La victoria de
los aliados en la Segunda Guerra Mundial solo pudo lograrse con el enorme
precio que tuvo que pagar la extinta URSS con sus 24 millones de muertos. Esto el
mundo no debe olvidarse.
Más adelante y
como consecuencia de todo lo anterior, el periodo de crisis que rodeó la
desaparición de la ex URSS fue
aprovechado por las potencias occidentales para expandirse en el área de
influencia que tenía Rusia en Europa del este. A pesar que había un compromiso
de parte de los occidentales para no traspasar esa línea roja, ya que solo así, se
permitió la unificación alemana y otras concesiones más. Pero entre los años de
1999 y 2009 aprovechando la debilidad de la potencia euroasiática, la OTAN se
expandió a todo lo largo y ancho de la antigua área de influencia soviética en
Europa del Este.
Estas sucesivas
ampliaciones sobre estos territorios se vieron como un acto de humillación hacia
Rusia. Eso estuvo claro.
Rusia quedó así cercada
por la OTAN. El siguiente zarpazo de la
Alianza Atlántica iba ser Ucrania. Para esto tenían la complicidad de los
gobiernos títeres que se habían instaurado en ese país desde el denominado
Euromaidan de 2014, que en realidad fue un golpe de Estado para instaurar un
régimen pro occidental.
Este fue el punto
de inflexión al problema. La casi segura adhesión de Ucrania a la OTAN
desencadenaron los hechos que hoy se observan en esa parte del mundo.
El reconocimiento
de las repúblicas populares de Donetsk y Lugansk por parte de Rusia debe ser el
anticipo del regreso a la unión eslava de Ucrania (que en realidad vendría a
ser como una especie de provincia rebelde).
En los últimos
días, las tibias manifestaciones en Kiev de apoyo al régimen pro occidental de Volodímir
Oleksándrovich Zelenski (ex cómico de la televisión ucraniana) solo demuestra la sensates de ese pueblo de no
enfrentarse mayoritariamente a Rusia, país al cual les une innumerables aspectos,
como el idioma, ya que alrededor del 60% de ucranianos hablan el ruso y sabiéndose
también que, el idioma ruso y ucraniano,
entre sí, son más entendibles que el mismo castellano y portugués.
Rusia necesita de
Ucrania, y viceversa, y si hoy están enfrentados es por la clara intromisión de
occidente. Divide y vencerás dice la dicho.
44 millones de
personas son muy necesarias para sumar a la alicaida demografía rusa.
En 1998 conocí
una francesa en la plaza de armas de Arequipa, y cuando le pregunte sobre Rusia
(que recientemente había visitado) hasta ahora recuerdo la forma como me respondió,
con una especie de soberbia y prejuicios sobre ese pueblo. Exclamó: “es casi
un país del tercer mundo”.
Desde la
desaparición de la exURSS, Rusia fue continuamente humillada por las potencias
occidentales. Como subestimándola creyendo que su destino infame sería el mismo de
pueblos condenados como los latinoamericanos con lideres abyectos y peleles de cualquier poder
externo e interno y sin un gramo de sentido de pertenencia con su pueblo. Eso no
ha ocurrido porque el oso ruso ha despertado y solo desea lo justo, ese
territorio que ganó con ese enorme sacrificio que significó salvar al mundo del
fascismo.
Un mundo más
democrático sería un planeta que se rija bajo la norma del multilateralismo. Sería
lo más sensato para los países que estamos en posición de mierdas ambulantes de
la periferia.
Y ese mundo
democrático solo se logrará si Rusia también logra consolidar su poder.