Con el permiso del respetable. Pero, es que, ya es demasiado. En todo dialogo, el respeto es necesario para ambas partes en
la solución de cualquier discrepancia. Pero, aquí, solo veo burlas y gente opacada y mas
interesada en el sueldo de fin de mes y en los réditos que van a obtener de toda esta murga.
Desde la lejana perspectiva
limeña y siempre en detrimento de sus “provincias” se firmaron los tratados mas
infames de nuestra historia. Ahí está
Miguel Iglesias, que por querer “manejar” las menguadas harcas del estado apresuró la firma del Tratado de Ancón en 1883.
Desde esos años el ritmo en las
relaciones entre Perú y Chile siempre lo
ha puesto el segundo. Desde aquella derrota, ellos han
visto a nuestro país
y a su diplomacia como otea Estados Unidos a México, siempre con el mismo trato vertical, de
civilizado a bárbaro, de fuerte a débil, que lo lleva a aprovechar cualquier lío entre ambos para sacarle ventaja, así sea un pisco, un suspiro limeño o un ínfimo triangulo de arena estéril. Y claro, siempre habrá compatriotas tan ruines como
el Iglesias de aquellos años que absorbidos
por sus apetitos personales danzaran al golpe que da la cueca.
Es que nos sacaron la mierda en
1879. Y cuando digo: mierda, no exagero.
Esos, –en ese entonces- subestimados habitantes de los confines del mundo nos humillaron, sus equinos se cagaron en nuestras bibliotecas, saquearon y mataron como si para ambos no
existiese un mañana. Ni los nazis fueron
tan hijos de puta con la Francia ocupada. El chileno no consideró nada salvo la
total humillación histórica para el Perú,
marcándonos en nuestra memoria el pensamiento de que ellos serían
siempre invencibles. Quizás por ese
trauma nunca nos propusimos recuperar seriamente esos territorios perdidos, ni siquiera
en la época de Velasco, a pesar, de estar en ventaja pesó más ese
trauma que comprimió los
huevos del tirano peruano para no dar luz verde a la invasión.
Como no recordar los años de
finales de los ochenta del siglo pasado, cuando Bedoya, Belaunde
junto con Vargas Llosa y sus
“turroneros” miraban y deseaban el avance chileno y vociferaban la urgencia
de trasplantarlo por estos lares como una solución para nuestros grandes males. Inclusive, algunos, con la aparición del dictador Fujimori y después de
liberalizar la economía tuvieron la idea
de bautizarlo con el sobre nombre de “chinochet”, como una
forma de imitar al dictador chileno y demostrando que tanto los empresarios como la clase política
estaban chilenizados hasta el tuétano.
Por estas razones la burla de los
chilenos continua y se notó este ultimo lunes cuando el mandatario mapocho en
su discurso después de escuchar el fallo del límite marítimo se apropió del ahora famoso triangulo del hito
1. Humala no tuvo mejor idea que celebrarlo
rodeado de sus conocidos “espontáneos” y con bandera incluida, como si estuviera en
plena campaña electoral.
Una patética muestra de la inferioridad que sienten algunos peruanos frente
al chileno lo pudimos observar claramente
en estos días a través de la pantalla de la televisión y el protagonista de
semejante escándalo fue el periodista Augusto
Thorndike. Ese día estaba frente a un periodista chileno. Fue triste ver
aquellas escenas. El ex rastafari estaba
nervioso inseguro, tembloroso asentía
cada corrección y opinión del mapocho,
era conmovedor la sumisión del
“colorao” frente aquel invitado, daba vergüenza ajena, era tan complaciente
como una geisha.
¿Por qué esa actitud, si solo tenía
al frente a un ser humano como él o como
cualquiera? Pero, -y esto, no me dejará mentir el psicoanalista-, es que el
nerviosismo y los balbuceos era solo la espontanea
manifestación de ese
conocido sentimiento de inferioridad que se tiene frente al extranjero y
particularmente al chileno y que no solo posee Augusto Thorndike sino también
gran parte de los limeños y esto torpemente
se ha difundido como el cáncer por toda la patria.
Una ciudad que tiene un espíritu
tan menguado producto de darle la espalda a su pasado milenario andino y en su lugar,
creyéndose patológicamente una ficticia tierra
de colonizadores europeos, le ha creado
una total falta de identidad, pasándole
la factura al producirle una alicaída autoestima y provocándole, sin saber, a
través de su historia -y como cabeza de este
país- tantas derrotas y una de las principales causas para que afuera nos vean como cobardes y simples gallinas.
Menos mal, el Perú no es Lima, porque todavía existen connacionales con la autoestima suficiente como para
enorgullecerse de nuestro pasado triunfador, cuando como Incas dominamos hasta lo que hoy sería
el sur de Santiago de Chile. Pero es una pena, Lima no siente toda esta energía, por eso, se conformó con esa derrota.
Se terminará el problema con Chile con lo dispuesto en la
Haya y se cerrará esta
historia con la paz entre los dos
paises. Pero, lo cierto es que mientras Lima y su pensamiento no recupere -o mejor dicho- no descubra la autoestima sana aceptando e interiorizando su importante pasado andino y sus valiosos aportes, solo conocerá la paz de un eterno derrotado.
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