción.
Walter Aduvir no es un antisistema porque es parte del sistema, juega a su favor cuando busca desprestigiar con violencia de mercenario la cultura andina cumpliendo un papel disociador con sus pares, mientras tanto, se olvida descontaminar el  lago Titicaca, pensando  más en la violencia antes que construir solidariamente un pensamiento que rescate la cultura andina milenaria al que debería pertenecer.
Es que es solo eso, otro mercenario del caos que Puno y el altiplano pagarán las consecuencias.

jueves, 28 de febrero de 2019

Mario Vargas Llosa y el antipático cadáver



Parece que esta etapa de la vida de Mario Vargas Llosa lo cubrirá con una atmosfera espesa y gris de frivolidad  y huachafo conservadurismo.
Es que el premio nobel se muestra renuente a aceptar una realidad que se observa  sobre todo en la ciudad que pone jactancioso como su lugar de nacimiento.
El día de ayer en Madrid, en la inauguración de una feria de arte contemporáneo, el autor de El pez en el agua afirmó, según El país,  y textualmente, que el indigenismo como visión dogmática que reivindica el Perú autóctono ajeno a las influencias externas, “está muerto”.
Descomunal superchería que pregona   sin escrúpulos al censurar o negar lo que está ocurriendo en el Perú los últimos años, esa revaloración de la cultura andina, claro que esta especie de resurgimiento andino se da silenciosamente, de forma oral, resguardada entre catacumbas, en la redes sociales o dentro de las familias, entre cuatro paredes, alejados por seguridad de Palacio de Gobierno y del Congreso, distanciados y ajenos  a los grandes medios de comunicación.  
Ese indigenismo o la valoración de esta cultura milenaria que a estas alturas se sabe por las evidencias encontradas que fue superior a la traída por los forasteros en sus carabelas, está más viva que nunca pero ya no se muestra quizás como lo vivió y observó Vargas Llosa con sus prejuicios en la primera mitad del siglo XX porque ahora es más sofisticada.
En el último censo nacional más del 20 % de peruanos se identificaron como pertenecientes a la etnia quechua y cada vez crece en gran parte de la población nacional el pedido de la enseñanza del idioma quechua en las escuelas de todo el país.
Hablar quechua es sinónimo de orgullo.
Incluso en la región Arequipa hace algunos meses en las últimas Elecciones para   Gobernador triunfó en las urnas el candidato que levantó las banderas de lo indígena, de lo precolombino, de lo nativo, de lo autóctono, superponiéndolo a lo hispano y occidental.   
La tolerancia de Mario Vargas Llosa llega hasta su Rubicón. Su civilizado respeto  finaliza cuando se enfrenta a sus prejuicios que aprendió desde niño, ese racismo y menosprecio a la auténtica cultura peruana, que hipócritamente lo oculta  pero que aflora  cuando tiene que tocar estos temas. Es el mal de una importante minoría por acá, que los vuelve ciegos y sordos como el más extremista yihaidista y obtusos como los más tercos del politburó comunista antes del desplome soviético o como el fundamentalista racista e hispanófilo director del diario El Pueblo de esta ciudad andina llamada Arequipa.
Es un pesado muerto que arrastran toda esta gente, son los infelices “boers” que viven en medio de los Andes, que les apesta el  entorno originario y que preferirían mil veces estar como Vargas Llosa mirando y oliendo los pedos de los que ellos en su degradación consideran superiores.   

martes, 12 de febrero de 2019

Roma



Ahora que el histórico triunfo de Andrés Manuel López Obrador lo hace ver mucho mejor a México,  su cine, como era lógico, tenía que impregnarse de algún rasgo  de conciencia social  desempolvando aunque sea tímidamente el racismo, la misoginia,  los grupos paramilitares conservadores y las gigantescas diferencias económicas y sociales que sufre la sociedad mejicana.  
Para comenzar, el  cartel que eligieron para esta película  te  recuerda a  Luperca amamantando a los gemelos Rómulo y Remo, pero cuando te vas acercando, te das cuenta que eran solo unos niños jugando en la playa y, que de italiano esa película mejicana solo iba a tener el nombre.  Podría haber parecido otra obra más de Cantinflas haciendo de los tres mosqueteros, representando a un  México (como podría ser también Guatemala o Perú) sin identidad, queriendo ser inútilmente ese occidente que profesa tanto, una novela trillada de un país “indio” que sueña con un rostro caucásico. No llegó a tanto.
Será que vivo en el Perú y estoy harto de su cine mediocre usurpado por una minoría alba y analfabeta, que sigue manteniendo  a la empleada como una ilusa india iletrada que a duras penas se comunica con un indescifrable idioma en un ambiente sórdido, mientras los “blanquiñosos” son los buenos y caritativos, los civilizados, pero tan torpes que viven alejados de la idea de nación, unos extranjeros en su propio país desconociendo la cultura de su tierra, reduciéndose a ser verdugos de su auténtica cultura precolombina. Algo parecido se encuentra en esta film, prolijo en silencios. Mutismo que sufre también algunas realizaciones peruanas, quizás se debe a una cuestión cultural, porque gran parte de los peruanos como los mexicanos, desde su memoria intrauterina no olvidan que durante miles de años se comunicaron con otro idioma y por eso  les cuesta ahora leer y hablar ese castellano impuesto a golpe de látigos y garrote.  
Esperé un guion agresivo, uno que despierte revancha o por lo menos la indignación nacional por los atentados de lesa humanidad que ocurrieron en ese País como las matanzas de Tlatelolco, pero solo dejó remanentes para tratar el tema desde la cómoda visión de  Alfonso Cuarón,  un mejicano clase mediero que sufre todos los días su propio  “American Dream”. Lo más repulsivo de la reciente historia mexicana se tocó de forma apresurada casi al final de la película. Lo que quizás hubiera despertado la indignación en el espectador hasta exigir que se reabran  los casos de atentados a los derechos humanos en México hábilmente quedó en segundo plano  para resaltar  el abuso en contra de la mujer,  que no diferencia clases sociales, porque lo pueden sufrir tanto la profesional blanca como la indígena analfabeta y pobre.
La película, en sí misma,  es larga, tediosa y casi muda, sobrevalorada, un grito tímido de protesta  tratando de rescatar aquellos conocidos sectores maltratados en un país o de cualquier otro país al sur del Río Grande,  que es la raíz del problema, según Trump, y que, para alejarlos les está construyendo un enorme muro.
Lo sobresaliente del film fue la destacada participación de Yalitza Aparicio. El momento del parto frustrado con sus escalofriantes gemidos traspasó la pantalla, y quién mejor para expresar fielmente  el dolor humano que el rostro de un indio latinoamericano.
Un final predecible en donde el blanco es el bueno y protege al sufrido indio, desperdiciando la oportunidad  de atreverse a reclamar  que estos prejuicios y falta de sentido de pertenencia con su cultura precolombina es la principal causa de que estos países estén condenados  a la degradación y la subordinación.

lunes, 4 de febrero de 2019

Desdichada diplomacia



Este periodo de transición al pasar de un mundo  unipolar liderado por los EEUU a otro en donde Rusia y China buscan su tajada en el pastel, ha provocado esta crisis  y amenaza al descubierto y vulnerable  abdomen de algunos países sudamericanos.   
Los peruanos desde nuestra barbarie, pobreza y  desventajosa posición, los estragos del primer gran conflicto global,  los pocos que lo sabían en ese momento, lo leyeron en los diarios; mientras tanto,  la Segunda Guerra Mundial lo escucharon a través de las dos únicas radios que existían, pero, siempre muy alejados de los combates y devastaciones que se producían en Europa, salvo los enfrentamientos navales  frente a las costas de Chile y el de las Islas Malvinas de 1914.
Hoy no sucede lo mismo, porque la puja entre los actuales hegemones ha atravesado las fronteras del Perú y lo vemos con ese millón de venezolanos que han ingresado. Su gran numero en un país pobre como el nuestro tan escaso de empleo y con una tercera parte de su población sumida por debajo de la línea de pobreza significa un importante agente desestabilizador y muestra lo peligroso que significa  contar con una diplomacia ingenua o exageradamente torpe.  
Lo que podríamos llamar como la Tercera Guerra Mundial se puede iniciar tanto en  Europa Oriental, el Medio Oriente, Taiwán, Corea del Norte, o aquí cerca, en Venezuela.
Los bloques enfrentados del Atlántico norte y la zona Euroasiática se encuentran en una situación similar a la Entente y los imperios centrales de finales del siglo XIX y comienzos del XX, cuando en un conflicto  encontrábamos dentro de sus causas  la posesión de los recursos  y los mercados. Ahora,  no existen ideologías de por medio como en la época soviética,  ahora prima la ganancia del dinero al poseer el dominio de aquellos lugares en donde se explota el petróleo o  pasa ese oleoducto.  Por estas razones los diferentes tipos de conflictos que se produzcan pueden desencadenarse hasta en el mismo patio de tu casa y, lo sensato, para un país como el nuestro que ha sufrido terribles épocas de violencia que no se diferencian mucho de lo que ha pasado en Siria, sería intentar alejarse de estos focos de tensión, en este caso Venezuela.
Colombia ha traído a Sudamérica el enfrentamiento de los actuales bloques beligerantes  al formar parte de la OTAN como “socio global”, rótulo rimbombante para un televidente acostumbrado a los realitys  y que no percibe cuando un  país subdesarrollado se encuentra ocupado sin derechos a reclamo, obligado a ceder  su territorio y sus soldados para una posible invasión de un país vecino y latinoamericano.
En el pasado siglo XX surgieron los países no alineados y el Perú fue uno de los abanderados, hoy no se habla de ello.
Cómo se puede tomar partido  exageradamente por uno de los bandos cuando nuestro país mantiene buenas relaciones tanto con China, EEUU o Rusia, sobre todo en el ámbito comercial y sin olvidar  su triste realidad  de sediento importador de petróleo.
Es que los diplomáticos peruanos que dan la cara cuando se presentan en el Grupo de Lima no se pueden apartar de esa atmósfera de subordinación al apoyar un discurso promovido por los que insultan constantemente a los latinoamericanos al querer construir un muro.
La historia juzgará a aquellos que están a favor de la guerra en un país latinoamericano, un conflicto en donde se juegan los mezquinos intereses de las grandes potencias mundiales.
Es que lo vemos desde una posición cultural milenaria, como quizás lo vería el Siam del siglo XIX, cuando  negociaba con las amenazantes potencias  occidentales que presionaban  sus fronteras.
El Perú es un país milenario y creemos que sus más de 5000 años de antigüedad debería darles sensatez y autoestima  a los que manejan su diplomacia para no dar el patético espectáculo que estamos viendo, otra vergüenza más, como cuando Leguía entregó el trapecio amazónico por presión externa.

Ridley Scott en su Waterloo

  Las oscuras nubes de unas horas bajas no solo ensombrecen a Occidente en su enfrentamiento con Rusia para conservar la unipolaridad en el ...