lunes, 4 de febrero de 2019

Desdichada diplomacia



Este periodo de transición al pasar de un mundo  unipolar liderado por los EEUU a otro en donde Rusia y China buscan su tajada en el pastel, ha provocado esta crisis  y amenaza al descubierto y vulnerable  abdomen de algunos países sudamericanos.   
Los peruanos desde nuestra barbarie, pobreza y  desventajosa posición, los estragos del primer gran conflicto global,  los pocos que lo sabían en ese momento, lo leyeron en los diarios; mientras tanto,  la Segunda Guerra Mundial lo escucharon a través de las dos únicas radios que existían, pero, siempre muy alejados de los combates y devastaciones que se producían en Europa, salvo los enfrentamientos navales  frente a las costas de Chile y el de las Islas Malvinas de 1914.
Hoy no sucede lo mismo, porque la puja entre los actuales hegemones ha atravesado las fronteras del Perú y lo vemos con ese millón de venezolanos que han ingresado. Su gran numero en un país pobre como el nuestro tan escaso de empleo y con una tercera parte de su población sumida por debajo de la línea de pobreza significa un importante agente desestabilizador y muestra lo peligroso que significa  contar con una diplomacia ingenua o exageradamente torpe.  
Lo que podríamos llamar como la Tercera Guerra Mundial se puede iniciar tanto en  Europa Oriental, el Medio Oriente, Taiwán, Corea del Norte, o aquí cerca, en Venezuela.
Los bloques enfrentados del Atlántico norte y la zona Euroasiática se encuentran en una situación similar a la Entente y los imperios centrales de finales del siglo XIX y comienzos del XX, cuando en un conflicto  encontrábamos dentro de sus causas  la posesión de los recursos  y los mercados. Ahora,  no existen ideologías de por medio como en la época soviética,  ahora prima la ganancia del dinero al poseer el dominio de aquellos lugares en donde se explota el petróleo o  pasa ese oleoducto.  Por estas razones los diferentes tipos de conflictos que se produzcan pueden desencadenarse hasta en el mismo patio de tu casa y, lo sensato, para un país como el nuestro que ha sufrido terribles épocas de violencia que no se diferencian mucho de lo que ha pasado en Siria, sería intentar alejarse de estos focos de tensión, en este caso Venezuela.
Colombia ha traído a Sudamérica el enfrentamiento de los actuales bloques beligerantes  al formar parte de la OTAN como “socio global”, rótulo rimbombante para un televidente acostumbrado a los realitys  y que no percibe cuando un  país subdesarrollado se encuentra ocupado sin derechos a reclamo, obligado a ceder  su territorio y sus soldados para una posible invasión de un país vecino y latinoamericano.
En el pasado siglo XX surgieron los países no alineados y el Perú fue uno de los abanderados, hoy no se habla de ello.
Cómo se puede tomar partido  exageradamente por uno de los bandos cuando nuestro país mantiene buenas relaciones tanto con China, EEUU o Rusia, sobre todo en el ámbito comercial y sin olvidar  su triste realidad  de sediento importador de petróleo.
Es que los diplomáticos peruanos que dan la cara cuando se presentan en el Grupo de Lima no se pueden apartar de esa atmósfera de subordinación al apoyar un discurso promovido por los que insultan constantemente a los latinoamericanos al querer construir un muro.
La historia juzgará a aquellos que están a favor de la guerra en un país latinoamericano, un conflicto en donde se juegan los mezquinos intereses de las grandes potencias mundiales.
Es que lo vemos desde una posición cultural milenaria, como quizás lo vería el Siam del siglo XIX, cuando  negociaba con las amenazantes potencias  occidentales que presionaban  sus fronteras.
El Perú es un país milenario y creemos que sus más de 5000 años de antigüedad debería darles sensatez y autoestima  a los que manejan su diplomacia para no dar el patético espectáculo que estamos viendo, otra vergüenza más, como cuando Leguía entregó el trapecio amazónico por presión externa.

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