La peor anemia que
arrastra en su historia el Estado Peruano es obstinarse en parecer
una Republica Conservadora. Fueron estos síntomas los que
despertaron a finales del siglo XIX las más viscerales críticas de
Gonzales Prada, y continuó a comienzos
del siglo XX con la Republica Aristocrática y Leguía,
recrudeciendo en la década de los cuarenta cuando José Luis
Bustamante y Rivero, con todos los medios posibles impidió que alguno de esos
numerosos exiliados republicanos que huían del régimen de Franco se
asentaran por estos lares, privando así a nuestra sociedad de
importantes intelectuales españoles en aquella época. Odría,
por su parte, con ese mismo pensamiento acentuó
ese conservadurismo. Belaunde Terry, no solo lo mantuvo,
sino, que arrojó más carbón al caldero, sirviendo esa pus con el tiempo como el
pretexto perfecto para que aparecieran Velasco y
seguidamente Sendero Luminoso. Más tarde, Alan García y su
creación Alberto Fujimori, persistieron con este obsoleto “establishment
conservador” lento y burocrático.
Hoy, tras dos décadas de
haberse liberalizado la economía peruana, las medidas tomadas producto de
esta apertura liberal en nuestra hacienda, nos ha hecho destacar en
el mundo como un referente en el libre mercado y con unos índices de libertad
económica que ha despertado las felicitaciones de los diferentes organismos
financieros.
Pero, lo paradójico de todo
esto, es que, este liberalismo no ha traspasado a otros ámbitos de
nuestro país. Los peruanos en cierta forma estamos como los chinos,
porque, si bien somos los más liberales en materia económica, ese
liberalismo todavía no se observa en nuestra sociedad ni mucho menos en nuestro
Estado. Liberalismo, solo en la economía, más nunca un Estado Liberal,
pareciera ser la consigna en estos tiempos.
Como consecuencia de esto,
hoy, los peruanos seguimos manteniendo los mismos miedos a mitos que en
Nueva York, Londres y hasta en Madrid ya son cosa del pasado; el secularismo en
el estado es letra muerta, los temas del aborto y el matrimonio igualitario
todavía son cuestiones innombrables en los políticos y gobernantes así como en
el resto de la población, es decir, seguimos en un atraso y oscurantismo a
niveles saudíes o Afganos.
Ahora, que comienzan a pulular
los candidatos y los posibles aspirantes a la Presidencia de la República,
vemos que todos manejan el mismo
discurso desesperanzador de ver algún día al Estado Peruano siquiera con el
atisbo de un Estado liberal. Alan García, se ha convertido en un aburrido
demagogo y fanático constructor de figuras religiosas y
Lourdes Flores se sigue sonrojando cuando le mencionan el tema de la
virginidad y Keiko Fujimori su principal doctrina es sacar a su padre de
la cárcel. Ya no toco el tema del gobierno, que, como el resto,
estamos esperando el 2016.
Fuera de todo ese elenco pío
y apático, es Álvaro Vargas Llosa uno de los pocos
personajes presidenciables al que le oído en su
discurso un matiz verdaderamente liberal. Medidas como el secularismo, el
aborto, la igualdad de derechos y la tolerancia, son en este momento,
para nuestra realidad, propuestas vanguardistas.
Porque es cierto que dentro de
los EEUU, la educación en libertad y democracia que se brinda,
suscita en los estudiantes de origen peruano la búsqueda de su identidad
personal aprendiendo el idioma quechua en las universidades de Nueva
York; mientras tanto aquí, con la formación adquirida dentro
de su sociedad y el estado, la dirigente estudiantil del PUCP, se opone a
la enseñanza del mismo idioma dentro de su centro de estudios.
Con este
simple ejemplo, nos damos cuenta de lo importante que significa limpiar a
nuestra sociedad de estos temores y pensamientos atrasados como los
prejuicios, y también está claro, que solo un Estado renovado
y liberal puede realizar estas transformaciones dentro de su
sociedad siguiendo el modelo de lo efectuado en otras latitudes.