Este país no deja de sorprendernos,
ahora con la muerte del personaje Alan García, que junto con Abimael Guzmán y
Alberto Fujimori, formó parte de esta especie de trilogía del mal, causantes
directos del recrudecimiento de los principales problemas que arrastramos los
peruanos hace buen tiempo.
Bueno, a estas horas después de los
comunicados oficiales, y todo ese conocido ajetreo de los medios que ya de por
sí han perdido total credibilidad, solo quedan preguntas sin contestar y
respuestas vagas e incoherentes.
Pero, lo que sí es real, es que este
personaje político creado a comienzos de los ochenta por los mismos medios que
hoy lo están enterrando ha cumplido su ciclo. Así que ya no tendremos las
peroratas desequilibradas apoyando el fanatismo ágrafo religioso, la corrupción
como modus operandi, y el racismo incoherente y bobo.
Una solitaria amputa flor, y hasta
creo de plástico, tirada ayer en la tarde en la puerta de su domicilio,
reflejaba ese rechazo mayoritario de la población peruana hacia este personaje
que siempre confundió a sus compatriotas
con párvulos a los que se podía timar y patear. Tenía orígenes andinos, del
Cusco, y, paradójicamente, fue un encarnizado difamador de personajes del
incanato, fue un visceral racista que no se quedó solo en insultos, en conversaciones
o burlas, sino, que lo puso en práctica con los nativos que masacró en la zona
de Bagua.
Los últimos años sus problemas mentales
le pasaron factura a tal punto que comenzó a patear y llamar imbécil hasta a su
sombra.
Su final fue tan medroso como tantos
otros personajes despreciados por la población que cuando están acorralados eligen
siempre el suicido antes de ser expuestos al juicio de los que burlaron y maltrataron
con total impunidad, anteriormente ya lo hicieron Hitler y tantos otros sanguinarios
delincuentes.
Su triunfo casi “milagroso” en las Elecciones Generales del
2006 lo volvieron mucho más supersticioso tanto que se convirtió en un
fundamentalista religioso, ese fanatismo, le llevó a cometer flagrantes errores, como aquella vez, ebrio de fervor, habló en público sobre sus amigos brasileños que le dieron el dinero para construir su Cristo del Pacífico, torpeza que a la
larga le perseguiría hasta sus últimos minutos de vida.
Alan García no quiso darle gusto a
esos millones de peruanos que querían verlo entre rejas, es que para su
desmesurado ego la corrupción no era uno de los más grandes problemas del país, para él, era una forma de vida, era su mayor convicción; tanto que, hasta después de
muerto sigue obstaculizando las investigaciones sobre esta enorme red que alcanzaría hasta jueces, periodistas,
políticos, testaferros, concubinas, discípulos, es decir, una enorme población
que seguramente al escuchar su fallecimiento estarán respirado más tranquilos.
Alan al final se inmoló por toda esa
corrupción que aún sigue vivita y coleando, y todos los miles de corruptos que aún
están ocupando un cargo importante y depredando nuestros recursos y difundiendo
todo este cochambre con su impune accionar.
Ellos, justamente, los que viven bajo
el mandato de la corrupción lo beatificarán como uno de sus principales
patronos que nunca pagó sus culpas ante la justicia.
Alan García refleja un país y una generación de sinvergüenzas que se han
venido manejando por la coima por lo ilícito y que hicieron fortuna gracias, no
a un trabajo honesto, sino, de beneficiarse de este entorno con instituciones
débiles, justicia corrupta, oligarcas corruptos, periodistas corruptos, curas
corruptos, y una población ignorante, que al final por su enorme número siguen
manteniendo este subdesarrollo y tercermundismo.
Su desaparición debería significar para
los peruanos el inicio del fin de toda esta corruptela o al menos el compromiso
para acabar con esta forma de hacer política, esta corrupción generalizada, que
al final solo trae subdesarrollo y para sus protagonistas infiernos permanentes
y finales trágicos.
El siglo XXI para el Perú debería
comenzar hoy, estos hechos debería significar el nacimiento de un país distinto
uno que busque la prosperidad en democracia en base al trabajo limpio, creativo
e inteligente.
Ya no se debería seguir con esta
corrupción que viene desde el mismo nacimiento de la República y que ha
continuado hasta nuestros días y en el que han destacado este tipo de
personajes que hunden a todo el país junto con su biografía.