Acabo de comer una
generosa porción de pastel de papa con su respectivo rocoto relleno hecho con
la receta de una madrina ya fallecida. La longeva anciana murió hace varios
años, aparte de sus escobazos y gritos, lo más valioso que nos dejó fueron esos
secretos que deben tener más de cien años, el cómo saber elegir el tipo de
rocoto y la técnica para prepararlos, recetas familiares que deben ser común en
Arequipa, y que, dicho sea de paso, estarán siempre alejados y resguardados de
la mala influencia que en los últimos años han hecho personajes como Gastón
Acurio con su huachafada plutocrática (y
que hoy es la forma de gobierno en el Perú) que solo ha logrado encarecer el choncholí,
los anticuchos y los buñuelos, y permite que numerosos comensales sean
estafados en esos restoranes “exclusivos” que mal forman al estilo “McDonald”
toda la gastronomía arequipeña.
Hoy se cumple un
año de la extraña muerte del chef Anthony Bourdain, quién fuera uno de los más importantes
personajes que ha dado la televisión mundial.
Decían que era un
eximio chef, lo fue, pero parece que sus virtudes como narrador y su destacada lucidez
lo convirtieron en un líder de opinión de alcance global.
La historia oficial
alegó que la causa de su muerte fue el suicidio, lo dudamos mucho, y quién
mejor que su madre, Gladys Bourdain, para despejarnos cualquier duda al afirmar
que fue algo incomprensible el que su hijo se quitara la vida. "Él es
absolutamente la última persona en el mundo que yo hubiera imaginado que haría
algo así", dijo en una entrevista para un diario estadounidense.
A diferencia de Gastón
Acurio que se muestra patéticamente servil del sistema capitalista que ha hecho
sobre todo que encarezca la comida callejera y se enriquezcan pocos.
Anthony Bourdain hurgaba
en la historia de las sociedades humanas antes de la era industrial y capitalista.
Aconsejaba alejarse
de la pantomima y parafernalia de los recintos llenos de glamour y el precio exorbitante
de sus sofisticados platillos porque quizás esa comida callejera era más
valiosa.
Mostraba un mundo
diverso e igualitario felizmente alejado de grupos como de Davos o Bilderberg.
Y era polémico cuando
reconocía la inmunidad del ser humano no en una jeringa embalada y con código de
barras si no en la vida sana y tranquila de un orate.
Aún recuerdo cuando
fue invitado por unos argentinos.
Después de
escuchar a cada uno de ellos sus supuestos orígenes polacos, italianos y
franceses, Bourdain, al notar esa exagerada y patética falta de identidad nacional
de aquel grupo de rioplatenses, sarcástico,
preguntó mirando a la cámara: “Es que, ¿Aquí no hay ni un solo argentino?”
Se mofaba de
Facebook, Roche group, Bayer, Tesla, Amazon,
Microsoft, Netflix y tantos otros.
Y recomendaba respetar
la sabiduría de tu herencia cultural milenaria.
Fue un maestro.