En estos días de protestas del pueblo de Islay para abrogar la autorización de construcción que se dio al Proyecto minero Tía María y, que ahora se ha unido la ciudad de Arequipa, estamos percibiendo cómo la tranquilidad del pueblo mistiano es amenazada cuando esta empresa minera utiliza a gentes que bajo un careto falso de dialogo levantan sutilmente las banderas del racismo como medio para dividir a la sociedad arequipeña y así debilitarla y lograr ese mezquino e infame objetivo de imponer su “tajo abierto” a toda esa población.
Interpretan ese viejo manual de “divide
y vencerás” que se está aplicando en contra de la fuerte tradición de cohesión
que existe en el pueblo arequipeño y que le ha caracterizado tanto a través de su historia valiéndole distintos
adjetivos como aquel “León del sur”. Fue la unión de los arequipeños que
hicieron posible sus revoluciones para lograr sus pedidos, casi siempre justos.
Estos rufianes utilizan el vil racismo y la exclusión como armas para
dividir y enfrentar a la población mistiana, y para esto, contratan a sus
propios mercenarios, extraídos de los grupúsculos más conservadores, fundamentalistas y racistas que pululan dentro
de esta urbe, pero que, al final, son en su gran mayoría, personajes oscuros
que no han logrado superar esos terribles traumas y complejos de descender, también, de gente migrante, quizás,de las partes altas de los Andes, que fueron maltratados por una sociedad
y gentes muy racistas y discriminadoras, y esos recuerdos intrauterinos, lo trasmiten en un discurso que excluye a gran
parte de la población de esta ciudad, sostenido a duras penas por una incongruente y enfermiza
tesis sobre una supuesta ascendencia “pura”
hispana y que aquí le dan el nombre huachafo de “arequipeño neto”, –que ya de por
sí sería risible para un poblador madrileño, imagínense la vergüenza ajena que
despierta en un nativo ilustrado-.
En la plaza de Yanahuara –un distrito
de la ciudad de Arequipa- se agruparon esta
especie de extraviados "neonazis", de los cuales, algunos rostros también habían participado en esas conocidas marchas de "con mis hijos no te metas", uno de sus principales agitadores (paradógicamente, descendiente de inmigrantes palestinos que detesta a los inmigrantes puneños, así de esquezóide estaba esa caterva) antes de ser
llevado a empellones por sus matones –algo
nervioso- reveló que fue justamente esa
minera la que estaba detrás de toda esa costosa y apabullante campaña que se
vieron los últimos días en los medios.
La empresa Southern Cooper Corporation
y sus estrategas de campaña, torpemente, una vez más, yerran al elegir los métodos para convencer a
la población arequipeña de su ya muy desacreditado proyecto minero.
El caso lo amerita, y es bueno saberlo,
hay unas frases muy conocidas dentro de las gentes que hemos nacido y vivimos en
esta tierra y que flota en nuestra memoria como sinergia, aquel: “Arequipeño ni
grande ni pequeño, arequipeño”; o aquella de “lonccos y calas, sentados en una misma mesa de picantería”. Detrás
de esas simples palabras está toda una identidad que refleja tradiciones que han
hecho de los arequipeños, a pesar de sus diferencias, un pueblo unido y, que,
la perfidia de una minera esperemos no lo destruya.
Los arequipeños vivimos diariamente respirando
las cenizas que arroja un gigantesco volcán activo y dormimos todas las noches sabiendo
que en cualquier momento puede producirse un fuerte terremoto, es que vivimos a salto de mata, no en vano se nace
a los pies de un volcán, porque, todavía queda en la memoria colectiva cuando
el montonero al escuchar el alboroto y el griterío de afuera, de un salto se levantaba
de su litera y salía a ver qué ocurría profiriendo: ¡Por quién hay que luchar!
Esta tierra es especial, es tierra volcánica
y de gente con esas características, y ante semejantes amenazas no nos queda
otra que estar unidos, afuera le llaman pedantería, soberbia, regionalismo o lo
que sea, pero solo es una actitud defensiva, y no creemos que esta tradición de dignidad lo
pueda mellar una enfisematosa minera.