Si
algo recuerdo de las navidades que pasé en mi niñez, durante la década de los
setenta, es que esas noches buenas y veinticincos de diciembre eran días nublados, fríos, lluviosos y
con olor a tierra mojada; es verdad,
antes, las precipitaciones pluviales eran
más intensas sobre la ciudad de Arequipa.
Ahora
es distinto, porque durante estas fiestas el cielo se mantiene despejado y el
calor infernal derrite y sofoca, asfixiando cualquier recuerdo cuando el periodo de lluvias comenzaba en el mes de diciembre. Hoy, a duras penas, cae unas
cuantas gotas en enero o tenemos tres días de lluvia torrencial en febrero o
marzo y el resto del año el cielo arequipeño se mantiene tan despejado y seco
como el mismo desierto de Atacama.
Bueno,
es cierto que este lugar siempre ha sido árido, solo que estas tierras
calcinadas se daban un respiro con el periodo de lluvias, tan esperado desde
siempre por el arequipeño.
A
este problema no le tomaba mucha importancia
porque creí que era consecuencia natural del cambio climático o de un proceso
de desertificación, era lo que creía, hasta que leí cuantos millones de dólares
perdía la minería a tajo abierto cuando dejaba de extraer o trabajar un solo día de lluvia. Y ahí no
quedó la cosa, porque mi preocupación aumentó aún más, cuando me enteré que
existían tecnologías que podían ahuyentar las lluvias, uno de esos métodos se aplicó
en Moscú-Rusia la mañana del 9 de mayo del 2016 en el desfile por el día de la
victoria. Desde temprano se pronosticó sobre la ciudad copiosas lluvias y las
autoridades enteradas del fenómeno y sabiendo que el mal tiempo desluciría esta importante celebración
nacional, se vieron en la necesidad de esparcir en avionetas compuestos
químicos sobre la atmosfera de esa capital euroasiática, provocando que ese día transcurriera sin ningún
contratiempos y con el cielo completamente despejado y un sol radiante.
Este
método denominado 'siembra de nubes' que se conoce desde la década de 1940 modifica
el clima, intentando cambiar la cantidad o el tipo de precipitación que cae de
las nubes mediante la dispersión de sustancias en el aire. El químico y meteorólogo
estadounidense Vincent Schaefer inventó esta técnica. Y hoy lo utilizan en el mundo no solo los
estados que cuentan con esta tecnología sino también las grandes empresas que
se dedican a la extracción de minerales.
No
soy mal pensado ni tengo nada contra la minera Cerro Verde, pero, quién me
asegura que esta empresa no esté utilizando estos métodos sobre el cielo de
Arequipa.
El
incremento de la producción de cobre de los últimos años, la ampliación de sus
instalaciones convirtiéndolo en uno de
los asientos mineros más grandes a cielo abierto de América y el mundo, ha coincidido también, con el declive de las
precipitaciones pluviales sobre la
ciudad de Arequipa.
Es
difícil no desconfiar en la minera Cerro Verde que está a menos de cinco kilómetros
de la ciudad de Arequipa, sobre todo cuando observamos el “mal trato”, la mezquindad
y la inquina que tiene sobre la población arequipeña. Ante esta realidad, no esperamos
nada bueno de parte de este hostil vecino.
Se
acerca otra navidad más y parece que será igual de calcinante, sedienta e
irrespirable que todos estos años en que ha ido crecido la minera Cerro Verde.